Julio Bárbaro es, además de un distinguido amigo, un peronista singular. Por lo pronto, se licenció en Ciencias Políticas, rehúye de la obsecuencia, piensa y escribe. Lo que no es poco.
Pertenecemos a una misma generación y en los años sesenta compartimos ilusiones, posicionamientos y desencantos. Después, nuestros caminos se bifurcaron, sin afectar una amistad que conservamos pese a las distancias.
Pues bien, Julio Bárbaro acaba de publicar “Juicio a los Setenta”, un libro donde repasa su trayectoria y reconstruye acontecimientos de nuestra historia de los últimos 40 años, aportando consideraciones que entiendo de interés.
Por haberlas vivido intensamente rescato las referencias a la Mesa del Trasvasamiento Generacional, que agrupó a los jóvenes que rechazábamos la violencia y poníamos énfasis en la lealtad a Perón.
Confluimos allí jóvenes de cuna peronista, y jóvenes devenidos peronistas ante el estupor de sus padres gorilas. Unos proveníamos de la izquierda reformista laica, otros del cristianismo universitario.
Quiero detenerme en un aspecto aparentemente menor de esta diferencia ideológica. Mientras los reformistas vivíamos, de una u otra forma, la experiencia de la liberalización de las costumbres amatorias y de la revolución femenina, nuestros compañeros cristianos sufrían las restricciones de la estricta moral de la Iglesia.
En su libro, Julio Bárbaro relata las tribulaciones de los jóvenes cristiano-peronistas abrumados por el dogma de la castidad, y seguramente exagera al decir que varios de ellos (se refiere a algunos de sus amigos montoneros) estaban dispuestos a matar antes de animarse a acostarse con la novia.
Sin duda, mis discrepancias con las ideas de Julio Bárbaro son mas que las coincidencias, pero ello no me priva de reconocer la valentía de algunos de sus juicios ni de saludar la aparición de su libro.
(Par FM Aries)
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