viernes, 24 de junio de 2011

Los despojados herederos de Perón

Ante el espectáculo, tremendo para un hombre de su edad, de las luchas por sucederlo, el general Perón declaró, en 1974, que su único heredero era el pueblo.

Los conjurados hicieron poco caso a tan sabia decisión que implicaba, nada menos, que retornar a su legítimo depositario los poderes de representación cedidos, en un momento determinado de la historia, a un líder bonapartista. Las luchas continuaron por aquel entonces con la intervención de las armas; y continúan ahora por medios más sutiles.

En la actualidad, la lucha por la herencia de Perón es la lucha por apropiarse de sus símbolos, de las formas externas, de su fraseología y por reescribir la historia binaria para que los “malos”, expulsados de la Plaza de Mayo sean ahora los “buenos”, y para que los mercaderes que ingresaron al templo peronista por la puerta falsa, transmuten en sumos sacerdotes.

Se trata, en mi opinión, de una enorme operación de manipulación, que tiene en el dinero, las falsificaciones e imposturas su energía vital. Una penosa operación que nos paraliza como república democrática y que alcanza su punto más alto con la destrucción del sistema de partidos políticos que prolijamente llevan a cabo los poderosos.

Mis antiguos y honrados amigos peronistas de Salta tienen a bien invitarme, de tarde en tarde, para hablar de política, recordar acontecimientos y anécdotas, e ilusionarnos con un mundo mejor e inminente.

Aunque durante estas charlas creo percibir momentos de extrema lucidez, pronto el diálogo se adentra por senderos iniciáticos, nostálgicos, estériles. La necesidad de encontrar culpas y culpables, el recalcitrante nacional-localismo, y la consabida polivalencia de los textos peronistas históricos nos conducen pronto a un callejón sin salida.

Tengo para mí que el peronismo de Perón, ha muerto con su líder. Que el peronismo de la entrega desinteresada ha sido reemplazado definitivamente por el peronismo de los negocios. Que el peronismo de la lealtad y la sinceridad, perdió la batalla que entronizó a los mercaderes e impostores. Con el añadido de que es inútil buscar una segunda oportunidad que restituya las cosas al idílico relato del 45.

Discutir de amarillos, rojos y anaranjados, de verdes, blancos, azules y blancos o reconquistas es, dicho con todo respeto, tarea de ociosos, de historiadores independientes, o de gente definitivamente derrotada. Tanto como indagar en el ADN de los que hoy gobiernan Salta.

Preguntarse si el sistema de partidos fue destruido por la ley de lemas, las listas sábanas o las colectoras, tiene escaso interés práctico sino se parte de sólidas posiciones democráticas y pluralistas que comiencen por reconocer que los vicios de nuestro régimen institucional nacen del imperio del dinero en la política y de leyes electorales tramposas.

miércoles, 22 de junio de 2011

Félix Maldonado Zubieta

Hoy siento la necesidad de rendir un homenaje emocionado a una persona de bien. Un hombre que vivió honradamente. Que constituyó y desarrolló una familia unida y solidaria. Que sufrió la cárcel y el exilio por su actuación política y sindical y que, sin embargo, nunca pregonó el odio ni clamó revancha.

Ese hombre, parco, valiente, sencillo y admirable, fue Félix Maldonado Zubieta, recientemente fallecido.

Como luchador por las libertades, entre 1966 y 1973, enfrentó a la dictadura de Onganía y bregó por la democracia. Como defensor de los derechos de los trabajadores, fundó el Sindicato de Mecánicos de Salta, integró el Secretariado de la CGT Regional, y adhirió con entusiasmo a la CGT de los Argentinos liderada por Raymundo Ongaro.

Félix Maldonado Zubieta y su compañero y amigo Olivio Ríos (más tarde Vicegobernador de la Provincia), se animaron a fundar el diario Democracia que en el año 1970 intentó abrir espacios a la libertad de expresión en una provincia donde los medios de comunicación estaban controlados por un monopolio con estrechos vínculos con la dictadura de entonces.

Esta experiencia de Democracia duró poco tiempo (no más de 6 meses), pero dejó los vínculos humanos y las ideas que servirían luego para reorganizar el peronismo y prepararlo para las elecciones de 1973. Esos vínculos solidarios forjaron alianzas, y lograron frenar los planes del monopolio periodístico y de su poderoso propietario empeñado en someter al peronismo al poder del dinero, una meta que alcanzaría 10 años después.

Acosado el peronismo de los años 70 por los profetas de la violencia armada, Félix Maldonado Zubieta tomó el partido de la paz y de la lealtad al gobierno constitucional presidido por Juan Domingo Perón. Ni entonces ni después lucró Félix con la política ni ambicionó posiciones de poder. Su coherencia política y sindical le valió el odio de los factores de poder que retomaron el control de Salta en 1976.

Fue detenido, permaneció 6 meses en el penal de Villa Las Rosas, sin acusación, sin proceso, sin garantías.

Liberado, optó por el exilio en Bolivia y vivió allí 6 años, sabedor de que su vida y su seguridad peligraban dentro de nuestras fronteras. Regresó, como tantos, en 1984, una vez reinstalada la democracia en la Argentina y preconizó el reencuentro, la tolerancia y la pacificación.

Quién no haya sufrido la cárcel injusta ni el duro exilio político, difícilmente pueda comprender el significado de tantas penas y penurias ordenadas por poderosos sin rostro, cobardes y fanáticos.

Vivir 7 años perseguido, es una eternidad, que Félix Maldonado Zubieta, mecánico y hombre de honor, sobrellevó con dignidad y entereza arropado por su ejemplar familia.