martes, 5 de noviembre de 2013

La inflación, ese infierno tan temido

El avance desmedido de los precios causa estragos en los presupuestos familiares y en la actividad de muchas empresas. Vivimos sobresaltados, sin saber qué poder de compra tendrán, cada día, nuestros ingresos. Los industriales y los comerciantes -recayendo en viejas costumbres-, se adelantan y remarcan precios temiendo que un error de cálculo termine disminuyendo ventas, sumergiéndolos en crisis y quebrantos.

No obstante, son los salarios y las jubilaciones las rentas que con mayor contundencia sufren los efectos de los precios desbocados. En este terreno, mientras que unos pocos trabajadores (los representados por sindicatos capaces de enfrentar las directrices del Gobierno) pueden defenderse, la mayoría de ellos está a merced de la inflación. Así les sucede, por ejemplo, a quienes trabajan en negro, están fuera de convenio, o tienen por empleador a PYMES víctimas del mismo flagelo.

La influencia que el Gobierno ejerce sobre el “movimiento obrero organizado”, determina que los sindicatos oficiales (prisioneros de un régimen monopólico que les concede privilegios a cambio de obediencia) se vean forzados a aceptar los techos reivindicativos que les traslada el Ministro de Trabajo.

Por supuesto, hay sectores que, por presión de las comisiones internas en manos de la izquierda o por la indignación de los trabajadores, desoyen aquellas directivas y (está sucediendo ahora mismo), se aprestan a exigir la reapertura de las paritarias para revisar los salarios antes de los plazos legales.

Esta situación reavivará la “puja distributiva” (una vieja conocida de nuestras relaciones colectivas de trabajo), con el final que en su día graficara el General Perón: Los precios subirán por el ascensor y los salarios por la escalera.

En este escenario, todo parece indicar que en los próximos meses la severa inflación incrementará las huelgas protagonizadas por sindicatos desorientados pero anclados en sus tradiciones corporativas que ignoran el concepto de “clase trabajadora” y les llevan a intentar proteger a los afiliados desentendiéndose del resto de sus compañeros de condición.       

Ciertamente nos les va mejor a los jubilados cuyos haberes globales, al menos desde 2001, vienen perdiendo puntos respecto de la inflación, con la consiguiente desmejora de su calidad de vida. Con el agravante de que carecen de capacidad de presión suficiente para lograr que el Gobierno haga lo necesario para mantener su poder de compra. Fracasan cuando se dirigen al Congreso de la Nación, y vuelven a fracasar cuando recurren a los tribunales de justicia.

De la mano de la inflación galopante los argentinos perdemos día a día capacidad de ahorro; con el agravante de que el dólar, principal instrumento al alcance de los ahorristas menos informados, está intervenido por el Gobierno que persigue su comercialización con mayor empeño que el que pone en asegurar nuestras fronteras.

La inflación y las instituciones

La inflación provoca también efectos negativos en nuestra vida política. La concentración del poder en el vértice del Gobierno de la Nación, con el consiguiente debilitamiento de las autonomías provinciales y municipales, es una de aquellas consecuencias.

Siendo que el poder central controla la emisión monetaria, las retenciones a la exportación y la parte más relevante de la presión tributaria, las Provincias pierden día a día recursos y facultades para desarrollar políticas activas y, si acaso, concurrir en auxilio de las víctimas de la inflación.

Por esta vía, reaparece otra vieja imagen: La de Gobernadores viajando a la Capital Federal a procurar recursos que fluyen en funciones de lealtades y simpatías. Una discrecionalidad que, dicho sea de paso, perjudica a la Provincia de Salta a raíz de la ubicuidad, negligencia o ideario de nuestro Primer magistrado.

El Congreso de la Nación es otro de los perdedores: Su potestad de asignar gastos e incidir en la ejecución presupuestaria resulta diluida por la marcha de los precios combinada con el otorgamiento de súper poderes a un Poder Ejecutivo que ha creado el concepto de emergencia económica perpetua.

Precios administrados y precios liberados

Si bien la inflación verdadera es elevada, las mediciones ocultan la presencia de tarifas artificialmente sostenidas por cuantiosos subsidios que, de un lado, son fuente de inequidades y corrupción y, de otro, ponen a las cuentas públicas en una situación insostenible. En este terreno, el inevitable sinceramiento de estos precios augura tensiones y sufrimientos añadidos que caerán sobre las espaldas de quienes reciben rentas fijas.

Pronto, cuando haya digerido los resultados electorales, el Gobierno deberá adoptar medidas: ¿Continuará improvisando, mintiendo y reprimiendo? O, por el contrario, ¿articulará una política que despeje incógnitas y restablezca las condiciones para que nuestro potencial productivo se despliegue en el mundo? ¿Seguirá rutinas autoritarias o buscará consensos? ¿Postergará al agro en beneficio del viejo país industrial? ¿Gobernará con pipiolos o recurrirá a expertos?

En cualquier caso, parece inevitable que el malestar ocasionado por la escalada de precios influya en la elección de este domingo.

No hay comentarios: