Pero por encima de esto, lo cierto es que don Juan Manuel Urtubey se muestra muy activo a la hora de acumular poder (institucional, social, económico y cultural) para imponer sus ambiguas ideas, favorecer a sus fieles y, si acaso, perpetuar una dinastía en el ejercicio del mando.
Una de las fórmulas más eficaces a este fin consiste en la alianza entre Negocios y Política que en Salta viene ensayándose con singular éxito, por lo menos desde 1999. Una fórmula que ha conseguido hacer de la competencia política democrática, un ejercicio reservado a un selecto Club en condiciones de financiar costosas campañas electorales.
Los vértices de las organizaciones empresarias y de los sindicatos guardan respetuoso silencio, les vaya bien o les vaya mal. Saben que si protestan, se exponen al ninguneo, a la represalia. ¿Cómo sino se explica, por ejemplo, el silencio de la CGT local frente a la abrumadora morosidad que afecta a la justicia del trabajo?
A su vez, los partidos políticos han sido, desde 2007, objeto de una prolija estrategia encaminada a desarticularlos, so pretexto de consensos que no expresan sino el reparto de cargos públicos a condición de abandonar los propios idearios. El resultado de esta horrible maniobra es el empobrecimiento de nuestra democracia y la destrucción de alternativas en condiciones de construir y proponer un recambio de gobierno.
La mayoría de las organizaciones y de colegios profesionales parece centrada en la defensa de sus posiciones corporativas y ha renunciado a plantear siquiera asuntos de interés general, como sucede en materia de urbanismo, bosques y recursos naturales.
Las organizaciones no gubernamentales, débiles por definición en nuestro actual entramado social e institucional, se muestran desarticuladas y muchas veces a merced de autorizaciones, controles o subsidios que reparte el Gobierno sin sujeción a pautas objetivas.
Quedan sin embargo muchos valientes, innumerables rebeldes y algunas expresiones de prensa que no parecen dispuestos a dejarse someter por el poder de turno.
Un prolijo y subterráneo entramado de premios, castigos, presiones, amenazas, rendiciones, desprestigios, expresa una vocación contraria a las formas republicanas, como quedó de manifiesto con los ataques que un alto funcionario realizó contra la Senadora por Cafayate, y que fuera felizmente sancionado por el Senado.