sábado, 30 de octubre de 2010

El exuberante señor Moyano y la autonomía Presidencial

Sin renegar de mi visión crítica sobre determinados aspectos de la gestión de la señora Presidenta, soy uno más de los millones de ciudadanos que en estas emotivas horas de tensión y de esperanza desean que el éxito y la paz la acompañen.

A estas alturas, todo parece indicar que, tras la desaparición física de Néstor Kirchner, no le será fácil desempeñar el siguiente tramo de su mandato: En primer lugar, por las consecuencias operativas que se derivan del fallecimiento de su esposo, que fue hasta su muerte el eje vertebrador de un modelo de conducción de los asuntos públicos basado en la dialéctica “amigo/enemigo”. En segundo lugar, por la existencia de determinadas amenazas a los equilibrios vitales para la gobernabilidad.

En este sentido, quiero dedicar los párrafos que siguen a analizar el papel del núcleo que, desbordando el concepto más clásico y amplio de sindicalismo, comanda el señor Hugo Moyano, en tanto se ha revelado como una amenaza a aquellos equilibrios.

Comenzaré señalando que ninguna democracia moderna funciona razonablemente bien cuando uno o varios actores acumulan un poder excesivo, por mucho que esa concentración se pretenda benéfica para la clase trabajadora; un dato que, por cierto, no se verifica en la Argentina en donde existe un abismo entre los atributos del holding sindical y la situación socioeconómica de los trabajadores.

Nadie ignora que el señor Moyano dispone hoy de una enorme capacidad de movilización callejera; de la posibilidad de ejercer presión abrumadora sobre empresarios, trabajadores y sindicatos díscolos; que puede influir en decisiones públicas (incluyendo sentencias judiciales), sin que quepa descartar su capacidad para incluso vetar actos del Estado. Todos sabemos también que buena parte de esta acumulación es resultado de la alianza sellada en su día por el fallecido Presidente Kirchner y un sector del sindicalismo peronista vertebrado por las organizaciones que actúan en el sector de los transportes.

No obstante, si la Presidenta, en ejercicio de la autonomía política que es consustancial a su investidura, decidiera mantener tal coalición, no sería prudente que lo hiciera a costa de añadir mayores daños a la imperfecta democracia argentina.

Si se advierte el escaso apego que el señor Moyano, a lo largo de su trayectoria, mostró hacia las instituciones de la república, resulta verosímil suponer que no trepidará en forzar nuevas “conquistas”, incluso condicionando gravemente el ejercicio del poder presidencial. Justo cuando el éxito de la señora Presidenta en los asuntos de Estado a su cargo depende de una amplia libertad de movimiento (ejercida, claro está, dentro del esquema constitucional) para resolver los problemas pendientes y afrontar los desafíos futuros.

La autonomía del Estado frente a los poderes fácticos locales y globales y la correlativa autonomía del Gobierno nacional frente a las corporaciones, forman parte del mejor legado que Néstor Kirchner deja a los argentinos y, como no, al Gobierno que preside su viuda. Aun cuando estas conquistas autonomistas se hayan logrado muchas veces al precio de violentar valores superiores, principios éticos e instituciones republicanas, las imprescindibles reformas que recoloquen a la Argentina en el concierto de las democracias avanzadas deberán preservar aquellas autonomías que son la condición necesaria para el desarrollo y la cohesión social, aun cuando ambas no sean suficientes para alcanzarlos (sobre este punto, resultan ilustrativas las ideas de Roberto MANGABEIRA UNGER en "La alternativa de la izquierda”, Editorial Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires – 2010).

Ciertamente son rechazables todos los intentos de colonizar al Estado y a los poderes públicos. Da igual que esos ataques provengan de fuerzas armadas, de empresarios audaces, de sindicalistas aventureros, del crimen organizado, de organizaciones que mediatizan la libertad de expresión, de actores globales públicos o privados, de activistas sociales dispuestos a procurar sus objetivos sobrepasando los límites que impone el Estado de Derecho.

En estas horas donde se definen reacomodamientos cruciales para reemprender la marcha luego de las exequias del ex primer mandatario, el concepto de autonomía del Estado y del Gobierno, junto a la exigencia de respeto a la Constitución, al pluralismo, a la concordia y a la paz cívica, adquiere una importancia central para calibrar los posicionamientos de cada cual.

Me refiero a la autonomía entendida como una garantía capaz de impedir cualquier tentación de bordaberrizar a doña Cristina Fernández de Kirchner; de frenar maniobras para digitar relevos; de rechazar la ficción de distinguir entre “kirchneristas buenos” y “kirchneristas malos” para interferir en la selección de candidatos dentro de las fuerzas que sostienen a la Presidenta. Comportamientos que, además de resultar antidemocráticos, pondrían en grave riesgo la paz social.

¿Qué debería entonces hacer la señora Presidenta para garantizarse y garantizar a todos los equilibrios vitales?

