viernes, 26 de marzo de 2010

La dirección de RRHH en Salta

En los últimos 20 años, el aparato productivo radicado en Salta creció de manera tan notable como desigual. El paralelo y abrumador auge de la pobreza, no alcanza para ocultar la magnitud de aquel incremento.

Asistimos a un desarrollo que ha hecho nacer una importante red de servicios auxiliares que, a raíz de carencias educativas, no siempre se cubre con profesionales locales.

Como consecuencia de esto, los antiguos jefes de personal están siendo reemplazados por directores de recursos humanos encargados administrar el trabajo asalariado.

Sin embargo, el desempeño de estos profesionales, que deberían efectuar un aporte sustantivo a la productividad y a la mejora de las condiciones de trabajo, resulta trabado por un sistema de relaciones laborales centralista.

En la mayoría de nuestras empresas, las condiciones de trabajo y, por consiguiente, el costo laboral, viene impuesto por decisiones del gobierno central o por convenios colectivos negociados en Buenos Aires por cúpulas empresarias o sindicales en donde el peso de los representantes salteños es casi nulo.

La reciente evolución de costos y precios ha comenzado a poner en crisis un sistema remuneratorio que funcionó mientras duró el efecto de la mega devaluación de 2002.

Pese a ello, los sindicatos y las patronales centralistas, con el visto bueno del Gobierno de la Nación, se aprestan a iniciar una nueva ronda de negociaciones salariales que impactará directamente sobre la competitividad salteña y sobre nuestro nivel de empleo formal.

¿Podrán los directores de recursos humanos que actúan en Salta encontrar fórmulas para absorber estos futuros aumentos y, simultáneamente, elevar la productividad de las empresas locales?

El desafío es enorme. Pero no es el único.

La creciente conflictividad social y el avance de la pobreza, debería llevarles a diseñar acciones de responsabilidad social acordes con la realidad local, así como a buscar interlocución con los excluidos que malviven en sus áreas de influencia. El reforzamiento y actualización de las acciones de capacitación forman parte también de aquellos desafíos.

Puede que exista un cierto consenso sobre este diagnóstico de necesidades. Pero hay que advertir que las empresas ni sus directivos de RRHH cuentan con los recursos institucionales para hacerles frente. El no nato Consejo Económico Social, bien podría mostrar un camino de esperanza.

(Para FM Aries)

martes, 23 de marzo de 2010

"Trasvasamiento generacional"

Nuestro Gobernador va mostrándose un experto en el difícil arte de excluir y tumbar presuntos o reales adversarios políticos.

Para ello y como sus antecesores, recurre al poder disciplinante y a la seducción que acompañan el ejercicio de la Primera Magistratura, máxime cuando ella manda desde el embrujado sitio de Las Costas, invadido hoy por caimanes, moderna sede del Poder y de la Corte.

Por este trillado camino reconvirtió antiguos incondicionales, mostrándose magnánimo a la hora de exigirles pruebas de pureza retrospectiva. No puede decirse que en esto haya sido original.

Don Juan Manuel Urtubey, se muestra además como un consumado ejecutor del antiguo arte del ninguneo. Un poco por herencia, y otro poco porque así lo proponen las modernas técnicas del márquetin político.

Aun cuando probablemente no figure entre sus lecturas preferidas, es evidente que el Gobernador aprecia la célebre frase de Mao: “Al amigo, todo. Al enemigo, ni justicia”.

De allí, por ejemplo, que en Cafayate disuadiera al Vicepresidente Cobos de su idea de saludar a un encumbrado adversario político. Es que los buenos modales no siempre son compatibles con los intereses electorales.

Cuando, por esos imponderables, el ninguneo fracasa, nada mejor que apelar a la descalificación de quién se atreva a manifestarse sin sujeción a los cánones oficiales. Aunque se trate de antiguos compañeros de ruta.

A consecuencia quizá de la gallinácea costumbre de firmar decretos, los Gobernadores de provincias, suelen estar tentados a decretar el fin de las carreras políticas de otros, de paso que despliegan ingenio y dinero para eternizarse y envejecer en el poder.

Precisamente en donde el señor Urtubey ha mostrado su fuerza innovadora es en la decisión de condenar al infierno del retiro político a las personas mayores de edad.

Sintiéndose joven y arrollador, Gobernador descalifica a las personas mayores como eventuales actores políticos.

Si bien la política argentina está necesitada de una profunda renovación, no es bueno “tirar un viejo por la ventana” todos los días. Pienso que este necesario cambio es tan generacional como metodológico.

Porque de nada vale ser joven si se está prisionero de las malas prácticas, de los fantasmas o de los odios del pasado.

El gobernador Urtubey, de reconocida sagacidad jurídica, en un ejercicio de modestia debería advertir que así como hay personas más jóvenes que él, los hay más formados, mas cultos y mas capaces.

Y sobre todo, debería hacer honor al respeto que se merecen todas las personas con independencia de su edad.

(Para FM Aries)

lunes, 22 de marzo de 2010

Evita y Cristina

Los mismos que tiempo atrás decían que si Evita viviera sería montonera, pretenden hoy que doña Cristina, nuestra Presidente, es lisa y llanamente Evita, desconociendo que Evita prometió volver en millones y no reencarnarse en una.

Dejando de lado el análisis del ideario político de ambas que, en mi opinión, mostraría diferencias abismales, me referiré aquí a aspectos si se quiere menores.

Es cierto que ambas comparten una pasión por el vestuario lujoso. Una pasión que las acerca al pomposo estilo de las antiguas monarquías y las aleja de la sobriedad republicana.

No obstante, quién se adentre en este asunto, que dista de ser un asunto de peluquería de señoras, podrá advertir que el vestuario de Evita era escueto en relación con el fenomenal despliegue que doña Cristina exhibe en actos protocolarios pero también en su vida cotidiana.

Si Evita lució su cabellera engalanada por grandes peluqueros, su belleza resplandecía aún más cuando se soltaba el desbordante pelo. Por el contrario, doña Cristina va siempre de peluquería y exhibe el cotidiano esfuerzo de maestros en el arte de maquillar.

Las deferencia, más allá del tiempo, también la idea de belleza femenina.

Evita, quizá por convicciones de época o porque su juventud lo hizo innecesario, no recurrió a las cirugías estéticas que hoy fatigan el rostro y la estampa de la igualmente esbelta señora Presidente.

Mientras Evita sentía hondamente la pobreza, por haberla padecido, y mostraba su cariño hacia los “descamisados” cuyo trato buscaba afanosamente, doña Cristina luce distante de los pobres y sólo frecuenta a sindicalistas cuya condición de cabecitas negras aparece disimulada por las canas y el atuendo.

Pero hay todavía un punto más en este inventario apresurado de semejanzas y contrastes entre dos mujeres de indudable influencia en sus respectivos siglos. Me refiero al amor, o mejor dicho, a las muestras exteriores de amor hacia sus respectivos maridos.

Y conste que las apreciaciones que siguen para nada pretenden inmiscuirse en la vida privada ni en las intimidades de ninguna de ellas, sino que apuntan a referir situaciones patentes para cualquier observador externo.

En este sentido, además de otros factores reconocidos, la historia de Evita es la historia de su abrazador amor por el General Perón, patentizada en sus gestos en las tribunas, en los dichos de sus discursos más enfervorizados, y en las sobrecargadas páginas de “La razón de mi vida”.

Un amor cargado de romanticismo, que contrasta con otro matizado con pinceladas de vulgaridad de barrio nuevo y frialdad patagónica.

(Para FM Aries)