viernes, 19 de noviembre de 2010

Damas pícaras pero virtuosas

Don César Perdiguero fue, probablemente, el periodista más leído y escuchado en los años 50 y 60. Mi relación intelectual con él fue cambiando con el tiempo. Cuando adolescente, fui un devoto de sus columnas radiales “Cochereando en el recuerdo”, de sus notas en el diario del Partido Peronista, y de sus zambas.

Más tarde, como la mayoría de los jóvenes sesentistas afrancesados, consideré a Perdiguero como la expresión emblemática de lo vulgar. Ahora, con los años, revalorizo su figura, disfruto sus “Crónicas del cerro San Bernardo” y celebro la reedición de sus obras.

Don César fue uno de los constructores de la salteñidad. Descubrió próceres, inventó héroes, exaltó las conjeturales calidades de la raza salteña, divulgó el idioma de los barrios desdeñando a la Academia, se identificó con el hombre común y fue un tradicionalista creativo. La reedición de “Cosas de la Salta de antes” me permite conectar con recuerdos juveniles, descubrir la fuente de extrañas anécdotas que laten en mi memoria, de reencontrarme con personajes y estilos casi olvidados.

Reconstruir, por ejemplo, aquel mito fundador de la salteñidad que relata el papel de nuestras mujeres en el triunfo del general Belgrano sobre los realistas el 20 de febrero de 1813. Como bien sabemos, aquella batalla independentista se ganó, más que por la fuerza de las armas de la patria naciente, por la sagacidad de nuestras damas principales que, en un acto que las ennoblece, sedujeron a los oficiales españoles la noche anterior al decisivo combate de Castañares.

Según la leyenda, las bellas salteñas de la alta sociedad conversaron, brindaron, bailaron y coquetearon con los siempre apuestos soldados de Su Majestad, hasta dejarlos extenuados y casi inútiles para los ejercicios bélicos.

Pero Perdiguero avanza datos y pone nombre y apellidos a estas heroínas. Así me entero de que doña Juana Moro de López, dama con calle epónima que diría don César, “sedujo con sus encantos, sin perder su altiva dignidad, al jefe de la caballería realista que huyó al principio del combate”.

Salteñidad en estado puro, seguramente en vías de extinción a tenor de las nuevas costumbres galantes. Sin negar la posibilidad de que una dama use de sus encantos para seducir a un caballero y que lo haga sin perder su altiva dignidad, pienso que ha de ser muy difícil en los tiempos que corren asistir a un acto de seducción de tamaña entidad sin que las partes caigan rendidas ante el vendaval de las pasiones.

Admito, no obstante, que el relato fundacional exija resaltar el carácter virginal y austero de las damas, tanto como la gallardía de los caballeros.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Los abusos de las compañías de teléfonos

Las compañías telefónicas concentran la mayor cantidad de quejas de los usuarios de servicios públicos. Puede que en Salta el porcentaje de quejumbrosos sea menor, no porque estemos bien atendidos, sino porque a veces nos cuesta protestar o no tenemos a mano los canales para conocer y hacer respetar nuestros derechos.

Los abusos de las compañías de teléfono son enormes, variados y difíciles de desmontar. Sobre todo en el área de la telefonía móvil a la que hoy acceden miles y miles de salteños, muchos de los cuales tienen una idea muy limitada de las nuevas tecnologías y de sus derechos. Esta ignorancia es aprovechada de modo exasperante por las tres compañías telefónicas, sin que pueda saberse cuál de ellas es la peor de todas.

Adviértase que estas compañías que invocan la libertad de mercado, actúan en realidad en un "mercado imperfecto" en tanto los consumidores casi nunca disponen de la información imprescindible para contratar con ellas. Los "fallos del mercado", ante las algunas regulatorias, son campo orégano para las telefónicas.

El problema y su solución poco y nada tienen que ver con el debate acerca del carácter público o privado de las operadoras. Como lo saben los argentinos que padecieron los desastres de ENTEL, y lo sabemos los salteños que sufrimos la burla de la antigua Compañía Argentina de Teléfonos (CAT), que se había comprometido a prestar servicios de calidad idéntica a la que se brindaba en los países nórdicos.

La causa de nuestros males actuales (precios exagerados, contratos leoninos, mala atención al público, conexiones deficientes, áreas aisladas, escasa y despareja inversión en infraestructura de las comunicaciones, pésimos servicios técnicos, reparaciones que se eternizan) está, a mi entender, en las pobres regulaciones que ordenan el funcionamiento del sector de la telefonía.

Desde los años 90 a la fecha, el Estado argentino carece de expertos capaces de regular equitativamente las prestaciones y la actuación de las compañías prestadoras. Esta carencia permite que sean las propias empresas las que lleven la voz cantante a la hora de diseñar las reglas, con los consiguientes desequilibrios y la desprotección del interés de los usuarios individuales.

La Comisión de Comunicaciones es, para los salteños, un ente lejano, ausente e ineficaz. A su vez, los llamados servicios de atención al cliente no brindan soluciones a las quejas de los usuarios; tanto si actúan desde un call center, como si lo hacen en un mostrador y de cara al público. Por lo que concierne a la justicia, hay que decir que no está preparada para atender las micro-quejas que son propias de esta actividad.

En realidad, el Estado debería dar mayor intervención a las asociaciones de usuarios y establecer un cuadro tarifario que penalice a las empresas que motiven la mayor cantidad de quejas no resueltas satisfactoriamente. A más quejas, tarifas más baratas. Tocarles el bolsillo es quizá el único camino para frenar a estos desaprensivos operadores.