jueves, 23 de diciembre de 2010

La Corte reformula el derecho colectivo del trabajo

Con su decisión de proteger especialmente a los trabajadores que son despedidos en virtud de actos discriminatorios la Corte Suprema de Justicia de la Nación, al resolver un caso de despido antisindical, acaba de introducir un cambio sustancial dentro del sistema argentino de relaciones laborales.

La sentencia a la que me refiero, dictada el 7 de diciembre de 2010, declara que la Ley 23.592 sobre actos discriminatorios (sancionada en tiempos del Presidente Raúl Alfonsín) es aplicable incluso a las relaciones contractuales que se tejen en el ámbito privado. Nuestro más alto tribunal añade que la nulidad de los despidos discriminatorios y la subsiguiente obligación de readmitir, no violan el derecho constitucional de los empleadores a contratar y a ejercer toda industria lícita.

Algunas voces vinculadas a las organizaciones empresariales argentinas han manifestado su estupor y su rechazo ante dicha Sentencia. Lo hacen, apelando al argumento manido e incierto de que limitar el derecho a despedir amenaza las bases de la economía de mercado. Esas voces son, como se sabe, partidarias de un conjetural despido libre y gratuito, pese a su radical anticonstitucionalidad.

Quienes así descalifican el fallo que comento, ignoran que en la mayoría de los países más avanzados (incluidos los EEUU y los de la UE), el despido discriminatorio es fulminado como nulo. Así, por ejemplo, el Estatuto de los Trabajadores de España establece que “será nulo el despido que tenga por móvil algunas de las causas de discriminación prohibidas en la Constitución o en la Ley” (artículo 56.5).

Dejando de lado estas críticas, pienso que la CSJN, al rodear a estos derechos de una tutela efectiva que repara los daños y restablece su plena vigencia en el ámbito de la empresa, ha dado un paso de gigante en defensa de los derechos fundamentales.

Si bien la Corte ha centrado su argumentación en los términos de la citada Ley 23.592, no hay duda de que el fallo consagra una especial protección en favor de la libertad sindical entendida como el derecho a constituir sindicatos y a desplegar las acciones que le son propias.

Me atrevería, sin embargo, a formular una observación: La pervivencia del monopolio que identifica al así llamado “modelo sindical argentino”, resta brillo republicano a la Sentencia, aun cuando es verdad que la misma Corte viene abriendo los caminos para que el artículo 14 bis de la Constitución sea una realidad en el ámbito de las relaciones laborales.

Los sucesivos fallos de la CSJN son, de alguna manera, un llamado a la responsabilidad del Congreso de la Nación para que, más temprano que tarde, aborde la tarea de poner a nuestra Ley sindical en sintonía con la Constitución.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Oligarquías

Un amigo que tiene a bien escuchar mis columnas en “Compartiendo su Mañana”, me manifiesta su sorpresa porque en varias de ellas usé el término oligarquía, una palabra que parece haber perdido su fuerza y el prestigio ganado en ciertos círculos intelectuales de señalada influencia en los años sesenta y setenta.

Según los diccionarios, oligarquía es el gobierno de unos pocos, ya se trate de una familia o de una casta. Por extensión, la oligarquía es un grupo que, además del Gobierno, logra controlar los resortes del poder económico e imponer pautas de actuación social.

En Salta, a lo largo de nuestra historia, la palabra se cargó de significados levemente diferentes.

Así, fue utilizada por uno de los dos partidos hegemónicos en el siglo XIX (el orticismo) para referirse a sus adversarios (los Uriburu). Más tarde, en los años sesenta, fue usada para denostar simultáneamente a los herederos de aquellos dos viejos partidos/familias. En realidad, en estos años, la palabra servía para identificar, con sentido peyorativo, a las autodenominadas familias beneméritas.

Desde entonces y como es notorio, las cosas han cambiado mucho en nuestra Provincia. No obstante, cabría preguntarse si estos avatares han hecho desaparecer o no a la oligarquía. Sin pretender responder a esta pregunta, me atrevería a adelantar que hay nuevos grupos que detentan el poder (no sólo político) con pretensión hegemónica propia de las oligarquías.

Para identificarlos, más que repasar la lista de altas autoridades de los últimos treinta años, habría que referirse a cuatro atributos esenciales: El primero es la ambición por poseer grades extensiones de tierras compradas a buen precio. El segundo es la voracidad por el agua para regar plantaciones y mansiones. El tercero, es la relación de distante desprecio que sus agentes mantienen con el común de los mortales. El último, la pretensión (a veces lograda) de vivir por encima de la ley.

Hay muchos trabajos históricos sobre la propiedad de tierras, pocos dedicados a los derechos de agua, pero ninguno referido a la fascinante trayectoria de la segunda mitad del siglo XX.

Si alguien se tomara la tarea de bucear en nuestra realidad política y económica, seguro que podría construir un mapa de los nuevos individuos y grupos que concentran el poder con vocación excluyente. Y podría, además, identificar los territorios donde se asientan los nuevos poderosos que han sucedido a los que antaño reinaban desde La Caldera.

Los eventuales investigadores de este fenómeno salteño, tropezarían con una dificultad: La inexistencia de un marco teórico que vincule oligarquía y desprecio. Una carencia que probablemente se deba a que en otras latitudes, los poderosos, más inteligentes y antiguos que los locales, no ejercen el desprecio social como manifestación de su poder superior.

Mi tía Sarita

Desde muy joven mi tía Sara Adela se rebeló contra el orden establecido negándose a estudiar magisterio y declarándose inútil para las labores manuales típicamente femeninas como el coser y el bordar.

Mientras su rebeldía maduraba, se zambulló en la bien surtida biblioteca hogareña, dispuesta a no respetar las prohibiciones dictadas por las autoridades eclesiástica y familiar. Fue así que leyó, por primera vez, al anatematizado Gabriel D’ANUNZIO, al excomulgado José María VARGAS VILA, y al pecador Alejandro DUMAS; también a Emilio SALGARI, tolerado por las furias.

Eran tiempos en donde el control de las lecturas corría a cargo de la Iglesia que su limitaba a publicar, en la puerta de los templos, listados de autores prohibidos y a augurar los fuegos del infierno a todo aquel que contraviniera su vetos absolutos. Fue bastante después, en los años 70, cuando ciertos Coroneles iletrados y de triste memoria decidieron quemar libros en plena Plaza 9 de Julio, y obligaron a otros perseguidos a la penosa auto-incineración de textos sospechados.

Sara Adela, sintiendo verdadero horror a convertirse en un retrato robot de la típica niña de provincias, rechazó enfáticamente seguir el plan al que por ese entonces debían someterse las jóvenes de la clase media salteña y logró que sus padres aceptaran su decisión de viajar a Buenos Aires para estudiar Filosofía y Letras.

Quiso trabajar (y trabajó) mientras cursaba la carrera (tenía la obsesión de contribuir a la modesta economía de su familia en Salta), y pronto se liberó de las agobiantes reglas del Colegio de Señoritas en donde se albergó nada mas llegar. Su salud le impidió concluir su carrera, pero pudo asistir a clases de personalidades como Ricardo ROJAS o Cristofredo JACKOB, y a disertaciones de Alicia MOREAU de JUSTO y Rabindranath TAGORE, que influyeron en su visión de la vida y del mundo.

Agobiada por la interrupción de sus estudios, regresó a Salta donde volvió a rechazar ofrecimientos para desempeñarse como maestra que terminaron de decidirla a trasladarse a Córdoba a seguir la carrera de Odontología. Así fue como, afortunadamente para ella y su familia, terminó convirtiéndose en la primera dentista salteña que ejerció en la ciudad.

Aunque había decidido no hablar nunca de ello, se enamoró como solamente lo hace una mujer independiente, una tercera mujer, pero un drama le arrebató a su amor y la sumió en una profunda tristeza. Hasta que llegó de Polonia el magnífico caballero que sería su marido hasta el fin de sus días.

Le apasionaba tanto lo local como lo universal, y vivió las tensiones de una auténtica cosmopolita. Volcó sus esfuerzos solidarios con la gente y con la Iglesia del pueblo de sus amores (Coronel Moldes). Albergó a muchos europeos, generalmente médicos, que huían con sus familias de la gran guerra y de sus consecuencias ulteriores.

Se enroló, sin que ello desmintiera su juventud rebelde, en el sector mas avanzado de la democracia cristiana y participó activamente desde allí en la política salteña, bien es verdad que con las restricciones que imponían la pertenencia a un partido de ideas y minoritario.

Sobresalió siempre por su elegancia, por sus modales refinados y por el toque femenino que sabía dar a todas sus actividades sociales y profesionales. Fue una excelente anfitriona (poseyó el arte de recibir) y una amena, culta e incansable conversadora. Sin embargo, sus tertulias poco tenían que ver con los clásicos y consabidos te-canasta que convocaban ciertas damas de su generación.

Recorrió el mundo y sus regresos eran motivo de enormes reuniones familiares en donde sus sobrinos disfrutábamos de sus detallados relatos de las ciudades ultramarinas que visitaba, siendo Roma (sus iglesias), Cracovia (sus jardines) y el Palacio de la Princesa LUBOMIRSKI los sitios que describía lujosamente. En los años 70 volvió a viajar, pero esta vez su principal motivación era estar cerca de sus familiares exiliados en Madrid.

Soy varias veces deudor de Sara Adela. No sólo por aquellas visitas solidarias, sino desde el punto de vista de mi acotada cultura literaria: Ella fue quién me “presentó” a Gabriel D’ANUNZIO (autor que a sus 95 años seguía leyendo en italiano) y, fallecida ya y gracias a la entrevista que le hicieran las profesoras Raquel ADET y Miriam CORBACHO, me condujo al espléndido José María VARGAS VILA y a sus poemas sinfónicos.

lunes, 13 de diciembre de 2010

La militarización como excepción democrática

La consigna “no criminalizar la protesta” sirvió para descomprimir determinadas tensiones sociales; sobre todo tras el estallido económico y político de los años 2001 y 2002. Cabe añadir que su aplicación ocasionó, a su vez, severos perjuicios a los ciudadanos, cuando la protesta tolerada por el Estado se traducía en cortes de vías de comunicación o en la paralización de servicios esenciales.

Pero, pasado el tiempo de crisis, aquella decisión de “no criminalizar la protesta” se ha traducido lisa y llanamente en la indefensión ciudadana y en la quiebra explícita del Estado de derecho encargado de garantizar los equilibrios vitales entre atribuciones y responsabilidades, entre el interés general y los intereses sectoriales, entre derechos de grupos y derechos ciudadanos.

Las protestas llevadas a cabo sin atender a las reglas, resultan particularmente irritantes cuando son protagonizadas por quienes tienen la posibilidad de alterar el funcionamiento de sectores o actividades estratégicos. Tal es el caso, por ejemplo, de los pilotos de aviones, de los controladores aéreos o, por citar un asunto relevante en la Argentina, de los camioneros con capacidad para bloquear empresas o poner sitio a lugares públicos o privados.

Por esto me parece de interés comentar aquí la reciente decisión del Gobierno socialista de España de militarizar a los controladores aéreos, un grupo sindical formado por menos de mil profesionales que habían decidido, una vez más, poner en jaque a dos millones de ciudadanos que pretendían viajar.

La medida española, ajustada rigurosamente al orden constitucional inaugurado en 1978, expresa la voluntad del Gobierno de hacer respetar el orden de prioridades que es propio de cualquier democracia moderna. Si bien todos (o casi) tienen derecho a protestar, peticionar o hacer huelgas, han de ejercerlo sin ocasionar daños irreparables o excesivos a otros derechos de igual o superior jerarquía constitucional.

La idea de que las huelgas y las protestas no están sujetas a reglas y de que cuanto más dañinas mejor, no es una idea progresista, como erróneamente se pregona en la Argentina. Resulta, por el contrario, un postulado antidemocrático y corporativo que destruye las bases de la convivencia plural y pacífica.

Conviene recordar que la voluntad política no es suficiente para que un Estado pueda garantizar los servicios esenciales y los derechos colectivos fundamentales. Precisa disponer de medios alternativos preparados para sustituir a los huelguistas ilegales y desalojar a quienes obstaculizan la circulación despreciando a los demás. A diferencia de lo que sucede en la Argentina, el Estado español cuenta, desde antiguo, con estos medios, como ha quedado de manifiesto con el reemplazo de controladores civiles por personal militar especializado.

viernes, 10 de diciembre de 2010

El mobiliario de la casa de Leguizamón

Mientras, ante la mirada impávida o impotente de las burocracias, los expertos y algunos aficionados influyentes pujan por resolver cuál sea la técnica más adecuada de restauración, la casa que fuera de don Juan Galo de Leguizamón y su familia, ubicada en la esquina de las actuales calles Caseros y Florida, amenaza ruina.

