jueves, 9 de julio de 2009

"Detrás de mi vendrá el que bueno me hará"

La frase “detrás de mi vendrá el que bueno me hará”, pertenece al mas antiguo refranero castellano, y fue divulgada entre nosotros por el ex Presidente Juan Domingo Perón.

Si bien la frase es expresión de la sabiduría popular, cuando se la traslada al mundo de la política encierra enseñanzas malsanas y puede utilizarse para justificar los peores comportamientos.

Permite al líder cínico, razonar así: “Aunque haga el mal, aunque abuse del poder, no me preocupo pues quien me suceda lo hará peor y, de tal forma, el pueblo olvidará lo mío y me absolverá”.

Este enunciado muestra la enorme perversidad que encierra aquella frase.

Sus efectos sobre la confianza cívica, sobre la salud y la moral políticas, son devastadores cuando el sucesor trepa al poder apelando a la esperaza de los hastiados y, una vez en el sillón, repite las conductas que los ciudadanos deseaban corregir.

Hay en Salta muchos indicios de que algo de esto está sucediendo.

El estilo imperial y el ensoberbecimiento; la arbitrariedad y la voluntad hegemónica; el afán de aplastar disidencias y el impúdico manejo de los recursos del Estado al servicio de Jefe Supremo, han recomenzado para agobio de los salteños y degradación de nuestra vida política.

Este retorno de las peores prácticas tiene claros indicios en el área de la libertad de expresión, donde el dinero público destinado a la publicidad oficial se usa con la pretensión de imponer lealtades y alentar los baños de incienso al Jefe.

Así se ha puesto de manifiesto en la pasada campaña electoral, signada por el comportamiento antidemocrático del señor Gobernador.

Salta necesita de nuevas fuerzas políticas y de una nueva cultura cívica capaz de hacer realidad la esperanza. Esta vez en serio.

(Para FM Aries)

miércoles, 8 de julio de 2009

La guerrilla de Orán

En mi anterior columna hice referencia a la política universitaria tucumana de los años 60.

Sospecho que, salvo excepciones, el común desconoce los entretelones de lo sucedido en Tucumán y en Salta en aquellos terribles años sesenta. La lectura del libro “Por amor al odio” de Carlos Manuel Acuña me ha hecho revivir acontecimientos y personajes.

Como algunos lectores recordarán, entre 1963 y 1964, un reducido grupo de simpatizantes de la revolución cubana y del peronismo, liderado por el periodista Jorge MASETTI, un amigo del CHE, desembarcó en la selva de Orán con la intención de crear un foco insurreccional.

La experiencia rural, que incluyó el fusilamiento de unos guerrilleros por otros guerrilleros, tuvo corta duración y el grupo fue detenido por la Gendarmería Nacional.

Pero, más que relatar las actividades del llamado “Ejército Guerrillero del Pueblo”, pretendo reseñar ciertos vínculos e impactos que tuvo en Salta y Tucumán su accionar no militar.

Muchos simpatizantes de la guerrilla de Orán, Roberto Santucho entre otros, actuaban en la política universitaria de Tucumán. La organización “Palabra Obrera”, de inspiración trotskista, tenía un cierto peso en el Centro de Estudiantes que yo presidía. Antiguos “Uturuncos” deambulaban por la Facultad de Derecho.

En Salta, además de la ubicación territorial del foco y del alojamiento de los guerrilleros presos en la Cárcel de Villa Las Rosas, su presencia atrajo la atención de ciertos intelectuales y políticos, y provocó la detención de sospechosos de apoyar a quienes estaban en el monte.

Pero lo que más llamó mi atención en este libro, fue la indicación de que un desaparecido Hotel de la Avenida Sarmiento al 500 (en Salta) fue un centro operativo donde muy probablemente residió el Che Guevara.

(Para FM Aries)

martes, 7 de julio de 2009

José Ignacio García Hamilton

José Ignacio García Hamilton fue un intelectual sólido, un político honrado, un amante de la libertad. También un renovador del relato histórico argentino y una persona de extraordinaria calidad humana.

Lo conocí en 1961, cuando ambos iniciábamos nuestras carreras en la Facultad de Derecho de la Universidad de Tucumán.

Sobresalía entonces por su inteligencia, sus finos modales y su elegancia tradicional. En un tiempo cargado de prejuicios, la izquierda reformista, a la que yo mismo pertenecía, lo miraba con desconfianza por su condición de miembro de la familia propietaria del diario “La Gaceta” de Tucumán.

Pero pronto su comportamiento fue demostrando que no todos los dueños de diarios de provincias son personajes dados al abuso del poder, a la ostentación o a esa fea costumbre de mezclar periodismo y negocios usando ambos para hacerse con el poder del Estado.

En aquellos comienzos universitarios transitamos distintos caminos: José Ignacio se enroló en el humanismo (una opción de centro derecha), yo abracé la causa reformista que expresaba a la izquierda de entonces.

Mas tarde, sus inquietudes lo llevaron a fundar un diario de tinte beligerante, sorprendiendo a quienes lo encuadrábamos en el conservadurismo de raíz cristiana. La intolerancia de entonces lo encarceló encasillándolo en ese espacio que, en un peligroso alarde de ambigüedad, se denominó “la subversión”.

Su inteligencia, su talante y los valores que inspiraron su vida le preservaron de incurrir en los errores que, en los años setenta, caracterizaron a nuestra generación. Para conducirlo luego a posiciones políticas con ejes en la democracia, las libertades, la tolerancia y el ideario republicano.
Aquí, alrededor de estos ejes, José Ignacio García Hamilton y yo volvimos a encontramos. Esta vez en amistosa coincidencia.

(Para FM Aries)

lunes, 6 de julio de 2009

El "silencio administrativo positivo"

Siguiendo el hilo de mi columna anterior, quisiera referirme hoy a la reforma de la administración pública salteña.

Aunque algunos ciudadanos parecen resignados a soportar la lentitud e incluso la arbitrariedad de nuestras oficinas públicas, son más los que día a día, por ejemplo a través de las radios, los que protestan y reclaman reformas.

La respuesta de los gobernantes locales es elemental: “Estamos avanzando, pero el tema es muy complejo”.

Tal respuesta es tan insuficiente como engañosa.

En los pequeños nichos burocráticos donde se registran avances, estos son parciales y llegan siempre tarde. No alcanzan para satisfacer crecientes demandas, ni para incorporar las novedades informáticas y de las ciencias de la administración.

La apelación a las dificultades técnicas encierra una parte, y solo una parte, de verdad.

Pero detrás de esta invocada complejidad anidan negligencias, oscuros intereses, y el atraso intelectual que empobrece a los encargados de pensar nuestra administración.

Hubo un tiempo que Salta contó con grandes administrativistas (el doctor Abel Mónico Saravia, por ejemplo). Hoy, las mejores cabezas se muestran desalentadas, ancladas en el litigio o abrumadas por la telaraña de normas.

Sin embargo hay una forma simple de cambiar de raíz a nuestras prácticas burocráticas:
Establecer por Ley que en aquellos casos donde la Administración guarde silencio ante las peticiones de los ciudadanos, el expediente se cerrará admitiendo tales peticiones.

Vale decir, estableciendo lo que técnicamente se conoce como “silencio positivo”. Es lo que acaban de proponer los socialistas españoles dentro de la Ley ómnibus encargada de hacer realidad la Directiva de Servicios de la Unión Europea.

(Para FM Aries)