lunes, 25 de noviembre de 2013

PERÓN Y CRISTINA FRENTE A SENDAS CRISIS ECONOMICAS

1.- Los giros agónicos del “primer peronismo”

En el ocaso de su segundo mandato constitucional, el Presidente Juan Domingo PERÓN dispuso tres giros sustantivos:

a) Tras los criminales bombardeos a Plaza de Mayo de junio de 1955, tendió (infructuosamente) la mano a los opositores[1];

b) Sumó a la alicaída explotación petrolera monopolizada por la estatal YPF a la “California Argentina”, subsidiaria, nada menos, que de la norteamericana STANDAR OIL, en la búsqueda del autoabastecimiento en materia de combustibles; y,

c) Anunció la entrada en un ciclo de moderación salarial, que sucedería a la etapa anterior (1946/1949) en donde los salarios reales crecieron más del 60%.

Como broche final, PERÓN convocó, bajo la consigna “Producir, producir, producir”, al Congreso Nacional de la Productividad[2], un foro tripartito encargado de sentar las bases para un nuevo modelo de relaciones laborales, flexible y en condiciones de responder a los desafíos de los delegados del personal que, de un lado, rechazaban la moderación salarial y, de otro, impugnaban a la burocracia sindical obediente del vértice político.

Uno de los objetivos centrales del Congreso y de sus conclusiones fue vincular nuevas mejoras salariales a la evolución positiva de la productividad lo que pondría a prueba la disciplina de las cúpulas sindicales respecto del vértice político y su capacidad de soportar el embate de las organizaciones de base.

Conviene añadir que el giro impulsado por el Presidente PERÓN y que se tradujo en su “Segundo Plan Quinquenal”, incluyó medidas para impulsar las exportaciones agropecuarias[3], en un intento por revertir una política para la producción del campo que a esas alturas se revelaba insostenible e inadecuada.  

Las nuevas medidas fueron celebradas por el conservador (ex socialista) Federico PINEDO que, sin embargo, no logró convencer a sus correligionarios conservadores acerca de la conveniencia de apoyar el triple giro peronista[4] que situaba la nueva política económica de PERÓN en las cercanías de la dogmática liberal y capitalista de aquel tiempo. 

El golpe cívico militar de 1955 arrumbó los intentos reformistas con los que PERÓN pretendía resolver la crisis energética, superar la “restricción externa” (vale decir, la falta de divisas para impulsar las importaciones imprescindibles para la marcha de la economía nacional[5]), revertir las pérdidas de competitividad que experimentaba dramáticamente la producción local, liquidar la espiral precios/salarios, y dejar atrás los odios que fragmentaban a la Argentina de aquel tiempo.

2.- El “tercer peronismo” promete cambios

En un contexto marcado por ciertas analogías[6] con este lejano pasado, doña Cristina FERNÁNDEZ de KIRCHNER, al retornar de su licencia por razones de salud, y detrás de las consabidas apelaciones a la “profundización del modelo”, realizó tres anuncios -a los que me referiré en seguida- que marcan la intención de modificar varios cursos de acción, con el indisimulado propósito de adecuarlos a los resultados electorales adversos y a los severos desafíos que vienen del lado de la economía y que se traducen en creciente malestar social.

En esta etapa, las insistentes referencias a la “profundización del modelo” cumplen, seguramente, el papel de tranquilizar a la tropa propia, educada en las consignas del “No pasarán”, y “Ni un paso atrás”. Sin embargo, provocan también un efecto secundario: Desorientan a la oposición dogmática y a ciertos analistas superficiales que se quedan en estas frases provocadoras sin alcanzar a desentrañar las nuevas directrices de la Presidenta de la República[7].  

Permítanme recordar que, en los años de 1990, el Presidente Carlos Saúl MENEM, al presentar sus políticas, solía destacar que las mismas respondían a las enseñanzas legadas por Juan Domingo PERÓN; apelaba a este argumento de autoridad aun cuando -a mi modo de ver- las medidas se situaran lejos del ideario del “primer peronismo”. La Presidenta KIRCHNER utiliza el mismo recurso: Cuando se ve forzada a rectificar, explica que, en realidad, se trata de profundizar el modelo; inmediatamente, los formadores de opinión centran los análisis en esta frase e ignoran el sentido y los alcances de las rectificaciones -en ocasiones, zigzagueantes- que, desde hace un par de años viene ordenando el actual Gobierno. 

3.- La nueva agenda para problemas que no admiten demoras

En aquella breve reaparición pública, la Presidenta, con inusual sobriedad verbal, habló de la necesidad de dialogar con la oposición, defendió una política energética sin prejuicios ideológicos (lo que equivale a una reiteración de su sorpresivo abandono del acendrado “nacionalismo petrolero[8] que condujo a la confiscación de REPSOL), y puso énfasis en uno de los principales problemas que lastran la competitividad de nuestra producción: los costos del transporte que, entre otros efectos negativos, castigan a quienes producen bienes exportables en zonas alejadas de los puntos de consumo.