Aquel debate, que a muchos nos parece eterno, no atina a decidir si la restauración ha de hacerse a partir del adobe o, por el contrario, incorporando crecientes dosis de cemento.

En cualquier caso, la que fuera espléndida casona colonial sigue sufriendo a ojos vista las inclemencias de lluvias torrenciales y de soles de justicia que debilitan día a día su frágil estructura bicentenaria. Las tempestades, sumadas a viejos pleitos, a absurdos debates y a la consabida negligencia administrativa, pueden terminar derrumbando la casa, dañando así de un modo irreparable a nuestro patrimonio colonial.

Reconstruir la casa es un imperativo histórico, además de una excelente inversión turística. Sobre todo ahora, cuando muchos comienzan a descubrir que Salta supo tener su edad dorada; un tiempo donde quienes acumularon riqueza se esforzaron por refinar sus gustos y mostrar sus raíces europeas. Resulte, entonces, de sumo interés preservar las señas de aquel tiempo.

Nuestro castigado y menguado patrimonio histórico es, no obstante, una prueba más de aquel lejano esplendor que hoy llama la atención de historiadores, preocupados por explicar cómo hacia finales del siglo XVII, en este rincón del mundo, florecieron patrimonios y familias que se insertaron en las redes del comercio regional, asimilaron las reglas del buen gusto europeo y tejieron sólidos vínculos políticos y sociales con las elites de la pampa húmeda.

Son pocos los salteños vivos que conocieron esta distinguida casa que supo entusiasmar a Manuel Mujica Láinez. Pero, gracias a la prudente y oportuna decisión, adoptada en 2008 por el entonces Secretario de Cultura, de poner a salvo los muebles y restaurarlos, tenemos ahora la posibilidad de conocer, al menos, parte de sus brillos y decorados. Bastará con visitar la exposición abierta en la Casa Arias Rengel, ubicada en Florida 20.

Con el añadido de que podemos admirar no sólo la obra de maestros victorianos del mueble, de diseñadores de la Francia imperial, de ebanistas italianos, sino también el buen hacer de artesanos salteños que han restaurado sabiamente verdaderas obras de artes, conservando estilos, texturas y acabados.

Este proceso de conservación y restauración de sillas y sillones, de espejos y cuadros, de pianos y pequeños objetos decorativos, ha preservado o recuperado a poco más de un tercio del patrimonio inventariado como perteneciente a la casa Leguizamón.

Si bien la muestra constituye un acierto a celebrar, la mora en abordar la restauración de la Casa es algo que debería preocupar al señor Gobernador.

martes, 7 de diciembre de 2010

Ella, a mis 16 años

La conocí en 1961, recién arribado a Tucumán a iniciar mi carrera de Derecho. Estudiaba yo tranquilamente en los salones de la elegante biblioteca, cuando una algarabía me alertó de que algo estaba sucediendo en el patio de la Facultad. Allí los estudiantes radicales, socialistas y comunistas se manifestaban en contra del desembarco de tropas anticastristas en Bahía de los Cochinos con el propósito de abortar la Revolución Cubana.

Allí estaba Ella, espléndida, convincente, indignada, explicando a los alumnos, sus compañeros, la necesidad de reaccionar contra el atentado imperialista. Sus ojos, enormes, bellos y azules, transmitían una pasión que me era desconocida a mis 16 años de salteño profundo y casi inocente. Había ocupado ella la improvisada tribuna antes de que lo hiciera Guillermo Garmendia, aquel líder reformista tucumano que inmediatamente concitaría mi admirada adhesión, por su oratoria encendida, por su inteligencia notoria y por sus finos modales típicos del socialismo juan-be-justista.

Es muy probable que fuera Ella quién me afiliara al Centro de Estudiantes de Derecho y guiara mis primeros pasos de agitador estudiantil, acercándome manifiestos y libros que hablaban de la "unión obrero-estudiantil, del nefasto imperialismo yanqui y de su socio vernáculo: la oligarquía vacuna y azucarera". Conocí también, desde un discreto segundo plano, algunas de sus poesías juveniles y sus dotes actorales.

Como era casi inevitable me enamoré pronto, pese a que ella era varios años mayor que yo y pese a que mi aire aniñado marcaba distancias por ese tiempo enormes. Sin embargo, nuestra fraternal relación alcanzó para que Ella, la protagonista que evoco respetuosamente en esta columna, me transmitiera algunas claves galantes que me acompañan hasta hoy:

Admiración por quienes logran seducir con las palabras; preferencia por determinados aromas; buenos modales entre los sexos; respeto por la identidad femenina; simpatía por la mujer madura, son de algún modo herencia de aquella relación que, por años, quedó reflejada en las paredes de la Facultad de Derecho en donde un amigo irresponsable grabó, para mortificarnos, nuestros nombres enlazados dentro de un tosco corazón.

Al recibirme de abogado y regresar a Salta, dejé de verla, aun cuando antes de esto ya nuestros caminos se habían bifurcado definitivamente.

Con el tiempo me asaltó la inquietud de buscarla para saber de su vida. Temí que hubiera sido asesinada en tiempos de la dictadura. Pero nunca supe de ella hasta que di con un libro que recoge testimonios de sus pasiones políticas y apuntes literarios, escritos hasta su muerte ocurrida en el año 2000.

Más allá de sus respetables y razonadas ideas, tuve la enorme alegría de ver de nuevo su bello rostro y descubrir las pistas que me permitieron, Internet mediante, escuchar su envolvente voz arengando multitudes.

viernes, 3 de diciembre de 2010

"Entramados de poder" en Salta

La historia de Salta es un territorio insuficientemente explorado. Aunque existen obras y autores valiosos, queda mucho por estudiar, investigar, analizar, interpretar y relatar. Añadiría que esta relativa carencia general, es aguda cuando se trata de los acontecimientos del siglo XX, abordados hasta ahora de modo parcial e ideologizado.

Pero quisiera centrarme en una buena noticia: Los huecos en la historia salteña del siglo XIX son ahora menos profundos gracias a la obra de la doctora María Fernanda Justiniano, profesora de historia de la UNSA, titulada “Entramados del poder. Salta y la Nación en el siglo XIX”. Un importante trabajo acaba de ser editado por la Universidad Nacional de Quilmes, con prólogo de Natalio Botana.

La doctora Justiniano analiza lo sucedido durante el Siglo XIX poniendo énfasis en los acontecimientos del período 1880/1916, un tiempo donde Salta se empobrece a causa de su relativo aislamiento de las grandes corrientes económicas regionales, y pese a sus esfuerzos por orientar su economía hacia el Este, o sea hacia el Atlántico.

Destaca en el libro que comento, el enfoque elegido por su autora. Un enfoque que deja en un segundo plano la presentación cronológica de los hechos, para enfatizar en el valor determinante que, en el caso de la historia de Salta, tuvieron los “entramados del poder”, una denominación que la doctora Justiniano usa para aludir a la tupida red de lazos familiares que ejercieron influencia determinante en la vida política (y también económica) de aquella Salta.

El libro analiza un fenómeno que ya antes había llamado la atención de Natalio Botana y de otros historiadores y politólogos: el hecho de que la Salta mediterránea, alejada de los nuevos centros de poder (básicamente el puerto de Buenos Aires), y que iniciaba un ciclo de decadencia económica lograra colocar a dos de sus hijos (José Evaristo Uriburu y Victorino de la Plaza) como Presidentes de la República y a otros once como Ministros de la Nación.

La fuerza y pervivencia de aquellos “entramados de poder” constituidos por alianzas familiares locales, tiene que ver con el talento de nuestras élites para asociarse o fusionarse, en base a carreras profesionales, negocios, o nuevos parentescos con linajes pampeanos, con las élites radicadas en Buenos aires.

Esperemos que pronto nuestros historiadores llenen también las lagunas referidas al siglo XX. Mientras, me atrevo a deslizar dos hipótesis: La primera: Durante el siglo pasado, Salta redujo su influencia en el escenario político nacional. La segunda hipótesis pretende que durante los últimos 30 años, los entramados de poder, subsistieron como vía para controlar el Estado y los negocios, aunque hayan cambiado algunos de los apellidos de los detentadores del poder hegemónico.

martes, 30 de noviembre de 2010

Candidatos Incompatibles (por sus negocios)

La ley penaliza a los funcionarios públicos que realicen, por si o por interpósita persona, negociaciones incompatibles con sus cargos. Prácticamente desde el nacimiento del derecho penal moderno este delito forma parte del entramado punitivo de las repúblicas modernas y pretende asegurar la transparencia y el sometimiento a la ley de todos los agentes púbicos, incluidos los gobernantes.

Es cierto que, además del tipo penal, hace falta una justicia rápida, independiente y eficaz que investigue y asigne responsabilidades imponiendo penas y haciendo cesar el estado de sospecha que pesa sobre los imputados. Pero en cualquier caso, este delito tutela los altos intereses del Estado y de los ciudadanos.

Esta breve incursión en el campo del derecho penal me da pié para la siguiente pregunta: ¿Puede un particular que tiene pingues y multimillonarios negocios con el Estado ser elegido (o aspirar a serlo) gobernante de ese mismo Estado?

Los italianos debatieron esto a propósito de la postulación y ulterior elección del señor Berlusconi. Finalmente optaron por considerar compatibles los negocios preexistentes con la posterior candidatura. A mi entender, esta solución, pese a su efectiva o aparente validez constitucional, resintió a la democracia italiana. Afortunadamente sin llegar a suprimirla y sin afectar los controles republicanos que limitan el poder del Primer Ministro para profundizar sus negocios con el Estado.

Los salteños tendríamos que discutir este punto ante la irrupción de un nuevo candidato que tiene fantásticos negocios con la Provincia, localizados en el departamento de Anta. ¿Es legítima la candidatura de un ciudadano que obtuvo una concesión de cientos de miles de hectáreas del anterior Gobernador de Salta y que hoy ha sido puesta en cuestión por expertos y por la propia Legislatura?

¿Es jurídicamente admisible que una elección posterior borre los efectos de un negocio que hubiera resultado ilegal si el concesionario hubiera sido funcionario público al momento de la concesión? ¿No estaría obligado este concesionario a renunciar al beneficio antes de asumir su eventual cargo de Gobernador?

Saliendo del ámbito de lo jurídico, cabría preguntarse también si es moralmente válido o políticamente conveniente admitir esta incompatibilidad sobrevenida. Se trata de respuestas contra-mayoritarias, vale decir, de respuestas que no admiten ser modificadas por un hipotético voto mayoritario.

El problema que enfrentará el electorado salteño, es pues de gran relevancia. Con el añadido de que, a diferencia del caso italiano, nuestra Provincia no cuenta con herramientas de control para evitar o sancionar sucesivas negociaciones incompatibles con la función pública.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Vaqueros, potencia hídrica y forestal

Vaqueros, mi pueblo adoptivo, es un sitio de inusitada belleza, de valiosas especies forestales, de animales exóticos, de enorme potencial turístico, y de antigua paz provinciana. Un pueblo que, además, se transforma día a día al ritmo que marca el crecimiento desordenado del área que se conoce con el nombre de “Gran Salta”.

Sus 240 Km2 de superficie albergan a poco más de 5.000 habitantes, una cifra que aumenta a pasos agigantados, según los datos del interesante libro “Vaqueros un lugar con historia” escrito por un equipo de la UNSA coordinado por doña María Isabel Tolaba.

Si bien sus reservas de agua, bosques y biodiversidad no han sido científicamente mensuradas, hay indicios de que tienen una magnitud que permite calificarlas de estratégicas para el futuro del Valle de Lerma y de otros espacios aledaños.

Estas enormes riquezas están siendo ya víctimas de maniobras especulativas, de carácter inmobiliario, hídrico, forestal o agrícola, que buscan el lucro inmediato, rompiendo los equilibrios medioambientales y sin respetar los derechos de las futuras generaciones. Y todo parece indicar que este tipo de operaciones habrá de multiplicarse en el futuro inmediato.

