lunes, 3 de septiembre de 2012

Pobreza, educación y convivencia

En la Argentina de los últimos 30 años y más allá de matices, las políticas de lucha contra la pobreza giraron alrededor de una concepción economicista. Al definir la pobreza como la carencia de bienes materiales, resulta casi inevitable circunscribir las medidas al otorgamiento de subsidios y a la provisión de ciertos servicios esenciales.

Conviene señalar que, dentro de este paradigma, el Estado es el agente encargado de proveer ayudas y servicios; una función que, como es notorio, cumplió y cumple atendiendo a condicionantes ideológicos y económicos.
Sin embargo, ni los debates políticos ni los instrumentos de intervención pública tienen como meta atender a las singulares carencias culturales que marginan a los pobres que malviven en nuestro país y, muy especialmente, en el norte argentino.

La crisis de la religión, de la familia y de la escuela, así como la irrupción de la televisión y de Internet profundizaron las brechas que fragmentan nuestra sociedad. Dicho en otros términos: La ruptura de los cánones culturales y de muchos de los valores que vertebraron nuestras comunidades y nos aleja de los objetivos constitucionales de libertad, igualdad y bienestar.

La inaceptable politización de la enseñanza
Quienes gobiernan la Nación y la Provincia se han propuesto politizar la enseñanza, siguiendo un modelo que aplican en el ámbito de la cultura, de los medios de comunicación y de las cárceles. Estamos ante un gravísimo atentado a la democracia constitucional, por mucho que se acuda a precedentes nefastos tales como la educación peronista (1945/1955) o la educación antiperonista (1955/1958).

Desde una óptica democrática, el único contenido Político que tiene cabida en la enseñanza es aquel que promueve la observancia de la Constitución; que educa en el respeto a los derechos y deberes fundamentales; que apunta a formar ciudadanos libres, solidarios y  tolerantes, y no súbditos de los poderosos de turno.
La educación no puede ser una herramienta para perpetuarse en el poder. Tampoco el ámbito de acciones sindicales que encubren estrategias partidistas. 

La educación frente a la pobreza cultural en Salta
Los agentes políticos y la opinión pública local perciben esta crisis múltiple en sus manifestaciones patológicas: Crimen, inseguridad, violencia familiar, desórdenes sexuales, embarazos infantiles, drogadicción y alcoholismo juveniles. Cuando reaccionan, lo hacen sin disponer de un diagnóstico global y consensuado que permita comprender qué está sucediendo.

Como ha quedado de manifiesto en una interesante experiencia abierta a la comunidad que se lleva a cabo en el área Castellanos/San Lorenzo/Atocha, la solución de los problemas más acuciantes demanda una profunda reconversión de la enseñanza que incorpore a todos los actores y a todas las ideas.
Parece evidente que las personas de menores recursos carecen de las herramientas imprescindibles para procesar sus conflictos familiares, vecinales, escolares y para atender los tremendos desafíos que les plantean la violencia, la falta de oportunidades, las adicciones e incluso la sexualidad.

Es bueno recordar que el Estado provincial dispone, a través de escuelas y centros de salud, de la más abarcativa red en condiciones de abordar el fenomenal desafío de la convivencia y la cohesión social.
Si bien es conocido que escuelas salteñas se han hecho cargo de la alimentación de los niños de familias pobres, se sabe menos que muchos maestros y médicos, sin disponer de las herramientas y competencias imprescindibles, están atendiendo a las nuevas demandas de las personas en situación de pobreza.  

A su vez, el Gobernador de Salta, preocupado por acumular poder y por satisfacer anacrónicas ideologías, no logró -ni de lejos- resolver la crisis escolar.
A mi entender, la Escuela tendría que articular la participación de los padres, de las organizaciones no gubernamentales y de las personas de buena voluntad; en este sentido sorprende la falta de compromiso de los que más tienen con los problemas de la educación pública. En materia de contenidos, la escuela debería desarrollar, por ejemplo, talleres de educación sexual (que, respetando las edades de los educandos, relacionen la sexualidad con el amor, la dignidad humana, y la libertad), y planes de formación para la solución de conflictos interpersonales. En paralelo, los municipios deberían contar con servicios de apoyo en estas materias.

Estoy convencido de que urge abrir un debate acerca de la necesidad de remplazar el esquema enciclopedista, confesional, unitario y euro centrista, por un modelo de educación para la convivencia humana y ambiental que combine lo global con lo local, que armonice lo común con lo diverso. Un modelo pluralista que, sin sectorializaciones políticas, promueva el diálogo y la formación para la paz, la libertad, la solidaridad y el compromiso cívico.
(Para "El Tribuno" de Salta)

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