domingo, 3 de junio de 2012

El poder al servicio del disciplinamiento de la sociedad civil

Pienso que dilucidar cuál de los Juanes salteños fue o es más autoritario, es un asunto que en su día deberán encarar los historiadores. Por tanto, que los actores políticos contemporáneos se dividan a causa de este debate, me parece inconducente. En realidad, tal división termina haciendo el juego al Club de los Autócratas. 
Pero por encima de esto, lo cierto es que don Juan Manuel Urtubey se muestra muy activo a la hora de acumular poder (institucional, social, económico y cultural) para imponer sus ambiguas ideas, favorecer a sus fieles y, si acaso, perpetuar una dinastía en el ejercicio del mando.
Una de las fórmulas más eficaces a este fin consiste en la alianza entre Negocios y Política que en Salta viene ensayándose con singular éxito, por lo menos desde 1999. Una fórmula que ha conseguido hacer de la competencia política democrática, un ejercicio reservado a un selecto Club en condiciones de financiar costosas campañas electorales.
Los vértices de las organizaciones empresarias y de los sindicatos guardan respetuoso silencio, les vaya bien o les vaya mal. Saben que si protestan, se exponen al ninguneo, a la represalia. ¿Cómo sino se explica, por ejemplo, el silencio de la CGT local frente a la abrumadora morosidad que afecta a la justicia del trabajo?
A su vez, los partidos políticos han sido, desde 2007, objeto de una prolija estrategia encaminada a desarticularlos, so pretexto de consensos que no expresan sino el reparto de cargos públicos a condición de abandonar los propios idearios. El resultado de esta horrible maniobra es el empobrecimiento de nuestra democracia y la destrucción de alternativas en condiciones de construir y proponer un recambio de gobierno.
La mayoría de las organizaciones y de colegios profesionales parece centrada en la defensa de sus posiciones corporativas y ha renunciado a plantear siquiera asuntos de interés general, como sucede en materia de urbanismo, bosques y recursos naturales.
Las organizaciones no gubernamentales, débiles por definición en nuestro actual entramado social e institucional, se muestran desarticuladas y muchas veces a merced de autorizaciones, controles o subsidios que reparte el Gobierno sin sujeción a pautas objetivas.
Quedan sin embargo muchos valientes, innumerables rebeldes y algunas expresiones de prensa que no parecen dispuestos a dejarse someter por el poder de turno.
Un prolijo y subterráneo entramado de premios, castigos, presiones, amenazas, rendiciones, desprestigios, expresa una vocación contraria a las formas republicanas, como quedó de manifiesto con los ataques que un alto funcionario realizó contra la Senadora por Cafayate, y que fuera felizmente sancionado por el Senado.