Desde el punto de vista de las instituciones, es poco lo que se ha progreso desde los lejanos tiempos cuando Vaqueros era poco más que la finca del ilustre Senador don Carlos SERREY.

El Municipio, creado en 1970, carece de los medios elementales para llevar adelante aquello que se supone son sus tres cometidos esenciales: a) Ejercer el poder de policial ambiental, forestal, hídrico y urbanístico; b) Definir y controlar la ejecución de los planes estratégicos pensados para administrar los recursos naturales.; y, c) Promover la convivencia, proveer los servicios esenciales y atender las necesidades sociales.

El marco jurídico definido por las Ordenanzas Municipales es de una enorme precariedad, tanta como la de sus servicios públicos de información, recaudación y control. Lagunas legislativas, publicidad deficiente de las normas y difícil acceso a los procedimientos de aplicación de las mismas, conforman un cuadro preocupante.

Pienso que Vaqueros debería definir urgentemente un rumbo que le permita, de un lado, alcanzar los beneficios de la Ley de Bosques y, de otro, contar con un Plan Estratégico de desarrollo compatible con la conservación del medioambiente y de los recursos naturales. Para lograrlo, además de la buena voluntad de las autoridades, hace falta una amplia movilización ciudadana que incluya el concurso de voluntarios imbuidos de los nuevos principios que defienden a la madre tierra de la especulación y de las agresiones.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Ante la muerte de Mario Salvadores

Queridos amigos:

La familia de Mario me ha concedido el alto honor de despedir sus restos mortales y evocar su trayectoria.

Lo haré, más que como un amigo de Mario, como uno de sus compañeros de sueños y amarguras.
Siendo jóvenes, en los años 60 y 70, compartimos la ilusión de contribuir a la forja de un país más libre y más justo. Cometimos seguramente muchos errores, pero jamás practicamos ni prohijamos la violencia política.

El compromiso de Mario con aquellos ideales fue intenso, valiente y generoso, en tiempos difíciles para todos los argentinos.

Como todos ustedes saben, los que albergaban designios sectarios y mezquinos esperaron el mejor momento para castigarnos duramente.

Siendo Juez, Mario cumplió con su deber procesando a responsables de torturas, sin olvidar su deber de proteger la integridad física de esos mismos procesados.

Pronto los agentes del odio hicieron sentir su poder: detuvieron a Mario, en mi casa, violando su investidura. Más tarde, le forzaron al exilio interior, con sus secuelas de dolor y de penurias.

Conocí de las penurias de él y de su familia en Buenos Aires. Y encontramos, nuevamente juntos, fuerzas para seguir viviendo con ese mínimo de dignidad que no siempre hacen posible los exilios.

Mario, como muchos de sus amigos, tuvo conciencia de quiénes habían sido los perseguidores y los instigadores. Pero nunca, ni aun cuando las circunstancias políticas habían felizmente cambiado, Mario buscó venganza ni revanchas. Era un ser humano impermeable a los odios.

Establecida la democracia, los poderes republicanos decidieron, en un gesto que les honra, reinstalar a Mario en el Poder Judicial, esta vez como juez de familia, cargo que desempeñó no sólo con lealtad y patriotismo sino con sensibilidad humana y solvencia jurídica.

El paso del tiempo produce, como se aprende con los años, distanciamientos o quiebras generacionales que sólo el talento, la tolerancia y la frescura intelectual ayudan a sobrellevar o mitigar.

A Mario, como a muchos de nosotros, le marcó el sesentismo europeo y latinoamericano. En este sentido, éramos y somos hombres y mujeres de otro tiempo no necesariamente mejor.

Y de allí nuestra también común perplejidad por los cambios operados en la política argentina y salteña (vale decir, en los escenarios de una de nuestras más intensas pasiones).

Nuestros ojos y nuestra inteligencia constataron -casi impotentes- la superposición de la hora de los enanos, con la hora de los logreros y con la hora de los impostores.

Una sumatoria que ha relegado a personalidades como las de Mario (un hombre bueno, justo, honrado, altruista) al desván de los réprobos políticos.

Hoy, en el campo de la política vivida como espectáculo y ligada a sentimientos egoístas, los honores están reservados a los poderosos. Vale decir, a los que mandan, a los que disciernen premios y castigos, a los opulentos, a los que desprecian.

Tuve pocas pero sustantivas oportunidades de hablar con Mario en estos últimos años. Me bastaba verlo sonreír para comprobar que aquella vieja amistad, aquellos sueños compartidos seguían intactos, ejerciendo de lazo indestructible entre nosotros, por encima de los años, de los desengaños propios y de las miserabilidades ajenas.

Nos asistía la esperanza de que aquellas horas enanas están condenadas a dar paso a un tiempo mejor y nuevo.

Sé que Mario, nuestro querido Renato, está en la república de los justos. Y eso ayuda a sobrellevar el dolor de su muerte.

martes, 23 de noviembre de 2010

De enanos, logreros e impostores

El General Juan Domingo Perón marcó, es sabido, al menos tres décadas de la historia argentina. Su influencia, en muchos casos determinante, se basó en su gestión de gobierno, en sus maniobras políticas y militares, en una singular capacidad para interpretar los acontecimientos mundiales y locales, y en su habilidad para conectarse casi artesanalmente con la mayoría de los ciudadanos a través de un lenguaje expresivo, cargado de metáforas y de giros idiomáticos en donde viejos saberes se mezclaban con sorprendentes picardías.

Después de derrocado por el golpe militar de 1955, Perón acuñó una frase que expresaba su desencanto con el comportamiento de las elites argentinas: “Esta es la hora de los enanos”. Una afirmación con la que pretendía remarcar lo que a su juicio era la decadencia moral e intelectual de quienes ocupaban los primeros planos en el horizonte político, incluso dentro de sus propias filas.

Más adelante, cuando era ya inminente su retorno triunfal a la Argentina setentista, Perón alertó acerca de la llegada de una nueva hora: “La hora de los logreros”. Presentía, seguramente a partir de su experiencia directa, que la política argentina sería invadida por personajes que venían a lucrarse por cualquier medio.

Mientras que la llamada “infiltración izquierdista” en el peronismo fue un fenómeno conocido en aquellos años y viene siendo estudiado desde entonces, el desembarco de los logreros en el seno del mismo peronismo es un acontecimiento que permanece en las sombras y que no ha sido analizado hasta ahora por los científicos sociales dada su magnitud y esa misma oscuridad.

Hay quienes se preguntan cuál es la duración de estas “horas” anunciadas por Perón. Los más sagaces llegan a la conclusión de que esas horas en realidad son, como en el tango “Cambalache”, siglos acumulativos. Horas de largo recorrido que tiñen nuestra vida política agobiada por la presencia simultánea, brava y hegemónica de enanos y logreros.

Hace un par de noches, mientras me comentaba sus últimas hazañas inter-étnicas y non sanctas, el último peronista salteño e ilustrado, me dijo con esa honda tristeza que preanuncia la ancianidad: “Armandito, esta es la hora de los impostores”. Según su particular punto de vista, los políticos exitosos de hoy son aquellos que averiguan, a través de sofisticadas encuestas, cuáles sean los deseos y las opiniones dominantes para plegarse a ellas aunque resulten contrarias a sus trayectorias o a sus convicciones más íntimas.

Y citó el caso de poderosos contemporáneos (nacidos en cuna de oro o en pedreras), genéticamente oligarcas, que en un rapto de simulada modestia y sintiéndose un hombre de Estado dicen: “Me gustaría ser recordado por la posteridad como alguien que dio su vida por los humildes”.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Damas pícaras pero virtuosas

Don César Perdiguero fue, probablemente, el periodista más leído y escuchado en los años 50 y 60. Mi relación intelectual con él fue cambiando con el tiempo. Cuando adolescente, fui un devoto de sus columnas radiales “Cochereando en el recuerdo”, de sus notas en el diario del Partido Peronista, y de sus zambas.

Más tarde, como la mayoría de los jóvenes sesentistas afrancesados, consideré a Perdiguero como la expresión emblemática de lo vulgar. Ahora, con los años, revalorizo su figura, disfruto sus “Crónicas del cerro San Bernardo” y celebro la reedición de sus obras.

Don César fue uno de los constructores de la salteñidad. Descubrió próceres, inventó héroes, exaltó las conjeturales calidades de la raza salteña, divulgó el idioma de los barrios desdeñando a la Academia, se identificó con el hombre común y fue un tradicionalista creativo. La reedición de “Cosas de la Salta de antes” me permite conectar con recuerdos juveniles, descubrir la fuente de extrañas anécdotas que laten en mi memoria, de reencontrarme con personajes y estilos casi olvidados.

Reconstruir, por ejemplo, aquel mito fundador de la salteñidad que relata el papel de nuestras mujeres en el triunfo del general Belgrano sobre los realistas el 20 de febrero de 1813. Como bien sabemos, aquella batalla independentista se ganó, más que por la fuerza de las armas de la patria naciente, por la sagacidad de nuestras damas principales que, en un acto que las ennoblece, sedujeron a los oficiales españoles la noche anterior al decisivo combate de Castañares.

Según la leyenda, las bellas salteñas de la alta sociedad conversaron, brindaron, bailaron y coquetearon con los siempre apuestos soldados de Su Majestad, hasta dejarlos extenuados y casi inútiles para los ejercicios bélicos.

Pero Perdiguero avanza datos y pone nombre y apellidos a estas heroínas. Así me entero de que doña Juana Moro de López, dama con calle epónima que diría don César, “sedujo con sus encantos, sin perder su altiva dignidad, al jefe de la caballería realista que huyó al principio del combate”.

Salteñidad en estado puro, seguramente en vías de extinción a tenor de las nuevas costumbres galantes. Sin negar la posibilidad de que una dama use de sus encantos para seducir a un caballero y que lo haga sin perder su altiva dignidad, pienso que ha de ser muy difícil en los tiempos que corren asistir a un acto de seducción de tamaña entidad sin que las partes caigan rendidas ante el vendaval de las pasiones.

Admito, no obstante, que el relato fundacional exija resaltar el carácter virginal y austero de las damas, tanto como la gallardía de los caballeros.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Los abusos de las compañías de teléfonos

Las compañías telefónicas concentran la mayor cantidad de quejas de los usuarios de servicios públicos. Puede que en Salta el porcentaje de quejumbrosos sea menor, no porque estemos bien atendidos, sino porque a veces nos cuesta protestar o no tenemos a mano los canales para conocer y hacer respetar nuestros derechos.

Los abusos de las compañías de teléfono son enormes, variados y difíciles de desmontar. Sobre todo en el área de la telefonía móvil a la que hoy acceden miles y miles de salteños, muchos de los cuales tienen una idea muy limitada de las nuevas tecnologías y de sus derechos. Esta ignorancia es aprovechada de modo exasperante por las tres compañías telefónicas, sin que pueda saberse cuál de ellas es la peor de todas.

Adviértase que estas compañías que invocan la libertad de mercado, actúan en realidad en un "mercado imperfecto" en tanto los consumidores casi nunca disponen de la información imprescindible para contratar con ellas. Los "fallos del mercado", ante las algunas regulatorias, son campo orégano para las telefónicas.

El problema y su solución poco y nada tienen que ver con el debate acerca del carácter público o privado de las operadoras. Como lo saben los argentinos que padecieron los desastres de ENTEL, y lo sabemos los salteños que sufrimos la burla de la antigua Compañía Argentina de Teléfonos (CAT), que se había comprometido a prestar servicios de calidad idéntica a la que se brindaba en los países nórdicos.

La causa de nuestros males actuales (precios exagerados, contratos leoninos, mala atención al público, conexiones deficientes, áreas aisladas, escasa y despareja inversión en infraestructura de las comunicaciones, pésimos servicios técnicos, reparaciones que se eternizan) está, a mi entender, en las pobres regulaciones que ordenan el funcionamiento del sector de la telefonía.

Desde los años 90 a la fecha, el Estado argentino carece de expertos capaces de regular equitativamente las prestaciones y la actuación de las compañías prestadoras. Esta carencia permite que sean las propias empresas las que lleven la voz cantante a la hora de diseñar las reglas, con los consiguientes desequilibrios y la desprotección del interés de los usuarios individuales.

La Comisión de Comunicaciones es, para los salteños, un ente lejano, ausente e ineficaz. A su vez, los llamados servicios de atención al cliente no brindan soluciones a las quejas de los usuarios; tanto si actúan desde un call center, como si lo hacen en un mostrador y de cara al público. Por lo que concierne a la justicia, hay que decir que no está preparada para atender las micro-quejas que son propias de esta actividad.

