sábado, 6 de junio de 2009

"Por algo será"

(Debo pedir perdon por utilizar en el título de esta nota, frase tan infáme y de triste memoria entre los argentinos. Pero puede servir para explicar porqué la opinión pública, la ciudadanía, que en un primer momento acompañó la privatización de empresas de servicios públicos, tiende a tolerar su reestatización. Se trata, muchas veces, de respuestas desesperadas ante la prepotencia o los abusos en que incurren las compañías privadas. He aquí un ejemplo).

Si no estoy mal informado, la telefonía moderna llegó a Salta de la mano de una compañía sueca que prometió que nuestros teléfonos funcionarían igual de bien que en la adelantada Suecia.

Por supuesto, la promesa quedó en agua de borrajas y por años los salteños padecimos sus arbitrariedades, su opacidad tarifaria, su desinterés por invertir y su prepotencia con los usuarios.

Como no podía ser de otro modo dado los avances tecnológicos ocurridos, muchas cosas han mejorado y el servicio que 70 años atrás era rudimentario y elitista, hoy es masivo y garantiza conexiones casi instantáneas con cualquier lugar del planeta.

Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, aquella masividad unida a la falta de inversiones está incidiendo negativamente en la calidad del servicio, especialmente en el ámbito de la telefonía móvil.

En lo que se refiere a sus relaciones con el público, la compañía que detenta ahora la concesión en Salta retrocede día a día, hasta parecerse demasiado a la antigua compañía sueca.

Con el agravante de que la prestataria ha prácticamente suprimido las ventanillas de atención al público, reemplazándolas por lejanas, distantes e inabordables operadoras.

Mientras que con los suecos (por llamar de alguna manera a los representantes de la CAT) nos quedaba el consuelo protestar mirándole los ojos al gerente, una muralla blinda a los supervisores, jefes y directores de la compañía actual.

Han colocado, eso si, a dos agraciadas niñas que lentamente van evacuando largas colas, pero sin capacidad de resolver ningún inconveniente ni trasladar temas a sus superiores. En su celo por mantener el anonimato, omiten incluso identificar a los vehículos que usan sus servicios técnicos.

Algo debería hacer la legislatura provincial para poner fin a estas prácticas abusivas.

(Para FM Aries)

viernes, 5 de junio de 2009

El amor a los 70 y mas

Mis lectores habrán percibido que adolezco de cierta propensión a hablar sobre los años sesenta y, como no, sobre las consecuencias que en Salta tuvo el llamado “mayo del 68”.

Por ese tiempo, al menos en Estados Unidos y en Europa, se produjo un verdadero terremoto cultural y social que cambió, en algún caso definitivamente, costumbres, roles e ideas.

En Salta, pese a la distancia que por ese entonces (una época sin televisión y sin Internet) nos separaba del centro del mundo, existieron cenáculos juveniles que absorbieron y reprodujeron lo que estaba sucediendo en aquellas latitudes.

Desafortunadamente casi nadie ha reflexionado ni investigado sobre este apasionante capítulo de nuestra historia reciente. Una carencia atribuible al hecho de que las energías intelectuales estén centradas en los acontecimientos políticos sesentistas y en su carga de tragedia.

Sucede lo contrario en Europa donde dos recientes creaciones artísticas abordan aquellos años.

La primera es una novela del inglés Martín AMIS, que lleva por título “La viuda embarazada” y relata las experiencias de una tribu de jóvenes italianos entregados al frenesí de la libertad.

La novela conecta, de alguna manera, con la mas conocida obra de HOULOUBEQUE, “Las partículas elementales”, que muestra a esos jóvenes sesentistas casi envejecidos y, en algunos casos, aun desenfrenados.

Es que, como muchas damas y señores mayores están descubriendo ahora, ni el amor, ni el erotismo ni el sexo sufren las consecuencias del envejecimiento.

Al menos es lo que muestra la película “En el séptimo cielo” del alemán Andreas DRESEN. Allí un señor de 76 años mantiene un apasionado y completo romance con una encantadora y pícara pantalonera de 70.

(Para FM Aries)

martes, 2 de junio de 2009

La biblioteca Tata Sarapura de San Lorenzo

Don Justo Sarapura, era “el más viejo de los puesteros de los cerros”, como lo presenta Juan Carlos Dávalos al narrar su vida y su muerte en los cerros que rodean a San Lorenzo.

Fue precisamente Dávalos, nuestro insigne escritor, quién elevó a la inmortalidad el nombre de Tata Sarapura, ese “señor de la altura, barbudo y pequeño”.

Un feliz día, los sanlorenceños decidieron bautizar con el nombre de Tata Sarapura a la biblioteca popular de la Villa, que lentamente fue nutriéndose de buenos libros y de esporádicos lectores.

Hoy, lamentablemente, la institución agoniza a causa de la burocracia, del decaimiento del espíritu cívico, y de las urgencias oportunistas del señor Intendente Municipal.

Las cargas burocráticas probablemente expliquen el cansancio de los voluntarios que venían conservándola como un recinto abierto a la literatura, al pensamiento y a las ciencias.

Ciertas desinteligencias entre las autoridades municipales añadieron incertidumbres y agobios.

Hasta que, hace unos meses, el Intendente de San Lorenzo decidió instalar un jardín de infantes en el local de la biblioteca, haciendo imposible su normal funcionamiento.

No desconozco la importancia que ese jardín tiene para los niños que a él asisten. Ni creo que sea del caso tener que elegir entre la educación infantil y la lectura.

Pero si cada uno de los actores implicados en el tema cumple con sus deberes, muy pronto la biblioteca Tata Sarapura recuperará su papel promotor de la cultura en San Lorenzo.

Bastaría con que los vecinos se reencontraran con su vocación solidaria y con sus ganas de promover la cultura para todos. Y que el Intendente arbitre la solución que haga posible el funcionamiento armónico del Jardín de Infantes y de la biblioteca.

(Para FM Aries)