Nada mas comenzar el siglo XX, el gran pensador español que fue don Miguel de Unamuno pronunció una frase que hoy sonaría desafortunada: “¿Inventar? ¡Qué inventen ellos!”.
Sea esta una frase literaria, esconda una fina ironía de don Miguel, o refleje realidades y convicciones de aquel tiempo, lo cierto es que los españoles de hoy la han dejado de lado y se han dado a la tarea de investigar e inventar procesos y productos.
Viene a cuento este preámbulo para reflexionar sobre nuestra actitud frente a la ciencia y a la investigación de alta complejidad.
Sobre todo, para meditar acerca del modo vacilante y a veces elemental con el que enfrentamos los dos principales retos que amenazan nuestra salud: el dengue y la gripe porcina.
Es sabido que Salta no dispone de todos los medios técnicos y humanos que demanda una lucha eficaz contra estas dos plagas. Los recursos propios son escasos y lo son también los que aporta la Nación.
Estamos lejos de la contundencia con la que en el siglo pasado enfrentamos el “chucho”, como lo recuerdan la historia y el espléndido edificio de la Antipalúdica frente al Colegio Nacional.
Por carecer (y ojala me desmienta el señor Ministro de Salud), carecemos incluso de las herramientas necesarias para identificar sin margen de error la presencia de ambos virus en nuestros enfermos, lo que en más de una oportunidad obliga a los esforzados médicos locales a esperar confirmaciones de laboratorios ubicados en Buenos Aires.
Mientras que, desde nuestro singular escepticismo, damos por cierto que es inútil todo esfuerzo por descubrir una vacuna contra el dengue (enfermedad hasta hora radicada en el sur del planeta), los norteamericanos, palpando la amenaza fronteras adentro, acaban de anunciar que precisan 6 meses para dar con una vacuna contra la fiebre porcina.
(Para FM Aries)
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