En realidad, el Estado debería dar mayor intervención a las asociaciones de usuarios y establecer un cuadro tarifario que penalice a las empresas que motiven la mayor cantidad de quejas no resueltas satisfactoriamente. A más quejas, tarifas más baratas. Tocarles el bolsillo es quizá el único camino para frenar a estos desaprensivos operadores.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Expedientes "reservados"

Como es notorio, el acceso a la información pública es un derecho que encuentra severas limitaciones dentro de la Administración salteña. Más allá de su cicatera regulación, en muchas áreas y oficinas se imponen los criterios del funcionario de turno partidario de impedir o restringir abusivamente el acceso de los ciudadanos a los expedientes que, salvo muy contadas excepciones, debieran permanecer abiertos a la consulta y al escrutinio del público.

Lamentablemente hay todavía en nuestra administración provincial muchos funcionarios que actúan ignorando que vivimos en democracia y que ellos sirven a un Estado democrático. Tal comportamiento es el resultado de años de autoritarismos -abiertos o solapados- y del desinterés de las más altas autoridades de la Administración para garantizar a todos el acceso a la información pública.

En este contexto, me permito relatar un incidente ocurrido días atrás en el Ministerio de Trabajo de la Provincia, en donde un señor Subsecretario me negó el acceso a un expediente invocando que se trataba de una causa “reservada”, cuando en realidad era un simple asunto de encuadramiento sindical. Rechazó asimismo recibirme para darme la oportunidad de requerirle explicaciones y de escuchar de su boca tan absurda negativa.

Si bien es cierto que, ante mi insistencia, el señor Subsecretario accedió -desde la olímpica distancia de su despacho y por intermedio de una secretaria- a mostrarme el expediente a condición de que acreditara mi carácter de apoderado de una de las partes, considero inadmisible negar un ciudadano (sea o no abogado) el acceso a expedientes que, por definición, son instrumentos públicos abiertos al público.

El oscurantismo administrativo, que campea en más de un ministerio, repugna a los valores republicanos, viola el principio de publicidad al que debe someterse la Administración Pública por imperio del artículo 61 de la Constitución de Salta, y contradice lo dispuesto por la Ley provincial de Procedimiento Administrativo.

Pienso que la ciudadanía, las organizaciones sociales y profesionales, así como los medios de comunicación deberíamos movilizarnos para acabar con esta lacra autoritaria. Denunciando públicamente los hechos que se produzcan, interpelando a gobernadores y ministros, bregando por la urgente regulación del derecho a acceder a la información pública, explicando a los ciudadanos que los expedientes pueden ser consultados por todos, salvo excepciones muy fundadas. Por aquello de que "mejor que decir es hacer", añadiré que acabo de presentar formal protesta ante el Colegio de Abogados de Salta. A ver.

La información abierta y oportuna hace a la calidad de las democracias; el libre acceso a los expedientes administrativos evita la corrupción y las corruptelas; restringir la información beneficia solo a quienes maniobran en las sombras en búsqueda de lucros indebidos.

(Para FM Aries)

martes, 9 de noviembre de 2010

Reelección, dinero y circunscripciones electorales

Los dos últimos gobernadores de Salta tuvieron la sagacidad necesaria para organizar sus asuntos políticos de modo de acumular enormes poderes. A poco de iniciados sus respectivos mandatos, actuaron con la tranquilidad de tener la vaquita atada. Seguros, de que nada ni nadie o casi nadie podría moderar su sed de mando ni ejercer controles republicanos. Cada uno de ellos, a su manera, aprendió a decir y hacer aquello que lo encumbraba hasta hacerlo temible, hasta permitirle soñar con fundar en este valle de Lerma una dinastía oriental.

¿Qué hizo posible tamaña trayectoria? Presentaré tres causas de orden institucional, dejando para otra ocasión el análisis de los factores culturales.

Coloco en primer lugar, a la posibilidad abierta a las reelecciones sucesivas. Vale decir, a las reformas constitucionales impulsadas por el señor Romero, don Juan Carlos, que en su día contaron con el aval entusiasta y letrado del señor Urtubey.

En segundo lugar, al régimen electoral que destruye el principio un hombre un voto, primando a los votantes de circunscripciones minúsculas, ciertamente más fáciles de controlar desde las Intendencias y a través del reparto de promesas y dádivas.

También, y es el tercer factor que explica la penosa decadencia de la democracia local, el peso determinante del dinero en las campañas electorales. Es el dinero privado el que motoriza y hacen posible la acción política masiva y las movilizaciones que buscan votos; el que permite disciplinar a los rebeldes; el que da acceso a la televisión.

Cuando este dinero privado no basta (las campañas en Salta son extraordinariamente costosas), quién duerme en Las Costas tiene a mano recursos públicos inagotables para barrer opositores y perpetuarse, quebrando las reglas de la competencia democrática.

Para reforzar estos argumentos, bastará con imaginar lo que ocurrirá en las próximas elecciones.

¿Alguien sospecha que el resultado sería el que ahora mismo es previsible si el señor Urtubey no pudiera optar a la reelección? ¿Alguien cree que el futuro Gobernador podría travestirse en príncipe o sultán sin contar con las mayorías automáticas y artificiales en la Legislatura? ¿Alguien supone que las cosas serían como hasta hoy si se vedara el financiamiento privado de las campañas electorales?

Pienso, modestamente, que nuestra democracia ganaría en calidad si no existiera la reelección, si lográramos configurar circunscripciones electorales que reflejen el pluralismo social, territorial e ideológico de Salta, y si atendiendo a los prudentes consejos de Eduardo FREI o de Roberto MANGABEIRA pusiéramos en marcha el financiamiento estrictamente público de las campañas electorales.

Y cito a dos pensadores de vanguardia que nos visitaron recientemente y con quienes nuestro actual Gobernador pudo conversar mano a manos, pero, visto lo visto, sin mayor provecho.

(Para FM Aries)

viernes, 5 de noviembre de 2010

Habla Frei y Urtubey hace oidos sordos

La prestigiosa Fundación Río de la Plata tuvo el acierto de traer a nuestra ciudad a don Eduardo Frei Ruiz Tagle, ex presidente de Chile y patrocinar una conferencia pública a la que asistieron varios centenares de salteños que, a juzgar por los aplausos, quedaron muy a gusto con las ideas del líder de la democracia cristiana.

Asistieron al acto el señor Gobernador de Salta, acompañado de su séquito habitual y de casi todo su equipo, así como un variopinto elenco de dirigentes políticos y sociales locales.

Antes de referirme a algunos de los conceptos del ex mandatario chileno, quisiera destacar el acierto de don Juan Manuel Urtubey al no ocupar la tribuna y guardar un silencio que se agradece, dejando todo el protagonismo a tan ilustre visitante.

Puede además que nuestro Gobernador no hubiera sabido qué decir ante las afirmaciones centrales de don Eduardo Frei que cuestionaron sin decirlo a buena parte de las prácticas políticas que despliegan el matrimonio presidencial (en el orden nacional), y el mismo señor Urtubey (en el ámbito provincial).

Debió sentirse incómodo don Juan Manuel al oír críticas severas al clientelismo, o al escuchar la reivindicación del rol institucional de los partidos políticos en demérito de los caudillos, o la defensa de la independencia de los poderes como expresión del republicanismo democrático.

Probablemente se habrá revuelto discretamente en su asiento cuando Frei advertía sobre los efectos perniciosos del dinero privado en el financiamiento de la política, cuando denostó a la lógica del poder por el poder, cuando reivindicó el diálogo como condición de civilización, o cuando descalificó a aquellos que se sienten “salvadores de las patrias” y a quienes, cual Adanes, se pretenden iniciadores de ciclos históricos.

Siendo que el señor Urtubey opina que su gestión es ejemplar, excelente y única, en tanto está haciendo realidad nada menos que todas las esperanzas de cada uno de los salteños, se le habrán atragantado las medialunas al escuchar a don Eduardo Frei criticar la autocomplacencia como un factor que degrada la vida política en esta parte del mundo.

De no haber sido por las exigencias del protocolo, es muy probable que nuestro Gobernador se hubiera marchado o interrumpido al orador en el preciso momento en que el ex Presidente de Chile descalificaba a quienes cambian las reglas políticas en beneficio propio, y añadía que no hay democracia sin luz en los asuntos públicos.

Pero por encima de probables incomodidades en la cima del poder local, lo cierto es que los salteños que asistimos al desayuno convocado por la Fundación Río de la Plata disfrutamos con una provechosa lección democrática a cargo de un orador excelso y riguroso.

lunes, 1 de noviembre de 2010

¿Trabajar mas o trabajar mejor?

Don Gerardo Díaz Ferrán es conocido entre nosotros por su pésima gestión en Aerolíneas Argentinas, y en España por su condición de presidente de la Confederación de Organizaciones Empresariales (CEOE), cargo del que acaba de anunciar su alejamiento.

Sucede que su permanencia al frente de la CEOE se había vuelto insostenible e incluso contraproducente para los intereses del patronato español a raíz de la quiebra de la empresa MARSANS buque insignia del grupo por él liderado.

Por estos días don Gerardo Díaz Ferrán se atrevió a pedir a los españoles que “trabajen más y cobren menos”. Una frase desafortunada que resume sus ideas para superar la crisis que ha hundido en el desempleo a más de 4 millones de trabajadores (entre españoles e inmigrantes). Cuatro millones para quienes las recetas de la CEOE no sirven para nada, en tanto quieren trabajar y no pueden, y han perdido su salario sin por ello recuperar un empleo.

Si bien las estadísticas muestran que la productividad de los españoles no evoluciona al ritmo necesario para relanzar su economía, y que algunos salarios se han elevado por encima de lo prudencial para un país cuya moneda no puede devaluarse, la proclama del líder de la patronal española no sirve para resolver los problemas.

Como lo han explicado varios expertos, no hace falta que los españoles trabajen más incrementando su jornada laboral, sino que han de esforzarse por trabajar mejor. Por otra parte, los salarios, antes que bajar, deberían revisarse para suprimir privilegios (que benefician a quienes trabajan mal) y tratos discriminatorios (que perjudican a los jóvenes y a las mujeres).

Por extraño que parezca, los trabajadores mejor formados y con mayores potencialidades para encabezar el renacimiento económico español, no encuentran en sus actuales empleos los incentivos que les muevan a asumir responsabilidades y a liderar una nueva cultura del esfuerzo.
La caída de la productividad española tiene que ver, en mi opinión, con un insuficiente aprovechamiento de las nuevas tecnologías y con severos problemas derivados de las reglas que definen los incentivos relacionados con el trabajo; en especial, con los convenios colectivos. Sin olvidar que la reciente explosión del desempleo está íntimamente relacionada con las carencias de un modelo productivo basado en la construcción y otras actividades que requieren mano de obra poco cualificada.

En este difícil contexto, el Gobierno del Presidente Zapatero acaba de designar a un nuevo Ministro de Trabajo (Valeriano Gómez, con quién trabajé muchos años asesorando a la UGT y a los gobiernos de Felipe González), con la encomienda de recomponer las relaciones con los sindicatos y desarrollar la reforma laboral recién aprobada por el Parlamento.

(Para FM Aries)

sábado, 30 de octubre de 2010

El exuberante señor Moyano y la autonomía Presidencial

Sin renegar de mi visión crítica sobre determinados aspectos de la gestión de la señora Presidenta, soy uno más de los millones de ciudadanos que en estas emotivas horas de tensión y de esperanza desean que el éxito y la paz la acompañen.

A estas alturas, todo parece indicar que, tras la desaparición física de Néstor Kirchner, no le será fácil desempeñar el siguiente tramo de su mandato: En primer lugar, por las consecuencias operativas que se derivan del fallecimiento de su esposo, que fue hasta su muerte el eje vertebrador de un modelo de conducción de los asuntos públicos basado en la dialéctica “amigo/enemigo”. En segundo lugar, por la existencia de determinadas amenazas a los equilibrios vitales para la gobernabilidad.

En este sentido, quiero dedicar los párrafos que siguen a analizar el papel del núcleo que, desbordando el concepto más clásico y amplio de sindicalismo, comanda el señor Hugo Moyano, en tanto se ha revelado como una amenaza a aquellos equilibrios.

