Añadiré algunas consideraciones sobre el tema de la inseguridad.
La comentada reunión vecinal con el señor Jefe de Policía me permitió comprobar que, tal y como sucede en otras grandes ciudades argentinas, los salteños se quejan del insuficiente despliegue policial en las calles, y reprochan al Poder Judicial una cierta negligencia frente a los delincuentes.
Otros, vinculan directamente el auge de los delitos con la creciente pobreza, la crisis de la familia, la deserción escolar y el relajamiento de las costumbres.
No faltan tampoco quienes demandan el endurecimiento del derecho penal de los menores, apoyados en la evidencia de que son precisamente los menores de edad penal los protagonistas de un elevado porcentaje de delitos.
Por último, una minoría parece tranquilizarse y enfurecerse, a la vez, cuando sospecha o comprueba que los delincuentes son foráneos.
Puede que varias de estas quejas o sentimientos ciudadanos se correspondan con un fenómeno de galopante complejidad, como es este del delito. Pero no es mi intención entrar aquí en todo esto.
Pretendo reflexionar brevemente sobre el papel de otro actor central en cualquier política de seguridad: Me refiero a las autoridades municipales, que van “zafando” y miran para otro lado.
Mientras los Intendentes continúen con la mala práctica de usar las ayudas sociales para rejuntar votos y no para lograr la plena integración de las personas en situación de pobreza, no contribuirán a pacificar la vida de pueblos y ciudades.
En realidad esa manipulación de las ayudas sociales no hace sino fomentar la criminalización de la pobreza y el larvado enfrentamiento entre pobres y no pobres.
(Para FM Aries)
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