En mi opinión, y sin que esto pueda leerse como un intento de aconsejarla, pienso que doña Cristina Fernández de Kirchner, tendría que avanzar en cinco direcciones:

1) Comprometerse con la plena vigencia de la libertad sindical, receptando la doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, otorgando personería gremial a la Central de los Trabajadores de la Argentina (CTA);

2) Colocar a las Obras Sociales bajo el control de auditores independientes, mientras se pone en marcha una reforma de fondo que las democratice y suprima estructuras corporativas;

3) Liberar la negociación colectiva en las empresas de servicios públicos de la indebida injerencia del Ministro de Infraestructuras;

4) Reforzar la posición del Ministro de Trabajo (que cuenta con la experiencia necesaria);

5) Hacer saber a todos que los comportamientos ilícitos (aun cuando se autocalifiquen de huelgas o busquen torticeramente amparo en el derecho a manifestarse) serán prevenidos y, en su caso, sancionados.

Por lo que se refiere a la voluntad del señor Moyano de dominar al Partido Justicialista, la solución está al alcance de la mano de la Presidenta: bastará con que deje trascender su prescindencia en la puja interna, y los “barones” bonaerenses se encargarán de poner las cosas en su sitio para bien de la democracia y en resguardo de la investidura presidencial.

(Un resumen de este artículo se publica hoy en el diario CLARIN de Buenos Aires. Además, puede consultarse en su versión íntegra en www.iruya.noticias.com )

viernes, 29 de octubre de 2010

Los peligros de las ciénegas

Desde que el mundo es mundo, los seres vivos huimos de las Ciénegas como de la peste. Sabemos de los peligros de lodazales y sitios pantanosos, y de su capacidad para devorar literalmente a quienquiera cometa la imprudencia de pisarlos.

Son pocos los incautos que dan crédito al invento del fabulista genial que fue el barón de MUNCHAUSEN, según el cual emergió de una Ciénega tirándose de su propia cabellera. Me refiero al Barón que se atrevió a sostener ante el Sultán del Imperio Otomano que los vinos del emperador de Austria eran mejores que los producidos en las bodegas del Turco, polémica que dio lugar a un curioso desafío que no viene al caso referir.

Pero no hace falta ir tan lejos, pues aún antes de que el Barón de MUNCHAUSEN fuera leyenda, los salteños conocíamos los peligros de las Ciénegas. Como se recordará, nuestra Ciudad fue fundada por don Hernando de Lerma en un sitio especialmente pantanoso e insalubre, lo que obligó a nuestros paisanos a desarrollar especiales precauciones contra la furia devoradora de las Ciénegas.

A este recordatorio, centrado en la historia natural, cabe sumar una breve referencia al brillante relato que hace Lucrecia MARTEL acerca de las ciénegas espirituales, sociales y familiares que, todo hay que decirlo, acechan casi sin remedio a los salteños, con sus secuelas de abulia, relajamiento, alcohol y erotismo mestizo.

Otros antecedentes históricos hablan de los contratiempos y conflictos que suelen derivarse de la asignación de derechos de propiedad respecto de las Ciénegas salteñas. Me referiré a dos de ellos.

El primero, recuerda que don Hernando de Lerma, guiándose por rumores o por evidencias, vaya uno a saber, decidió encarcelar a su antecesor don Gonzalo de Abreu y Figueroa, a quien acusó de haberse apoderado indebidamente de tierras en zonas probablemente aledañas a la actual finca La Ciénega. Don Hernando, que tenía un genio horrible y actuaba con escasa sujeción a la ley, torturó y vejó de mil maneras al citado con Gonzalo.

El segundo, me toca más de cerca. Cuando, hacia 1964, llegué con mi título de abogado bajo el brazo, el primer asunto a estudiar fue la estafa sufrida por mi abuelo materno, antiguo propietario de la finca La Ciénega, la misma (o casi) que hoy ocupa la atención de la ciudadanía salteña.

En el voluminoso expediente judicial existían pruebas contundentes de que la firma de mi abuelo había sido falsificada por un experto delincuente de aquellos años que, naturalmente, debió contar con la complicidad de algún escribano inescrupuloso que aceptó la firma falsa para inscribir una Escritura de compraventa que nunca existió.

Lamentablemente para los intereses de mi familia, la acciones judiciales contra aquel estafador habían prescripto y nada pude hacer.

Mis conclusiones sobre el asunto son casi obvias. Las Ciénegas son siempre peligrosas, estén en donde esté. El inmueble Finca la Ciénega arrastra una historia signada por querellas y transacciones que dan lugar a dimes y diretes.

(Para FM Aries)

lunes, 25 de octubre de 2010

Asesinato "sindical"

Mariano Ferreira, joven asesinado en el contexto de un conflicto ferroviario, es otra víctima de la violencia que empaña la actividad de los tutores y beneficiarios del modelo sindical argentino.

Un esquema legal y político que concede a la burocracia sindical ventajas que le permiten excluir a competidores, cerrar a cal y canto los caminos de la libertad sindical, transformar a las organizaciones obreras en tapaderas de negocios innobles, y consolidar conducciones dinásticas.