Comenzaré señalando que ninguna democracia moderna funciona razonablemente bien cuando uno o varios actores acumulan un poder excesivo, por mucho que esa concentración se pretenda benéfica para la clase trabajadora; un dato que, por cierto, no se verifica en la Argentina en donde existe un abismo entre los atributos del holding sindical y la situación socioeconómica de los trabajadores.

Nadie ignora que el señor Moyano dispone hoy de una enorme capacidad de movilización callejera; de la posibilidad de ejercer presión abrumadora sobre empresarios, trabajadores y sindicatos díscolos; que puede influir en decisiones públicas (incluyendo sentencias judiciales), sin que quepa descartar su capacidad para incluso vetar actos del Estado. Todos sabemos también que buena parte de esta acumulación es resultado de la alianza sellada en su día por el fallecido Presidente Kirchner y un sector del sindicalismo peronista vertebrado por las organizaciones que actúan en el sector de los transportes.

No obstante, si la Presidenta, en ejercicio de la autonomía política que es consustancial a su investidura, decidiera mantener tal coalición, no sería prudente que lo hiciera a costa de añadir mayores daños a la imperfecta democracia argentina.

Si se advierte el escaso apego que el señor Moyano, a lo largo de su trayectoria, mostró hacia las instituciones de la república, resulta verosímil suponer que no trepidará en forzar nuevas “conquistas”, incluso condicionando gravemente el ejercicio del poder presidencial. Justo cuando el éxito de la señora Presidenta en los asuntos de Estado a su cargo depende de una amplia libertad de movimiento (ejercida, claro está, dentro del esquema constitucional) para resolver los problemas pendientes y afrontar los desafíos futuros.

La autonomía del Estado frente a los poderes fácticos locales y globales y la correlativa autonomía del Gobierno nacional frente a las corporaciones, forman parte del mejor legado que Néstor Kirchner deja a los argentinos y, como no, al Gobierno que preside su viuda. Aun cuando estas conquistas autonomistas se hayan logrado muchas veces al precio de violentar valores superiores, principios éticos e instituciones republicanas, las imprescindibles reformas que recoloquen a la Argentina en el concierto de las democracias avanzadas deberán preservar aquellas autonomías que son la condición necesaria para el desarrollo y la cohesión social, aun cuando ambas no sean suficientes para alcanzarlos (sobre este punto, resultan ilustrativas las ideas de Roberto MANGABEIRA UNGER en "La alternativa de la izquierda”, Editorial Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires – 2010).

Ciertamente son rechazables todos los intentos de colonizar al Estado y a los poderes públicos. Da igual que esos ataques provengan de fuerzas armadas, de empresarios audaces, de sindicalistas aventureros, del crimen organizado, de organizaciones que mediatizan la libertad de expresión, de actores globales públicos o privados, de activistas sociales dispuestos a procurar sus objetivos sobrepasando los límites que impone el Estado de Derecho.

En estas horas donde se definen reacomodamientos cruciales para reemprender la marcha luego de las exequias del ex primer mandatario, el concepto de autonomía del Estado y del Gobierno, junto a la exigencia de respeto a la Constitución, al pluralismo, a la concordia y a la paz cívica, adquiere una importancia central para calibrar los posicionamientos de cada cual.

Me refiero a la autonomía entendida como una garantía capaz de impedir cualquier tentación de bordaberrizar a doña Cristina Fernández de Kirchner; de frenar maniobras para digitar relevos; de rechazar la ficción de distinguir entre “kirchneristas buenos” y “kirchneristas malos” para interferir en la selección de candidatos dentro de las fuerzas que sostienen a la Presidenta. Comportamientos que, además de resultar antidemocráticos, pondrían en grave riesgo la paz social.

¿Qué debería entonces hacer la señora Presidenta para garantizarse y garantizar a todos los equilibrios vitales?

En mi opinión, y sin que esto pueda leerse como un intento de aconsejarla, pienso que doña Cristina Fernández de Kirchner, tendría que avanzar en cinco direcciones:

1) Comprometerse con la plena vigencia de la libertad sindical, receptando la doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, otorgando personería gremial a la Central de los Trabajadores de la Argentina (CTA);

2) Colocar a las Obras Sociales bajo el control de auditores independientes, mientras se pone en marcha una reforma de fondo que las democratice y suprima estructuras corporativas;

3) Liberar la negociación colectiva en las empresas de servicios públicos de la indebida injerencia del Ministro de Infraestructuras;

4) Reforzar la posición del Ministro de Trabajo (que cuenta con la experiencia necesaria);

5) Hacer saber a todos que los comportamientos ilícitos (aun cuando se autocalifiquen de huelgas o busquen torticeramente amparo en el derecho a manifestarse) serán prevenidos y, en su caso, sancionados.

Por lo que se refiere a la voluntad del señor Moyano de dominar al Partido Justicialista, la solución está al alcance de la mano de la Presidenta: bastará con que deje trascender su prescindencia en la puja interna, y los “barones” bonaerenses se encargarán de poner las cosas en su sitio para bien de la democracia y en resguardo de la investidura presidencial.

(Un resumen de este artículo se publica hoy en el diario CLARIN de Buenos Aires. Además, puede consultarse en su versión íntegra en www.iruya.noticias.com )

viernes, 29 de octubre de 2010

Los peligros de las ciénegas

Desde que el mundo es mundo, los seres vivos huimos de las Ciénegas como de la peste. Sabemos de los peligros de lodazales y sitios pantanosos, y de su capacidad para devorar literalmente a quienquiera cometa la imprudencia de pisarlos.

Son pocos los incautos que dan crédito al invento del fabulista genial que fue el barón de MUNCHAUSEN, según el cual emergió de una Ciénega tirándose de su propia cabellera. Me refiero al Barón que se atrevió a sostener ante el Sultán del Imperio Otomano que los vinos del emperador de Austria eran mejores que los producidos en las bodegas del Turco, polémica que dio lugar a un curioso desafío que no viene al caso referir.

Pero no hace falta ir tan lejos, pues aún antes de que el Barón de MUNCHAUSEN fuera leyenda, los salteños conocíamos los peligros de las Ciénegas. Como se recordará, nuestra Ciudad fue fundada por don Hernando de Lerma en un sitio especialmente pantanoso e insalubre, lo que obligó a nuestros paisanos a desarrollar especiales precauciones contra la furia devoradora de las Ciénegas.

A este recordatorio, centrado en la historia natural, cabe sumar una breve referencia al brillante relato que hace Lucrecia MARTEL acerca de las ciénegas espirituales, sociales y familiares que, todo hay que decirlo, acechan casi sin remedio a los salteños, con sus secuelas de abulia, relajamiento, alcohol y erotismo mestizo.

Otros antecedentes históricos hablan de los contratiempos y conflictos que suelen derivarse de la asignación de derechos de propiedad respecto de las Ciénegas salteñas. Me referiré a dos de ellos.

El primero, recuerda que don Hernando de Lerma, guiándose por rumores o por evidencias, vaya uno a saber, decidió encarcelar a su antecesor don Gonzalo de Abreu y Figueroa, a quien acusó de haberse apoderado indebidamente de tierras en zonas probablemente aledañas a la actual finca La Ciénega. Don Hernando, que tenía un genio horrible y actuaba con escasa sujeción a la ley, torturó y vejó de mil maneras al citado con Gonzalo.

El segundo, me toca más de cerca. Cuando, hacia 1964, llegué con mi título de abogado bajo el brazo, el primer asunto a estudiar fue la estafa sufrida por mi abuelo materno, antiguo propietario de la finca La Ciénega, la misma (o casi) que hoy ocupa la atención de la ciudadanía salteña.

En el voluminoso expediente judicial existían pruebas contundentes de que la firma de mi abuelo había sido falsificada por un experto delincuente de aquellos años que, naturalmente, debió contar con la complicidad de algún escribano inescrupuloso que aceptó la firma falsa para inscribir una Escritura de compraventa que nunca existió.

Lamentablemente para los intereses de mi familia, la acciones judiciales contra aquel estafador habían prescripto y nada pude hacer.

Mis conclusiones sobre el asunto son casi obvias. Las Ciénegas son siempre peligrosas, estén en donde esté. El inmueble Finca la Ciénega arrastra una historia signada por querellas y transacciones que dan lugar a dimes y diretes.

(Para FM Aries)

lunes, 25 de octubre de 2010

Asesinato "sindical"

Mariano Ferreira, joven asesinado en el contexto de un conflicto ferroviario, es otra víctima de la violencia que empaña la actividad de los tutores y beneficiarios del modelo sindical argentino.

Un esquema legal y político que concede a la burocracia sindical ventajas que le permiten excluir a competidores, cerrar a cal y canto los caminos de la libertad sindical, transformar a las organizaciones obreras en tapaderas de negocios innobles, y consolidar conducciones dinásticas.

Añado que ese comportamiento violento, de larga trayectoria en la historia argentina, viene alentado por los profetas del odio que, desde las alturas del poder, se empeñan en dividir a los argentinos entre los beatíficos “nosotros” y “ellos”, los perversos.

Esta violencia verbal y física es uno de los hilos que enlazan a los personeros del monopolio sindical, más allá de sus reales o fingidas discrepancias; más allá de la irrelevante distinción entre un sindicalismo oficialista y complaciente (hoy encarnado por el señor Hugo Moyano), y un sindicalismo también oficialista pero contestatario.

El otro hilo conductor es su vocación para pactar con la patronal, en las mesas y por debajo de ellas. Pactar, antes que nada, aquello que garantiza la supervivencia de este modelo envejecido y viciado.

El argumento que permite esta sintonía es el rechazo visceral a las izquierdas que no se someten a los cánones oficiales. En este sentido, el empresariado argentino y los agentes del monopolio sindical pretenden excluir a las izquierdas de los derechos fundamentales.

La negativa del Ministerio de Trabajo a inscribir sindicatos alternativos y a reconocer personería sindical a la Central de los Trabajadores de la Argentina (CTA), es la forma a través de la cual el actual Gobierno acompaña y convalida aquel contubernio, que pervive en abierto desafío a la Constitución y a los fallos de nuestra Suprema Corte de Justicia.

La Argentina precisa avanzar, de forma urgente, hacia un nuevo modelo sindical que incorpore las expresiones plurales de representación obrera, que garantice la democracia interna y que aliente una amplia y autónoma reelaboración de las estrategias y plataformas sindicales. Incluidas las que defiende el emergente sindicalismo de izquierda que, entiendo, debería reforzar su compromiso con el Estado democrático de derecho.

Permítanme una breve alusión al pacto sellado entre el gobierno (este y varios anteriores) y el sindicato ferroviario, para recordar que este mismo pacto, que permite la explotación de trabajadores bajo el pretexto de la tercerización, perjudica a los salteños condenándolos a soportar la decadencia del ferrocarril Belgrano.

Termino rindiendo un personal homenaje a Mariano Ferreira y a todos los trabajadores víctimas de la violencia, y haciendo votos por la pronta recomposición de la paz social.

domingo, 24 de octubre de 2010

Salta: sábado noche

De tarde en tarde consulto a mis amigos sesentistas si se mantienen en actividad. Mi inquietud reside, no en el aspecto laboral o profesional, sino en saber si conservan su curiosidad, su rebeldía, sus ganas de beberse las noches bailando y seduciendo. En el caso de los casados, la pregunta discreta alude a sus legítimas esposas; cuando el encuestado vive sólo, por esas cosas de la vida, la pregunta es más audaz, y se resume en una palabra inicática, pasada de moda “¿ambulas todavía?”.

En general, constato que mis amigos han moderado sus rebeldías pasadas, mantienen viva su curiosidad, sus ganas de saber, pero se retiran pronto a sus aposentos. La noche con música, luces e intentos de seducción, ha dejado de ser su amiga. Unas veces la tos, otras veces la lumbalgia, cuando no la desmemoria los aleja de estos avatares.

Algunos solteros confiesan “ambular” (o sea, salir casi obsesivamente a buscar nuevas parejas para conversar y pasar momentos agradables), pero sin mucho éxito. Desconocen las técnicas contemporáneas, su lenguaje es tan inapropiado como sus ropajes, sus habilidades en la pista de bailes, si alguna vez existió, desapareció con los años, salvo el caso de uno de ellos, gran bailarín y pícaro seductor aún a los 70 años.

Pero seguramente hay cosas que las nuevas generaciones conservan, bien es verdad que bajo otro estilo, con otras palabras y exigencias diferentes. Puesto imaginar, imagino que los jóvenes siguen cayendo atrapados por la fiebre del sábado a la noche.