Para este nuevo rumbo, doña Cristina FERNÁNDEZ de KIRCHNER modificó criteriosamente su gabinete y alentó la reapertura del diálogo con los sindicatos oficialistas y con los empresarios igualmente oficialistas[9], con miras a aminorar las pujas distributivas y, si acaso, sumarlos a las medidas económicas, fiscales y cambiarias que habrán de disponerse para poner en caja a la inflación galopante.

Si bien esta medida merece ser criticada en cuanto deja de lado a las organizaciones opositoras, resulta positivo que el Gobierno se decida a abordar los principales problemas económicos (inflación, empleo, competitividad), escuchando a un sector de las fuerzas de la producción. Repárese en el hecho de que este giro en materia de relaciones del trabajo se suma a las rectificaciones que, por ejemplo, modificaron los criterios de actuación frente a las protestas obreras y no obreras[10], ratificaron los ejes de la Ley de Riesgos de Trabajo, o que condujeron al discreto abandono de la retórica de las “paritarias libres”; esto es, sin piso ni techo impuestos por Decretos del Gobierno.

La exclusión de las fuerzas obreras que defienden su autonomía y discrepan del rumbo kirchnerista, es reprobable por motivos vinculados con la libertad sindical, pero también por razones de eficacia que atienden a la capacidad de las centrales opositoras (CGT-MOYANO, CTA-MICHELLI) y de las representaciones de base controladas por la izquierda plural para desbordar eventuales acuerdos de cúpulas.

En cualquier caso, comienza a resultar evidente que una política antiinflacionaria consistente con la negociación colectiva y con la paz laboral, requiere de algún tipo de pacto social que promueva el empleo y contribuya a moderar precios y salarios[11].

4.- El último bienio kirchnerista  

Con todas las precauciones que aconsejan los antecedentes erráticos que singularizan a su gobierno, pienso que en su retorno la señora Presidenta ha dado muestras de realismo:

En lo institucional y como consecuencia de las movilizaciones ciudadanas y de los últimos resultados electorales, aparecen archivados los planes de reelección y las ideas de sancionar una Constitución Nacional Kirchnerista; no obstante, el empeño que sectores oficialistas ponen en reformar -sin los imprescindibles consensos- el Código Civil es un peligroso resabio de esta tendencia.

En el terreno económico, el Gobierno -mientras sigilosamente avanza en la “devaluación interna[12] del peso- parece decido a abordar los problemas reales y atender los reclamos de quienes sufren las consecuencias de pésimas decisiones que una oposición descolocada atribuye al genio maligno del demitido Secretario de Comercio.

Por supuesto, ni el giro pragmático de la Presidenta ni los primeros movimientos de sus ministros son garantía de éxito.

Hará falta mucha firmeza, talento y conocimientos técnicos para revertir errores y crear las condiciones para que la Argentina aproveche las oportunidades que el mundo brinda a los países productores de alimentos. Hará falta también leer correctamente el nuevo escenario mundial y situar las políticas nacionales en sintonía con las mega tendencias económicas y tecnológicas, muy bien explicadas por Jorge CASTRO[13].

Sin embargo, por aquello de que el “tercer peronismo” es también incorregible, hay que esperar que más allá de las rectificaciones que apuntan en la buena dirección, el Gobierno insista en su estrategia de acumulación de poder y en sus intentos por controlar jueces, medios de comunicación, sindicatos, colegios, cámaras empresarias, universidades, el deporte, la cultura y los espectáculos. Pero esta es otra batalla en donde los profetas de la “comunidad organizada sectaria y excluyente”, enfrentan una creciente resistencia intelectual protagonizada por los defensores de las libertades y del pluralismo; o sea, por quienes pretendemos una Argentina democrática.

5.- Breve comparación de las agendas peronistas

Señalados los puntos de contacto que vinculan al giro del primer peronismo (1954/1955), con los escuetos anuncios presidenciales del pasado 10 de noviembre de 2013, resulta imprescindible destacar que la nueva agenda kirchnerista ha omitido (al menos hasta ahora) medidas para impulsar las exportaciones agropecuarias, reconstruyendo las relaciones con las fuerzas representativas de los productores y exportadores. A su vez, la apuesta presidencial por reducir costos que desalientan las exportaciones carece (también por ahora) de las necesarias concreciones y aparece limitada al transporte, sin abarcar otros factores que perjudican la competitividad de nuestra producción.

6.- La posición de Salta ante este giro incipiente

Sobre este punto, destaca el fracaso de los intentos de nuestro Gobernador por “saltar” a la escena nacional sobre las espaldas de los salteños. Vanas han sido sus concesiones al poder central en materia de bosques, petróleo, retenciones, ferrocarriles, infraestructuras y coparticipación. Pero todo hace pensar que el señor URTUBEY -lejos de propósitos de enmienda, sin tapujos ni prejuicios republicanos-, volcará todo el poder y los recursos acumulados en estos seis años, para conseguir otra reelección. Un objetivo que, afortunadamente, no depende de él ni de sus epígonos, sino del acierto de los ciudadanos que deseamos un cambio democrático. 

