viernes, 23 de noviembre de 2012

Huelga General en Noviembre


Varias confederaciones sindicales han llevado a cabo la primera huelga general contra un Gobierno Kirchner.

En mi particular opinión, la huelga general del martes pasado marcó el inicio de una nueva etapa en las relaciones político-laborales entre el Gobierno y los trabajadores organizados. Una etapa donde se asienta una modalidad de pluralismo sindical que, renegando de las cláusulas monopólicas de la Ley Sindical, se traduce en la actuación de cinco confederaciones obreras y de representaciones asamblearias y de fábrica que cuestionan la representatividad de los sindicatos oficiales.

La segunda novedad, radica en las reivindicaciones planteadas por la CGT-Moyano, la CGT-Barrionuevo y la CTA-Michelli, que son compartidas por las otras dos confederaciones. Me refiero a las demandas contra el impuesto a las ganancias y los topes a las asignaciones familiares, y a la exigencia de devolución de dineros de las Obras Sociales retenidos indebidamente por el Estado. Si se me permite una estimación a ojo, diría que la huelga pretende obtener del Gobierno un cheque de alrededor de 30 mil millones de pesos.

La gestión de doña Cristina Fernández de Kirchner en materia de relaciones laborales y sindicales, difiere sobremanera de los lineamientos ideados por el Fundador del modelo. Un poco a raíz de las diferencias económicas (aquellos 30 mil millones), y otro poco por la escasa propensión al diálogo que caracteriza a la actual Presidenta de la República, lo cierto es que el mapa de alianzas cambió radicalmente: Mientras que los viejos y gordos oficialistas de siempre han recuperado el papel protagónico de otros tiempos, los combativos amansados por Néstor Kirchner se han pasado a la vereda de enfrente y soportan peligrosas diatribas, como aquella que identifica a Moyano con Augusto Vandor, asesinado en 1969 por el terrorismo sedicentemente peronista.

La tercera novedad, en este caso relativa, es la diagramación de los piquetes procurando sitiar ciudades y fábricas. Al menos desde los años 50 se sabe que paralizando el transporte se amplifican los efectos de una huelga general. Lo novedoso en este caso es que los sindicatos del transporte (especialmente el de camioneros) disfrutan de un poder contundente gracias a las concesiones institucionales hechas en tiempos de Néstor Kirchner. Si bien el pasado 20 de noviembre tamaño poder se ejerció calculadamente, hay que reconocer que el post kirchnerismo heredará un poder “demasiado grande” para pactar.

Los camiones, desplegados estratégicamente, colapsan pasos fronterizos, cierran vías de accesos a las metrópolis, paralizan suministros esenciales y, por extensión, afectan la actividad de quienes deciden no seguir la huelga.

En este contexto, el Estado democrático carece de herramientas para garantizar la libertad de trabajo y frenar abusos. Es una consecuencia de las concesiones a camioneros y de la errónea reglamentación del derecho de huelga.

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