Imagino peluquerías de señoras llenas desde los viernes por la tarde, aunque se haya seguramente eliminado la laca que daba forma a exóticos peinados femeninos hechos para durar hasta las 2 de la madrugada. Imagino a caballeros con vestimenta informal, en abierta diferencia con los sesentistas que bailábamos de saco y corbata y engominados. Advierto que el ferné ha desplazado al whisky.

Doy por cierto que subsisten las citas en boites y discotecas que admiten sólo parejas, y mis corresponsales me anotician de sitios especialmente diseñados para solos y solas que mantienen la antigua oferta “damas gratis”. Sospecho que han cerrado los zaguanes, que son escasas las citas en bicicleta, que ni los pudientes tienen cotorro. Intuyo que nadie seduce hablando de la soledad y la angustia, ni citando a Sartre o exhibiéndose como experto en Fellini o Bergman.

Sábados y noche han de continuar formando parte de una conjunción que atrae, propicia amores, convoca a la elegancia, refuerza la higiene con perfumes que varían según el presupuesto, despierta apetitos que se sacian en carritos sangucheros o en sofisticados restaurantes, como antes en Peche Mitre.

En fin, mis respetos a mis amigos que se baten dignamente en retirada, y un cordial saludo a quienes cada sábado en Salta reviven antiguas ceremonias íntimas.

viernes, 22 de octubre de 2010

Policia y ciudadanos, unidos para la seguridad

Carecemos los salteños de encuestas de opinión que muestren la evolución de nuestras preferencias y preocupaciones. Sin embargo, es muy probable que la seguridad (o su ausencia) figuren en un lugar destacado; bien sea porque crece el número de delitos, bien por influencia de la televisión que nos anoticia minuto a minuto de la ola criminal que se abate sobre Buenos Aires.

En cualquier caso, los salteños y porteños preocupados por vivir en paz carecemos de ideas que nos permitan aliviar tensiones, de propuestas que nos muestren un futuro mejor en materia de seguridad. Estamos prisioneros dentro de un triángulo que forman los mensajes del Gobierno (que pretenden minimizar el problema), la impericia de la oposición (que se muestra incapaz de superar el estadio infantil de las quejas que miran para otro lado) y las incesantes noticias de robos, secuestros, asesinatos, cortes de calles, suicidios, violencia familiar, comercio de drogas, delitos medioambientales.

El ciudadano común, desorientado, busca responsabilidades unas veces en la pobreza extrema o en los asentamiento, a veces en el llamado garantismo judicial, otras en la drogadicción, cuando no en la corrupción o ineficacia policiales.

Es probable que todos estos hechos contribuyan de alguna manera a potenciar el delito y alienten el clima de temor y desasosiego ciudadanos. Pero quisiera aportar otro punto de vista, ciertamente personal.

El crecimiento del delito y del temor tiene mucho que ver con la ideología que alienta el divorcio entre los ciudadanos y sus fuerzas de seguridad; que desacredita a la policía; que se niega a organizar los derechos de las víctimas y de los victimarios en orden a la paz ciudadana; que tolera la protesta cuando se expresa por medios ilegales; que priva a los cuerpos de seguridad de instrumentos para luchar contra el delito. Estoy convencido que este y muchos de los anteriores gobiernos adhieren a esta ideología perversa que tiene a equiparar orden democrático con represión dictatorial.

En el ámbito más próximo, esta ideología se ve alimentada por la errónea creencia ciudadana de que la Policía de la Provincia de Salta comparte los vicios de la policía bonaerense. Los salteños tendríamos que mirar con ojos más atentos a la realidad que nos circunda. Y, contraviniendo aquella ideología dominante, acercarnos a nuestra policía, organizar la cooperación vecinal con la fuerzas del orden, exigir al Gobierno respeto a sus servidores y mayor esfuerzo presupuestario, solidarizarnos con los policías víctimas del delito.

Contamos, afortunadamente, con una buena policía que, de todos modos, reclama modernización, formación profesional, acceso a las nuevas tecnologías, protocolos de actuación, así como la remoción de los obstáculos que le impiden prevenir eficazmente el delito. Todo ello en el marco de un Programa de Seguridad que debería ser consensuado entre las principales organizaciones políticas y sociales.

jueves, 21 de octubre de 2010

Doña Hebe

La madre adoptada por el anterior jefe del Estado, notoria por sus apelaciones al odio y a la violencia como elementos presuntamente purificadores de la vida de las naciones, acaba de expresar su opinión acerca de la justicia, de nuestra Corte Suprema y de los jueces que la integran.

Las frases vertidas por la Rectora honoraria de una Universidad privada porteña, conforman un auténtico ideario antidemocrático. Añadiré que esta opinión en nada colisiona con el respeto y consideración que siento por la tarea que las Madres de la Plaza de Mayo llevaron adelante en tiempos de la feroz dictadura militar de los años 70; sin embargo, pienso que ese papel histórico no autoriza a ninguna de ellas a propiciar acontecimientos vejatorios del orden republicano

Discrepo, en este sentido, con quienes optaron por subestimar tales declaraciones calificándolas de intrascendentes o resabidas. Entiendo que no resulta prudente despachar con superficialidad unas manifestaciones hechas por alguien tan cercano al núcleo duro del poder político de la Argentina contemporánea. Hay quienes piensan que la señora Rectora honoraria usó de su derecho a opinar, un derecho que ella no dudaría en privar a los portadores de ideas diferentes. Otros entienden que abusó de la libertad de opinar que, como todas las libertades públicas, reconoce límites que preservan derechos de igual o superior jerarquía.

Mientras este conflicto de interpretación se sustancia en los tribunales, es bueno repasar las repercusiones de aquellas deplorables manifestaciones. Y no me referiré aquí a las obvias simpatías que sus palabras despertaron en el extenso entorno presidencial, ni a los rechazos que provocaron en ámbitos judiciales o en ciertos círculos de la oposición.

Prefiero llamar la atención sobre algunos silencios notorios, que unas veces son frutos de complicidades ideológicas y otras del temor que despiertan los profetas del odio. Y deplorar el inexplicable silencio de varios Colegios de Abogados instituciones que, además de tutelar derechos y estatutos de los colegiados, deberían estar en la primera línea de defensa de la independencia de los jueces. Bien es verdad que los abogados, en ocasión de elegir nuestros representantes ante el Consejo de la Magistratura, nos hemos pronunciado mayoritariamente en favor de esta independencia.

Antes de finalizar quisiera referirme al significado de la palabra turro, usada por la señora Rectora honoraria. Desbordando el tímido significado que le atribuye la Real Academia Española, para quién un turro es un tonto o un opa, doña Hebe eligió su significado más duro, barriobajero y vulgar propio de las zonas profundas de la lunfardía, en donde un turro es un tramposo y un sinvergüenza.

No es conforme al orden constitucional que el Presidente de la República, ni los Gobernadores, ni sus epígonos condicionen a los jueces, bien sea al momento de su elección, bien en el momento de ejercer su alta magistratura. El actual gobierno nacional tiene, en este sentido, pésimos antecedentes, entre los que sobresalen el desplazamiento ilegal de jueces y la utilización de su perdida mayoría en el Consejo de la Magistratura para disciplinar jueces, convalidar decisiones contrarias a las leyes, y perseguir a quienes no se someten a sus designios.

(Para FM Aries)

jueves, 7 de octubre de 2010

Educando sexualmente a los salteños

En una columna anterior me manifesté partidario de que el Estado promueva la enseñanza de las religiones, definiendo un marco pluralista, respetuoso de los valores republicanos y del derecho a la objeción de conciencia. Añadía que esta enseñanza no necesariamente debiera impartirse en las escuelas.

El actual debate acerca de la enseñanza sexual me permite completar, de alguna manera, aquellas ideas personales sobre el modo de encarar la transmisión de conocimientos y valores a los niños y jóvenes que asisten a las aulas salteñas. Dejo para otra oportunidad el análisis de la educación sexual que deben recibir quienes, por razon de edad, abandonaron ya las aulas; no sin antes advertir que en este segmento social es dable advertir carencias notorias.

Comienzo marcando una doble discrepancia: La primera, con la pretensión de subordinar la enseñanza sexual a las creencias que profesan las altas autoridades del Ministerio de Educación. La segunda, con quienes proponen abordarla como un asunto exclusivo de la anatomía y la fisiología animal.

No parece razonable que un Estado aconfesional ordene impartir nociones sobre sexualidad enmarcándolas en el dogma religioso según el cual la sexualidad humana existe sólo para reproducir las estirpes; aun cuando esta visión pueda, lógicamente, ser difundida por quienes la profesen. Resulta igualmente rechazable la idea de que entre nuestra sexualidad y la del resto de los animales existe sólo un leve matiz y que, por consiguiente, su enseñanza debe obviar asuntos como el amor, el erotismo, la galantería, la seducción, la responsabilidad, el pudor en sus versiones mas diversas, el papel de los sentidos, el respeto, el compromiso y el misterio que, bajo diferentes modalidades, singularizan la dimensión sexual del ser humano.

Centrar la educación sexual en la abstinencia (como proponen algunas religiones) o exclusivamente en las prácticas anticonceptivas (idea de libertinos rudimentarios y prostibularios), o definir programas sin atender cuidadosamente a la edad y demás condiciones sociales de los alumnos, conduce a empobrecerlos tanto como a promover comportamientos deshumanizantes.

Una educación sexual que merezca el nombre de tal será aquella que contribuya a formar damas y caballeros en condiciones de vivir su sexualidad en sintonía con la felicidad y el humanismo.

El debate público debería comenzar por reconocer que los salteños tenemos, en este asunto, varios problemas: embarazos precoces, abortos sin reglas, violencia, higiene, machismo, ignorancia, procreación irresponsable, y casos de promiscuidad asociados a la marginalidad y la miseria. Sin olvidar las singularidades que se derivan de la "influencia del clima en la pasión amorosa" (STENDHAL), tanto como del mestizaje (especialmente a partir de su componente clachaquí).

Hace falta entonces definir un verdadero Programa de Educación Sexual ajustado a nuestra realidad, y siguiendo los consejos de expertos laicos y no laicos y, si acaso, consultando a pensadores como Octavio Paz ("La llama doble") y Mario Vargas Llosa que han reflexionado sobre esta cuestión tradicionalmente enojosa. Allí debería, por ejemplo, analizarse la pertinencia de promover, a partir de una determinada edad, la lectura de la mejor literatura romántica y erótica. Convendría dejar en claro que en este asunto han de hablar quienes saben, y colocar en un segundo plano a los aficionados y quienes han renunciando al sexo.

Tengo la impresión de que el inicio precoz en las prácticas sexuales, guiado por la televisión e incluso la pornografía de fácil acceso a través de internet, está haciendo daño a muchos de nuestros jóvenes que transitan por la espantosa senda del sexo banal.

martes, 5 de octubre de 2010

Don José Fernández Molina

Mis buenas amigas, hijas del homenajeado, han tenido la deferencia de convocarme a recordar la figura de don José Fernández Molina, hombre de bien, catedrático de la lengua, exquisito y laureado poeta, promotor de bibliotecas populares, estupendo caballero, hombre de la radio, que fuera relevante guía de las familias salteñas que, al mediodía, se citaban para escucharle en su célebre columna “Perdone que lo interrumpa”.

Si el reconocimiento del poeta es amplio, como lo muestra su presencia en las antologías más exigentes, y permanece aún en medio de las dificultades con las que tropiezan los autores salteños para publicar y difundir su obra, la producción de don José Fernández Molina como columnista radial está confinada en la memoria, frágil y fragmentaria, de quienes tuvimos la oportunidad de seguirle a través de las ondas salteñas.

Con aquella su columna “Perdone que lo interrumpa”, don José Fernández Molina enriqueció el éter por casi treinta años. Lo hizo con su lenguaje de un purismo vallisoletano, aportando ideas y reflexiones acerca de lo divino y de lo humano; de la vida y la muerte; de las buenas costumbres; de los valores a conservar; de los vicios a eludir; de la cultura del esfuerzo y de la ética de la solidaridad. en un ejercicio perseverante, de calidad invariable, que me atrevería a emparentar con las columnas periodísticas de los académicos españoles Julián Marías y Fernando Lázaro Carreter.

