sábado, 18 de julio de 2009

Derecho a la Información

De entre los muchos parámetros que se usan para medir la calidad de una democracia, hay uno de especial transcendencia para la vida política salteña: Me refiero al derecho de los ciudadanos a recibir buena información de parte de los gobernantes.

Un derecho que conecta con el núcleo de la democracia representativa y republicana, en tanto contribuye a que los ciudadanos sepan “de que se trata” y puedan ejercer su voto responsablemente.

Según lo que venimos viendo, y a la luz de lo que dispone el artículo 61 de la Constitución de Salta, el gobierno merece un rotundo cero en esta materia.

Véase sino lo que sucede con el Boletín Oficial, pasivo receptor de normas legales que se publican cuidando de que el ciudadano común no se entere de lo que pasa. La técnica para hurtar la información es muy simple: publicar lo accesorio y situar lo relevante en un anexo que no se publica.

Un ejemplo reciente muestra la mecánica: El Boletín Oficial del 2 de julio nos anoticia de un convenio entre la Provincia y el Instituto de Estudios Políticos de Toulousse (representado por una remota Madame Ortiz), pero omite insertar su contenido. Con el agravante de que, en este caso, no hay referencias a que el texto figure en un Anexo. O sea, todo es opaco y reservado.

Las dificultades son directamente insuperables cuando se trata de conocer las normas municipales, ya que nuestros municipios carecen de gacetas de fácil acceso.

Para colmo, como sucede en el caso de mi pueblo (Vaqueros), ciertos Intendentes ni siquiera se dignan responder a los pedidos de información.

Urge entonces cambiar las reglas de funcionamiento del Boletín Oficial, y la sanción de una Ley que garantice el acceso a la información pública a todos los ciudadanos.

(Para FM Aries)

viernes, 17 de julio de 2009

La gripe desnuda las ideologías

En el mundo, los términos Estado, Mercado y Sociedad, centran los debates. En cada país intelectuales, políticos y ciudadanos analizan cuál sea la combinación que mejor contribuya a los objetivos de libertad, prosperidad y justicia.

Si bien los argentinos estamos también preocupados por estos asuntos, nuestros debates carecen de profundidad y serenidad. Aquí, las ideologías, las descalificaciones y los lugares comunes son, lamentablemente, moneda corriente.

En los años 90, el súbito enamoramiento de las mayorías con el Mercado, fue una reacción ante la decadencia y corrupción de un Estado incapaz de prestar los servicios básicos a su cargo.

En los primeros años de esta década, esas mismas mayorías regresaron al estatismo como respuesta a los abusos de muchas empresas privadas, amparados en malas regulaciones.

La grave crisis sanitaria que vivimos, ilumina los términos del debate y muestra nuestras carencias individuales y colectivas.

Asistimos, alarmados, al estrepitoso fracaso del Estado como responsable de la Política de Salud y articulador de los recursos ante la emergencia;

Comprobamos la incapacidad de la industria de proveer los insumos básicos, y la irrupción de precios abusivos;

Y ocultamos piadosamente las dificultades que tenemos como ciudadanos para ajustar nuestras conductas públicas a las reglas elementales de prevención. (Acabo de ver a un paisano estornudar al aire, como siempre, aparatosa y guarangamente).

El tremendo desafío que afrontamos debería servirnos para generar un amplio consenso acerca de la construcción de un Estado realmente capaz de atender las necesidades básicas en materia de salud, seguridad, integración, justicia, educación y control. Un consenso que debería, además, promover comportamientos socialmente responsables de empresas e individuos.

(Para FM Aries)

jueves, 16 de julio de 2009

La sana costumbre de "tomar distancia"

Los salteños organizamos nuestra vida de relación en diferentes niveles de proximidad. Como todo el mundo. Pero hemos construido estilos propios de acercamiento o lejanía.

Disfrutamos, por ejemplo, de la intimidad que propician los amores; rechazamos la distancia del autócrata parapetado detrás de vidrios oscuros. Unos promueven la camaradería. Otros creen aristocrático alejarse de quienes no gozan del privilegio de ser sus parientes.

Hay proximidades desagradables, como las que provoca el tuteo de los confianzudos; y distancias irritantes, como las fundadas en criterios de clase, de poder o de riqueza, o las que crean las vacas sagradas y los opas solemnes.

Pero quiero abordar hoy el tema de las distancias que imponen la urbanidad, los buenos modales y la higiene. En Salta la masificación y el populismo están generalizando las fórmulas más vulgares de proximidad.

No me refiero ahora a nuestra condición de sociedad sin escalafón que tan bien describe el tango Cambalache, sino al abandono de ciertas distancias vitales.