Vaqueros, 24 de noviembre de 2013




[1] Véase su discurso de 10 de julio de 1955 que rectificó su anterior -terrible- consigna “por cada uno de los nuestros que caigan, caerán cinco de ellos”.
[2] GIMENEZ ZAPIOLA, Marcos “La concertación peronista de 1955: El Congreso de la Productividad”, Editorial LEGASA, Buenos Aires  - 1988. BITRAN, Rafael   El Congreso de la Productividad”, Editorial EL BLOQUE, Buenos Aires – 1994.
[3] Como ocurriría 60 años después, el primer peronismo que impuso la estatización del comercio exterior agropecuario (IAPI), perdió la oportunidad que a la Argentina brindaban unos términos de intercambio internacional (TII) excepcionalmente favorables.
[4] CASTRO, Jorge “El desarrollismo del siglo XXI”, editorial PLUMA DIGITAL, Buenos Aires – 2013, páginas 119 y siguientes.
[5] La crisis externa se traduce en la cíclica carencia de dólares suficientes “provenientes de exportaciones genuinas capaces de financiar una alta tasa de crecimiento sostenido”. Una carencia que “adquirió carácter convulsivo y que cada 5 o 7 años provocó una crisis en la balanza de pagos que, por su magnitud, arrastró incuso al sistema político” (CASTRO, obra citada, página 66). El mismo autor recuerda que, a fines de 1948, una comisión integrada por los ministros CEREIJO y GÓMEZ MORALES le informó al Presidente PERÓN “que sólo restan en el Banco Central 300 millones de dólares, insuficientes para importar un año de combustibles y que la crisis energética que es su consecuencia, impide generar la energía suficiente para mantener el aparato industrial” (obra citada, página 106).
[6] Observemos una curiosidad: Mientras que, como vimos en la nota anterior, en 1948 las reservas del BCRA alcanzaban para pagar un año de importación de combustibles, hacia 2014 las reservas de divisas alcanzan para dos años de importaciones de gas y petróleo. Más allá de la relatividad de estos indicadores, hay que tener en cuenta que la economía contemporánea es mucho más compleja que la del primer peronismo.  
[7] Véase RAVENTOS, Jorge “Avanti morocha. De la Plaza al Patio de Las Palmeras”, en el sitio Web AGENDA POLITICA, Noviembre – 2013.
[8] BAILY, Samuel L. “Movimiento obrero, nacionalismo y política en la Argentina”, Editorial HYSPAMÉRICA, Buenos Aires – 1985. También SOLBERG, Carlos E. “Petróleo y nacionalismo en la Argentina”, Editorial HYSPAMÉRICA, Buenos Aires – 1986.
[9] Sobresale en este aspecto la exclusión de los representantes de los productores agropecuarios agrupados en la “Mesa de Enlace”. Esta exclusión (que bien pudiera ser transitoria) esconde otra vieja “puja distributiva” entre el capitalismo rural y el capitalismo industrial.
[10] La llamada Ley antiterrorista, las multas millonarias que imponen los Ministerios de Trabajo a los sindicatos huelguistas, y las actuaciones del Secretario de Seguridad marcan, claramente, el fin de la dogmática centrada en el eslogan que hablaba de la voluntad política de “no criminalizar la protesta”.
[11] LEVY YEYATI, Eduardo “Cómo bajar la inflación sin dolor”, en www.perfil.com (22/11/2013). Además de los obvios antecedentes españoles (“Pactos de la Moncloa” -1977- y acuerdos tripartitos celebrados en los años de 1980), será útil repasar la experiencia de la negociación colectiva durante los primeros tiempos del Plan Austral (1986).
[12] En la economía contemporánea, cuando un país decide, por razones legales o políticas, anclar su unidad monetaria a un valor de referencia esta constreñido a revisar su estructura de costos y sus niveles de productividad. Así sucede, por ejemplo, en varios países de la Europa del euro que, tras la crisis del 2008, se encontraron frente a la disyuntiva de abandonar la moneda común o apelar a medidas de “devaluación interna”. Y ocurrió también en la Argentina de la convertibilidad. Cuando, como en la Argentina contemporánea, el Gobierno por razones de conveniencia u oportunidad políticas descarta (acertada o erróneamente) devaluar el peso, los acuciantes problemas de competitividad de nuestra producción transable sólo pueden resolverse mediante una combinación de medidas que mejoren la competitividad y reduzcan los sobrecostos que, en nuestro caso, existen sobre todo en el área de las regulaciones, de las intervenciones estatales y de los servicios. Mientras que las devaluaciones explícitas del signo monetario dañan a los salarios y a las rentas de la seguridad social, las “devaluaciones internas” abren pujas y negociaciones cuyos resultados no son siempre lineales.   
[13]El desarrollismo del siglo XXI”, obra citada.
 

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