Añado que ese comportamiento violento, de larga trayectoria en la historia argentina, viene alentado por los profetas del odio que, desde las alturas del poder, se empeñan en dividir a los argentinos entre los beatíficos “nosotros” y “ellos”, los perversos.

Esta violencia verbal y física es uno de los hilos que enlazan a los personeros del monopolio sindical, más allá de sus reales o fingidas discrepancias; más allá de la irrelevante distinción entre un sindicalismo oficialista y complaciente (hoy encarnado por el señor Hugo Moyano), y un sindicalismo también oficialista pero contestatario.

El otro hilo conductor es su vocación para pactar con la patronal, en las mesas y por debajo de ellas. Pactar, antes que nada, aquello que garantiza la supervivencia de este modelo envejecido y viciado.

El argumento que permite esta sintonía es el rechazo visceral a las izquierdas que no se someten a los cánones oficiales. En este sentido, el empresariado argentino y los agentes del monopolio sindical pretenden excluir a las izquierdas de los derechos fundamentales.

La negativa del Ministerio de Trabajo a inscribir sindicatos alternativos y a reconocer personería sindical a la Central de los Trabajadores de la Argentina (CTA), es la forma a través de la cual el actual Gobierno acompaña y convalida aquel contubernio, que pervive en abierto desafío a la Constitución y a los fallos de nuestra Suprema Corte de Justicia.

La Argentina precisa avanzar, de forma urgente, hacia un nuevo modelo sindical que incorpore las expresiones plurales de representación obrera, que garantice la democracia interna y que aliente una amplia y autónoma reelaboración de las estrategias y plataformas sindicales. Incluidas las que defiende el emergente sindicalismo de izquierda que, entiendo, debería reforzar su compromiso con el Estado democrático de derecho.

Permítanme una breve alusión al pacto sellado entre el gobierno (este y varios anteriores) y el sindicato ferroviario, para recordar que este mismo pacto, que permite la explotación de trabajadores bajo el pretexto de la tercerización, perjudica a los salteños condenándolos a soportar la decadencia del ferrocarril Belgrano.

Termino rindiendo un personal homenaje a Mariano Ferreira y a todos los trabajadores víctimas de la violencia, y haciendo votos por la pronta recomposición de la paz social.

domingo, 24 de octubre de 2010

Salta: sábado noche

De tarde en tarde consulto a mis amigos sesentistas si se mantienen en actividad. Mi inquietud reside, no en el aspecto laboral o profesional, sino en saber si conservan su curiosidad, su rebeldía, sus ganas de beberse las noches bailando y seduciendo. En el caso de los casados, la pregunta discreta alude a sus legítimas esposas; cuando el encuestado vive sólo, por esas cosas de la vida, la pregunta es más audaz, y se resume en una palabra inicática, pasada de moda “¿ambulas todavía?”.

En general, constato que mis amigos han moderado sus rebeldías pasadas, mantienen viva su curiosidad, sus ganas de saber, pero se retiran pronto a sus aposentos. La noche con música, luces e intentos de seducción, ha dejado de ser su amiga. Unas veces la tos, otras veces la lumbalgia, cuando no la desmemoria los aleja de estos avatares.

Algunos solteros confiesan “ambular” (o sea, salir casi obsesivamente a buscar nuevas parejas para conversar y pasar momentos agradables), pero sin mucho éxito. Desconocen las técnicas contemporáneas, su lenguaje es tan inapropiado como sus ropajes, sus habilidades en la pista de bailes, si alguna vez existió, desapareció con los años, salvo el caso de uno de ellos, gran bailarín y pícaro seductor aún a los 70 años.

Pero seguramente hay cosas que las nuevas generaciones conservan, bien es verdad que bajo otro estilo, con otras palabras y exigencias diferentes. Puesto imaginar, imagino que los jóvenes siguen cayendo atrapados por la fiebre del sábado a la noche.

Imagino peluquerías de señoras llenas desde los viernes por la tarde, aunque se haya seguramente eliminado la laca que daba forma a exóticos peinados femeninos hechos para durar hasta las 2 de la madrugada. Imagino a caballeros con vestimenta informal, en abierta diferencia con los sesentistas que bailábamos de saco y corbata y engominados. Advierto que el ferné ha desplazado al whisky.

Doy por cierto que subsisten las citas en boites y discotecas que admiten sólo parejas, y mis corresponsales me anotician de sitios especialmente diseñados para solos y solas que mantienen la antigua oferta “damas gratis”. Sospecho que han cerrado los zaguanes, que son escasas las citas en bicicleta, que ni los pudientes tienen cotorro. Intuyo que nadie seduce hablando de la soledad y la angustia, ni citando a Sartre o exhibiéndose como experto en Fellini o Bergman.

Sábados y noche han de continuar formando parte de una conjunción que atrae, propicia amores, convoca a la elegancia, refuerza la higiene con perfumes que varían según el presupuesto, despierta apetitos que se sacian en carritos sangucheros o en sofisticados restaurantes, como antes en Peche Mitre.

En fin, mis respetos a mis amigos que se baten dignamente en retirada, y un cordial saludo a quienes cada sábado en Salta reviven antiguas ceremonias íntimas.