Gozaba don José Fernández Molina de una envidiable voz, clara y resonante, hecho que acentuaba su fuerza comunicativa ante los micrófonos y en las aulas. Si bien en mis tiempos del colegio nacional de salta (estoy hablando de finales de los años 50) los profesores asistían muy bien vestidos, don José Fernández molina sobresalía por su pulcritud que no desmentía su condición de poeta, en tiempos donde poesía e informalidad solían ir de la mano.

Destacaba también por su sentido de la disciplina que hacia respetar sin asomo de autoritarismos, tanto como por su convicción de que las sociedades, la escuela entre ellas, generan jerarquías que es preciso respetar ajustándolas a los valores republicanos, desmintiendo así, sin estridencias, la hoy difundida creencia de que cualquier escalafón es una rémora de pasados dictatoriales.

Dos cosas llamaban mi atención de joven alumno de castellano y fiel oyente de “Perdone que lo interrumpa”.

En primer lugar, su preferencia por el trato de usted, respetuoso y cálido a la vez, acorde con los cánones del idioma y de los buenos modales. Una elección que convertía en excepcional el elegante tuteo y en extravagante el casi vulgar voseo. Seguramente mi admirado profesor se hubiera llevado las manos a la cabeza al advertir la difusión guaranga del voseo, o al constatar formas idiomáticas que han hecho escuela en el trato cotidiano como esa de llamar abuela a cualquier persona mayor, o papito a cualquier viandante.

La segunda de aquellas singularidades se refiere a su dimensión como profesor. Don José Fernández Molina pertenecía a esa especie de docentes que entienden su profesión no como un mero trámite unidireccional, sino como un diálogo constructivo que pretende enseñar a estudiar y a razonar, y que no descuida la enseñanza del saber estar como materia que debe conjugarse con las ciencias y las artes tradicionales. Integraba, digo, las disminuidas huestes de docentes que se esfuerzan por lograr que sus alumnos aprendan y saquen provecho de cada lección.

Añadiré que, habiendo nacido santiagueño y siendo profundamente salteño por elección, fue por encima de todo un ciudadano del mundo, curioso, conocedor de las antiguas y modernas corrientes del pensamiento y atento a las innovaciones literarias que nacían y circulaban más allá del Valle de Lerma.

Aquella ciudadanía de vocación universal, una condición con la que me siento identificado, era en don José Fernández Molina expresión de su curiosidad, de su apertura mental, de su distancia de los tradicionalismos rudimentarios, de los patriotismos mezquinos.

Su oficio de poeta le llevó a expresar su deseo de vivir en casas con “ventanas generosas”. Lo que para el común de los mortales serían ventanas grandes, el las definía como ventanas generosas. Era un deseo acorde con su vocación de ver y vivir la vida sin anteojeras, de contemplar la realidad con pretensión abarcativa, de superar estrechos localismos sin desdeñar lo local.

Cuando hace unos días un amigo me recordó esto de las ventanas generosas, me resultó inevitable unir esta metáfora de la vida terrenal, con la metáfora bíblica de la puerta estrecha que expresa las dificultades para entrar en el edén.

Desde siempre admiré su formación alberdiana, origen del mejor liberalismo republicano y progresista. Con el paso de los años, he llegado a estimar sobremanera su pertenencia al partido de los moderados. Puede que en los lejanos años sesenta, años de radicalismos, de rupturas generacionales y de turbulencias demoledoras, marcados por el mayo francés, me sorprendiera aquel su talente reposado y casi distante que hoy comprendo, como uno más de los que llegamos rezagados a aquel partido que hoy me ilusiona.

Es justo y oportuno que las autoridades hayan dispuesto rendir en este tiempo un homenaje permanente a don José Fernández Molina, colocando este busto en lugar destacado. Justo por los merecimientos del homenajeado. Oportuno por que evoca a una figura serena, que practicaba el diálogo y la tolerancia, que cultivaba el lenguaje como vehículo que comunica y enriquece a las naciones, que creía en el valor de la buena educación sin dogmas; una figura modesta más allá de su brillo intelectual, alguien que siendo importante, no presumía de ello.
Una figura que no necesitó exhibir credenciales ni buscar afanosamente el poder para obtener el respeto ciudadano.

Me sumo con entusiasmo y convicción a este homenaje que, siendo patrocinado por los poderes públicos, es compartido por los miles que fuimos sus alumnos y sus oyentes.

lunes, 4 de octubre de 2010

Lenguaje y gastronomía en Salta

Hay, si se me permite simplificar, dos modos de percibir los cambios en los usos y costumbres. Uno exige el paso de los años (en el sentido de que para advertirlos es preciso conocer lo anterior y lo nuevo). El otro, es la observación sociológica.

Permítanme referirme hoy a dos terrenos en donde, a mi modo de ver, los cambios se suceden vertiginosamente.

El primero tiene que ver con el lenguaje cotidiano. El habla de los salteños, aun manteniendo algunas de sus características esenciales, cambia a diario. Unas veces para enriquecer la comunicación humana, otras empobreciendo el lenguaje.

La globalización de los medios de comunicación erosiona todos los lenguajes coloquiales y tiende a abrir espacios homogéneos. Así, de repente, giros y palabras venidas de otras latitudes desembarcan y hacen época en Salta para congoja de los tradicionalistas y puristas que tienden a ignorar las distancias que siempre separaron a nuestro castellano del que se habla, por ejemplo, en Valladolid.

Palabras rigurosas como espléndido, magnífico, excelente, han sido reemplazadas por el exasperante “de dié”. Los superlativos que trabajosamente enseñan los profesores de lengua van quedando en el olvido, desde que basta anteponer la partícula “re” para enfatizar sentimientos (“te re-adoro”, “me re-copa”, “me re-indigna”). Las antiguas frases, cargadas de poesía insinuante, usadas para acordar citas amorosas, dejan paso a giros escuetos y ambiguos: “a ver cuándo nos vemo” o “cuándo tomamo un café” o "vamo a chapá".

Nuestra incapacidad para resumir ideas ha popularizado la frase “todo un tema”, que se usa precisamente para cerrar o postergar indefinidamente el tratamiento de ese tema. A su vez, nuestro poder de síntesis apela a la frase “se pudrió todo” para graficar derrotas y fracasos.

El segundo de los espacios donde se producen cambios cotidianos es en el de la gastronomía.
El escueto repertorio de nuestras abuelas, centrado en el maíz y en el dulce de leche, está siendo reemplazado por sofisticadas creaciones de una joven y pujante generación de chefs que invaden todo tipo de restaurantes y de eventos.

Y no me refiero aquí a las herejías como aquella de añadir remolacha al locro o de proponer empanadas de acelga, sino a nuevos productos que a veces importan recetas y otras innovan introduciendo materiales autóctonos como la coca, la quínoa, la chía o los Yacones.

Incluso los tradicionales cócteles con vino en damajuana, sanguchitos de miga, salchichas, milanesa, mortadela y queso criollo, han sido arrumbados en beneficio de dátiles con queso de cabra, aceitunas rellenas con salmón, arrolladitos de quesillo con ciruelas. En fin, nos queda al menos la posibilidad de alternar lo nuevo con nostálgicas escapadas al mejor pasado gastronómico.

(FM Aries)

lunes, 27 de septiembre de 2010

Tan lejos del edén como de los soviets

El actual secretario general de la CGT ganó fama por sus frecuentes exhibiciones de poder que empequeñecen a los liderazgos sindicales que le precedieron.

La historia sindical argentina no recuerda la presencia de una familia capaz de bloquear rutas, sitiar empresas, arrebatar afiliados, paralizar la recogida de basura, desabastecer a fábricas y poblaciones, controlar el paso de las autopistas, influir en el comercio de medicamentos, tutearse con el poder político, y como si esto fuera poco, dirigir el partido peronista de la provincia de Buenos Aires.

El señor Moyano parece disponer, además, de creciente influencia en el Congreso de la Nación. Una influencia que ha usado hasta aquí para frenar determinadas iniciativas, tanto como para impulsar otras que apuntan a reforzar los cimientos del modelo laboral vigente.

El caso es que el líder de la CGT acaba de anunciar un proyecto que ha generado alarma entre la cúpula empresarial. Me refiero a la propuesta de obligar a las compañías a distribuir ganancias entre los trabajadores propios y ajenos.

La patronal argentina, dando por rota la alianza que le uniera con este sector del movimiento sindical a lo largo del ciclo inaugurado en diciembre de 2001, expresa ahora su desagrado con las ideas y los métodos de tan poderoso interlocutor a quién acusa de querer cubanizar a la Argentina y sovietizar las empresas.

Sin embargo, estas frases alarmistas no alcanzan para descalificar la iniciativa. En realidad, expresan la condición esencialmente reaccionaria que, de vez en cuando, aflora en el sector más representativo de nuestro patronato industrial.

Tiene razón el señor Moyano cuando les recuerda que la participación en las utilidades forma parte del incumplido programa que enuncia el artículo 14 bis de la Constitución Nacional.

Esta y otra modalidades de participación obrera son realidad en muchos de los países más desarrollados. Y funcionan sin haber erosionado nunca los cimientos del capitalismo.

Desde mi punto de vista, distante del de la UIA, el proyecto peca de incongruencia en tanto esgrime un párrafo del artículo 14 bis, al mismo tiempo que la CGT oficial usufructúa las ventajas de un modelo que niega la libertad sindical consagrada en idéntico artículo.

Para imponer la participación en las ganancias habría que disolver el monopolio sindical, garantizar la libertad y la democracia sindicales, descentralizar la negociación colectiva y colocar a la productividad como eje de los convenios colectivos de trabajo.

Se trata, precisa y lamentablemente, de reformas que rechazan a coro la patronal y los sindicatos oficiales.

(Para FM Aries)

viernes, 24 de septiembre de 2010

En memoria de mi padre

(Reproduzco un artículo de mi autoría publicado hace diez años en www.iruya.com)


Este 29 de Septiembre, mi padre, Don José Armando Caro, habría cumplido 100 años. Abierto como era a las nuevas ideas y a las nuevas tecnologías, muy probablemente utilizaría Internet para comunicarse con el mundo en reemplazo de la radiotelefonía que, junto con la política, fueron sus dos grandes y precoces aficiones.

En materia política, seguramente continuaría preocupado por trascender los límites estrechos del localismo, por instalar en la Argentina y en Salta una democracia moderna y plena. Trataría, también, de inculcar a los jóvenes, familiares o no, la necesidad de defender la biodiversidad (verdadero eje de una política contemporánea de progreso), y de luchar con inteligencia en pos de mayores niveles de libertad y de igualdad. Con certeza, tomaría distancia de la operación pomposamente llamada "norte grande", que tiende en realidad a coaligar zonas pobres para perpetuar su marginación y las prácticas feudales. En este sentido, un MERCOSUR regionalizado e incluyendo a Chile, Bolivia y Perú, sería su opción estratégica para superar el atraso y derrotar a la pobreza secular.

La radiotelefonía primero, y los viajes después, convirtieron a este salteño nacido al lado de la vieja estación ferroviaria de Cerrillos en un verdadero ciudadano del mundo, sin que ello le alejara de los valores superiores y de la cultura mestiza arraigada en el Valle de Lerma. Mi padre, un auténtico heterodoxo, era capaz de alternar el poncho salteño con una prolija capa madrileña con esclavina o, en los años difíciles de la dictadura de los años 60, mantener en inglés, largos diálogos sobre filosofía y religión con un pastor protestante radicado en Cerrillos. La enorme antena de radio y el diálogo con personas de diferente condición social o intelectual, solían provocar murmuraciones de transeúntes poco informados, cuando no la visita de cabos y comisarios prontos a ejercer todo tipo de censura.

Del radicalismo al peronismo

Para él, miembro de una familia que había sufrido persecuciones en Salta ya a principios del Siglo XIX, esto no era una sorpresa. Siendo muy joven, adscribió al Partido de Alem e Irigoyen donde desempeñó importantes funciones (delegado por Salta a la Convención y miembro de su Comité Nacional), y desde donde se proyectó como un líder estudiantil nacional, llegando a ser Presidente de la Federación Universitaria de La Plata. Su actuación en este campo le permitió tratar, y ayudar, a muchos de los intelectuales republicanos españoles que, como el gran Rafael Alberti o Don Luis Jiménez de Azua, encontraron aquí refugio y alivio a sus dolores. Y también trabar relaciones con lo más granado de la clase dirigente argentina y latinoamericana (Andrés Townsend Ezcurra, entre otros).