Aludo a esa complacencia con el amontonamiento en espectáculos, oficinas y colectivos; a la inobservancia de la distancia mínima en colas y mercados; al abuso del abrazo y al reemplazo del apretón de manos por el impúdico beso entre varones; al abandono de la sana costumbre escolar de formar fila tomando distancia.

Asistimos también a una excesiva proximidad verbal. Dejo de lado los susurros amorosos y el cálido lenguaje de la fraternidad, para criticar al irreverente tuteo o voseo.

En Salta, ciudad de imaginarios doctores, donde era habitual el trato de usted, incluso en el ámbito familiar, se escuchan estas frases: “mostráme tu DNI abuelito” (en las oficinas muncipales); “qué hora es jefecito” (en la peatonal Alberdi); “que va llevá, papá” (en el mercado San Miguel); “le vuá debé 10 centavos mamita” (en la panadería); “correte pa’dentro hermanito” (en el ómnibus).

Don José Fernández Molina (profesor de lengua castellana, poeta culto, autor de la célebre serie radial "Perdone que lo interrumpa") se avergonzaría de esta deriva guaranga.

(Para FM Aries)

miércoles, 15 de julio de 2009

Vacas sagradas salteñas

La salteña es una sociedad dada a la diatriba y a los homenajes. También a las complicidades, a la piedad, a la iracundia y al olvido.

Estos sentimientos y conductas circulan en la vida política y social, entre profesionales y obreros, en el recinto familiar y en las oficinas.

A veces se expresan abiertamente. Otras circulan entre murmullos.

En el mundo de la política diatribas y homenajes se suceden de manera sorprendente, y el elogio de hoy bien puede augurar la recriminación de mañana.

La abolición de la costumbre de retarse a duelo, el ocaso de ciertas ideas acerca del honor, y una creciente tolerancia hacen más llevaderos estos giros.

En mis épocas de joven irreverente, era un lugar común calificar a ciertos personajes, influyentes y exitosos, como vacas sagradas.

El apelativo pretendía poner de relieve una forma de estar en el mundo, que incluía el caminar erguido con gesto adusto, el vestir tradicional, y un cuidado lenguaje. En realidad, vaca sagrada era aquel que, en cada gesto, se celebraba a si mismo.

En los años sesenta había vacas sagradas de izquierda y de derecha. Eran personajes distantes, importantes y que marcaban pautas en sus respectivas áreas de influencia.

Confrontábamos, casi siempre, con estos exponentes de un mundo que pretendíamos cambiar.

Nuestro sueño de un “hombre nuevo” y de una sociedad igualitaria incluía el deseo de enviar al desván a estos señores acartonados y tradicionalistas.

Pero había quienes soñaban, no con destruir a estos símbolos, sino en desplazarlos convirtiéndose luego en vacas sagradas renovadas.

Algunos lo consiguieron. A ellos, este tiempo de desprecios y desmemoria, y la desaparición de los grandes oradores fúnebres les priva de un merecido homenaje.

(Para FM Aries)

lunes, 13 de julio de 2009

La trampa hegemonizante

Los resultados electorales han merecido infinidad de comentarios en la prensa y apasionan a los sesudos aficionados a la política que frecuentan bares y bancos de las plazas Guemes y 9 de Julio.

En Salta, los resultados muestran algunas novedades: La irrupción de la alianza “Salta Somos Todos”; el hundimiento del PRS; o la cantidad de salteños que opta por no votar.

Y han producido desazón en el Gobierno que, confiado en el abuso del dinero público, descontaba un rotundo triunfo de su ubicuo candidato, y había prometido al matrimonio gobernante contribuir con dos diputados a la profundización del modelo.

Los resultados pueden leerse también en clave de aparatos e intendentes; de lealtades y traiciones; o en función del grado de desarrollo cívico de nuestros pueblos y ciudades.

En este sentido, pienso que el clientelismo conserva eficacia en los departamentos condenados al atraso y en los barrios más pobres, y está perdiéndola allí donde el electorado madura.

Pero más allá de todo esto, quisiera traer a consideración de la audiencia un serio problema institucional: Me refiero a las reglas encargadas de traducir los votos ciudadanos en bancas legislativas.

Así como en el siglo XIX nuestros antiguos “orejudos” o conservadores diseñaron un sistema electoral para perpetuarse, la fuerza que en 1986 reformó nuestra constitución y en 1987 sancionó la Ley Electoral, dejó todo atado en beneficio de una nueva hegemonía alrededor de familias, símbolos e intereses económicos.

Por mucho que cambie el voto de los salteños, la Legislatura Provincial, sobre todo el Senado, seguirá en manos de ese Régimen que, aunque a veces cambie de caras, reconoce su identidad en la opacidad, el descontrol y el desden por los valores de la república.

Dicho de otro modo: la consolidación de la democracia en Salta, exige la reforma de la Ley Electoral.

(Para FM Aries)