viernes, 8 de abril de 2011

Un mundo inhóspito para solitarios

Siempre es para mí un placer reunirme con gente inteligente. Ocurrió la semana pasada con motivo de un seminario sobre economía y servicios en la Argentina y en el mundo.

Félix Peña, ex subsecretario de relaciones exteriores y uno de los principales negociadores del tratado que dio nacimiento al MERCOSUR, explicó los principales aspectos de las relaciones internacionales. Lo hizo anunciando el título de un libro suyo que nunca escribió: “El mundo se ha vuelto inhóspito para solitarios”.

Una forma de enfatizar en la imperiosa necesidad de avanzar hacia formas cada vez más plenas de integración planetaria. Integrarse en el mundo, desde Salta, por ejemplo, exige no solo una vocación de comprender lo lejano y distinto, sino una especial capacidad de desarrollar instituciones globalmente homologables, de pensar la producción en una dimensión internacional.

Mi intervención en aquel seminario internacional intentó explicar el caso de Salta, caracterizado por un espectacular crecimiento de la riqueza, acompañado de un no menos espectacular aumento de la pobreza.

A mi modo de ver, esta severa distorsión económica y social es el resultado de nuestras escuálidas instituciones, de la pésima calidad de nuestra vida política, de las debilidades del federalismo y, de su contracara, el centralismo que nos condena al subdesarrollo a cambio de subsidios diseñados para perpetuar la pobreza. Los empresarios que invierten en Salta no tienen, en realidad, ningún interés en contribuir a que nuestra Provincia sea un espacio integrado de libertad y equidad.

¿Para qué industrializar la producción agropecuaria, con los riesgos institucionales que existen? ¿Para qué pensar en las góndolas de Shanghái si ganan lo suficiente vendiendo granos sin valor añadido?

Muchos de los empresarios nativos carecen del capital necesario (también de la capacidad gerencial) para dar el salto que los sitúe en el mundo. Ellos piensan en los gobiernos como dispensadores de subsidios y privilegios. A su vez, los gobernantes saben que para perpetuarse, no hay que despertar al gigante ni educar el soberano.

Los empresarios que invierten desde otros territorios, eligen actividades con bajo riesgo. Es fácil abandonar miles de hectáreas sin producción, sabiendo que luego (cuando cese la amenaza) pueden regresar. Y muy difícil desmontar fábricas de biocombustibles o plantas procesadoras de carnes o legumbres. Y esos riesgos, que frenan nuestro crecimiento, lo generan los gobiernos, las malas leyes y algunos actores sociales.

Hubo décadas donde la pobreza fue una consecuencia casi inexorable de las dimensiones y de la performance de nuestra economía. Hoy, la pobreza es fruto de decisiones políticas explícitas de quienes detentan los grandes poderes. Ellos saben que mantener la pobreza subsidiada es parte de su negocio.

1 comentario:

Mario D. La Gatto dijo...

Concuerdo en género, número y grado.