Más tarde, el abierto giro a la derecha que significó el apoyo de la UCR a la fórmula encabezada por Don Robustiano Patrón Costas, le alejó del radicalismo acercándolo a los grupos que luego se sumarían a la convocatoria del Coronel Juan Domingo Perón.

Ya en el ámbito salteño, se incorporó al peronismo con personalidades tales como los hermanos Cornejo Linares o San Millán. Mientras el peronismo fue Gobierno en Salta, puede decirse que sus afinidades más acentuadas fueron con la gestión de dos Gobernadores que se movían el centro del espacio político peronista: Don Carlos Xamena (un enfermero que supo desarrollar una gestión exitosa, transparente y volcada a la justicia social); y Don Emilio Espelta (un excelente organizador y buen administrador de los recursos públicos).

Su trayectoria dentro del peronismo es bastante conocida. Sin embargo, lo son menos sus permanentes esfuerzos por democratizarlo políticamente y renovarlo en sus aspectos programáticos. En este sentido, me limitaré a recordar tres acontecimientos significativos.

El primero sucedió en 1952 y tiene que ver con su rechazo a la decisión del Gobierno de entonces de obligar a todos los docentes a llevar luto por la muerte de Doña María Eva Duarte de Perón, por entender que tal medida afectaba a la dignidad de cada cual. El segundo, polémico como todos, fue su apoyo, en 1963, a su amigo Don Alberto Serú García como candidato a Gobernador de la Provincia de Mendoza, en abierto desafío al más cerrado verticalismo que impedía la maduración del Partido Justicialista y retrasaba su compromiso con las prácticas democráticas. El tercero, ya en 1975, se refiere a su impulso a la elección del Senador Don Ítalo Argentino Lúder como Presidente Provisional del Senado, contrariando a los sectores ultramontanos que contribuyeron a la destrucción de la estabilidad democrática y apartándose de quienes ofrecían como única alternativa la defensa cerrada e incondicional de la entonces Presidenta y su entorno.

Durante sus largos años de actuación política experimentó éxitos y fracasos. Tuvo responsabilidades legislativas y ejecutivas, pero también soportó cárceles, persecuciones y la feroz marginación con que las sociedades estrechas castigan a los derrotados políticos. Por experiencia, y por convicciones republicanas, sabía de la periodicidad de los cargos públicos. Esta experiencia, que ejemplifica muy bien la virtual deportación de Santiago del Estero que su familia sufrió tras el golpe de 1955, nos sirvió luego a sus hijos para saber de lo efímero de los honores públicos, vedándonos cualquier tentación de perpetuarnos en posiciones de poder.

En defensa de una democracia tolerante y consensual

Fue, seguramente, la certeza de que los odios políticos nos retrasaron como nación, dividieron familias y alimentaron la violencia terrorista, lo que le hizo un sólido defensor de la tolerancia y de la paz civil y un buscador de consensos. Así, por ejemplo, siendo Diputado Nacional durante la Presidencia de Don Arturo Illia bregó por un acuerdo entre radicales y peronistas, que facilitara la gobernabilidad del país e impidiera un nuevo golpe militar. Este acuerdo estuvo a punto de alcanzarse merced al apoyo de radicales como Don Juan Carlos Pugliese y de muchos peronistas, sin olvidar la participación institucional de su hermano el General Don Carlos Augusto Caro, pero finalmente resultó frustrado por la traición de algunos y el surgimiento del primer pacto sindical militar de clara intencionalidad antidemocrática.

Todos los golpes militares contra el Estado de derecho le tuvieron como un firme adversario. Estuvo contra el derrocamiento y escarnio del Presidente Irigoyen. Resistió las prácticas de la Revolución del 55, llegando a conspirar para restablecer el orden constitucional. Se enfrentó, con palabras y con hechos, a la dictadura de Onganía, período durante el cual se soldó en Salta una férrea alianza entre la vieja guardia y los jóvenes recién llegados al peronismo; en 1970, con 60 años encima, lo vi correr por la Plaza 9 de Julio ante la carga de la policía montada al grito de "cosacos", el mismo apelativo que usara en los años 30 en Córdoba, Rosario o La Plata contra las policías bravas que protegían las prácticas electorales fraudulentas. Descreyó y combatió la violencia y los crímenes montoneros. Alentó, desde sus comienzos, la resistencia multipartidaria contra el bárbaro ciclo inaugurado en 1976 por Jorge Videla.

Política, cultura y tecnologías

Mi padre era, por temporadas, un lector culto y atento, y no solo de temas vinculados al mundo jurídico. Su biblioteca, varias veces arrasada por censuras, lluvias y malos amigos, de esos que no devuelven libros prestados, contenía textos de buena y plural literatura (desde Las Mil y una Noches, a Rubayatt; de Sthendal a Julio César Luzzato, Juan Carlos Dávalos y Manuel J. Castilla, pasando por Thorton Wilder), de filosofía y ciencia política (Alberdi, Ingenieros, Korn Villafañe, de Vedia y Mitre, Harold J. Lasky, o Max Sheller), y de derecho (Jiménez de Azua, Rivarola, Reimundín). Hacia 1970, mucho antes de que el peronismo oficial se reconciliara con Jorge Luis Borges, era uno de sus entusiastas lectores. Tuvo, en 1976 inmediatamente después del golpe, la ocurrencia de regalarme las Obras Completas de Borges, libro que me acompañó durante mi reclusión preventiva y mis primeros años en España.

Su biblioteca cumplió, en el seno de la familia, al menos dos funciones: Una, hacernos a todos sus hijos amantes de la lectura y de los libros. Otra, sugerirnos algunas pautas de lecturas, en todo caso muy plurales. En este sentido, la afición tardía de mi padre por la Biblia, hizo que, pasados los años, descubriera yo mismo el intenso placer de su lectura libre y lo enriquecedor de la sabiduría que sus libros contienen, por encima de todo dogmatismo religioso.

Pero la mayor cantidad de volúmenes correspondía a libros y revistas de radiotelefonía y comunicaciones, que integraban probablemente una de las bibliotecas mas completas de Salta. Y lo fue casi con seguridad, luego de que recibiera el enorme caudal de revistas científicas, en castellano e inglés, que Don Juan Carlos Salomone, un precursor de la globalización, había acumulado en La Viña.

Las ciencias de las telecomunicaciones eran, como dije, una de las pasiones constantes de mi padre. El rigor con que abordaba estos temas, le permitió estar siempre al día de los avances tecnológicos e incluso participar en su desarrollo, como en el caso de la antena que diseñara (DDP), o en el de las investigaciones sobre banda lateral única (SSB) que a la postre resultaron precursoras de la telefonía móvil.

En otro orden de cosas, por aquella época, y estoy refiriéndome a la Salta de los años 50 y 60, existían múltiples lazos entre los políticos y el mundo de la cultura. Así lo atestiguan no solo la presencia de hombres muy cultos que actuaban directamente en política (caso, por ejemplo, de Don Francisco Álvarez Leguizamón o, mas próximo en el tiempo, Pedro González), sino las frecuentes tertulias mixtas donde se hablaba de literatura, música, pintura y política. En este tren, por mi casa de Cerrillos solían pasar poetas (como los hermanos Dávalos), músicos (como Don Gustavo Leguizamón, Leda Valladares, Eduardo Falú o, mas recientemente, Dino Saluzzi), narradores costumbristas (como César Perdiguero), o pintores eximios como Antonio Yutronich. Sin olvidar la ocasional visita de María Elena Walsh.

Un hombre austero y discreto

Ejerció sus responsabilidades públicas con lealtad a la Constitución y a los principios republicanos. Era, si se me permite utilizar una frase no por actual menos vulgar, un hombre de perfil bajo. Eligió siempre la sobriedad y el respeto a todos los ciudadanos y, de modo especial, a sus ocasionales adversarios políticos. Desde muy pequeños sus hijos escuchábamos de su intención de escribir un libro que llevaría por título "La estupidez de creerse importante"; era su modo de marcar distancias con quienes, en Salta y fuera de ella, presumían de títulos, honores y poderes; de quienes ante el menor incidente callejero bramaban el consabido "¿usted no sabe quién soy yo?", a la par que exhibían un portafolio o extraían un carné que los situaba por encima de las leyes y de las reglas sociales.

Si es atinada la diferencia que André Gide marca en su Diario, entre los líderes nuevos que pretenden un éxito inmediato y aquellos que encontraban de lo más natural ser desconocidos, inapreciados e incluso desdeñados hasta pasados los 45 años, Don José Armando Caro era de estos últimos y, como tal, un prolijo cultor de la sobriedad y la austeridad.

Por supuesto, como la mayor parte de los políticos salteños de su generación, no se enriqueció y concurrió a las citas políticas con una constante vocación de servicio. Nunca aceptó las becas y prebendas que en los años 50 venían asociadas a los cargos públicos (permisos para importar autos sin impuestos, terrenos en zonas privilegiadas, créditos blandos).

Las persecuciones a la par que le impidieron retomar su profesión de abogado, le obligaron a subsistir estrechamente con los magros ingresos de un taller de electricidad donde arreglaba planchas, tocadiscos y amplificadores, en sociedad con un grupo humano excepcional compuesto de antiguos artesanos que hacían un culto de la fraternidad y del trabajo por encima de banderías políticas. Mas tarde sus conocimientos en materia de comunicaciones y el buen sentido de varias familias de Cafayate empeñadas en romper el aislamiento, le convirtieron en un técnico encargado del diseño y mantenimiento de la red local de telecomunicaciones.

Aunque a algunos pueda extrañar, Salta tiene varias cosas en común con las prácticas vaticanas medioevales. El nepotismo es una de ellas. Pues bien, Don José Armando Caro nunca lo practicó cuando ejerció cargos públicos y lo repudió como un hábito no por extendido menos malsano, lo cual no dejó de traerle algunos roces con quienes no entendían su empecinamiento en apartarse de algo tan común a todas y por encima de adscripciones partidistas. Dentro de la vida interna del peronismo, le molestaba sobremanera que amigos o adversarios se refirieran al carismo como una línea política centrada en lealtades sanguíneas y que alimentaba sus cuadros en la cantera familiar.

Pudiendo quizá haber apadrinado una operación de tal intencionalidad, fue siempre contrario a este tipo de prácticas que estimaba propias del caudillismo subdesarrollado.

Un buen padre de familia

Don José Armando Caro creyó siempre en la familia como unidad que vertebra las sociedades, incluso las más modernas. Así lo había aprendido de sus mayores, y fue agente y sujeto pasivo de la solidaridad familiar, sin creer, como queda dicho, que esta solidaridad deba ejercerse con recursos del Estado a través del nepotismo. Y es bueno recordar esto ahora que, luego de muchos años de desdén por el hecho familiar, las mas modernas corrientes sociológicas lo revalorizan como parte inestimable del capital social de las naciones mas exitosas.

Un breve paréntesis me permitirá traer a colación otra muestra de la penetrante capacidad analítica de mi padre. Cada vez que nos vimos (y fueron afortunadamente muchas veces) durante mi larga estadía en España y en las charlas que mantuvimos una vez producido el regreso, yo mostraba los enormes contrastes entre las realidades política, económica y social de la Argentina y España; y expresaba mi ansiedad y mi disgusto por la incapacidad de los argentinos (y en concreto, de su clase dirigente) por emprender el camino de la modernización. Mi padre, aun compartiendo la crítica al escenario local y sus actores, me tranquilizaba explicando que aquellas enormes diferencias eran fruto de dos factores: los años de civilización que separan a ambas sociedades, y la pobreza de lo que hoy denominamos capital social de los argentinos.

Cumplió su papel de padre a su manera. Intentando enlazar sus obligaciones con la política (y con sus amarguras) y con su familia. Pienso, ahora y con los años, que mi padre sin contar con un plan predeterminado, procuró hacer de sus hijos hombres libres y preocupados por los asuntos de interés general. Libres de prejuicios sociales e ideológicos, tanto como defensores de la libertad propia y ajena. Interesados por todo lo que atañe a la Argentina, por todo lo que sucede en Salta y por el destino de la humanidad. Preocupados por las injusticias y defensores de la paz. Hombres abiertos a las ideas y a lo nuevo. Ciudadanos de Salta y del mundo. Y, de alguna manera y salvando las imperfecciones propias de toda empresa humana, creo que fue lográndolo. En cualquier caso, los errores son responsabilidad propia.