lunes, 29 de marzo de 2010

La calidad bien entendida

Seguramente nos ha pasado y nos pasa habitualmente a todos los salteños:

De repente descubrimos un producto regional excelente, y al poco tiempo sucumbimos a la decepción que nos produce comprobar que ese producto ha dejado de ser el que era.

Muchos de nuestros artesanos fabricantes de bollos, de empanadas, de humitas, de choripanes, de colaciones, de locros, de empanadillas o de chancacas comienzan su trayectoria comercial acompañados del éxito que se refleja en una clientela seducida por la novedad y la calidad inicial.

Pero, a poco de andar, inexplicablemente, deciden modificar sus recetas originarias, escatiman ingredientes, reemplazan materia prima de calidad por sucedáneos más baratos. Comienzan a perder puntualidad, a relajar los controles higiénicos. La amabilidad con los clientes se resiente.

Su estrategia para defenderse de la inflación les lleva a fijar precios abusivos.

El resultado de este giro es fácil de prever: el negocio se hunde en el olvido y termina cerrando.

Sucede que aquellos pequeños emprendedores se lanzan a la aventura comercial sin la formación suficiente y dirigen sus negocios apoyándose en la picardía, en la informalidad, en la negligencia, en la improvisación, y en el aristocrático desdén por el cliente, tan habituales en casi todos los segmentos sociales salteños.

Si bien estoy centrándome en algunas artesanías, este fenómeno ruinoso se advierte también en empresas medianas que marchan sin reglas que apuntalen la calidad y garanticen resultados homogéneos.

Para no hablar de la Administración Provincial en donde las ambiciosas “Cartas de Servicios” son, al menos por ahora, papel mojado que pocos conocen y en las que nadie cree. Es así como en este ámbito público los servicios se prestan según la cara del cliente, el humor del funcionario, o el estado de las complejas redes que se estructuran según sea la cercanía del ciudadano con el poder de turno.

Más allá de nuestras fronteras los productores de bienes y servicios, ayudados por las normas ISO, han tomado, en porcentajes crecientes, consciencia de la necesidad de poner énfasis en la calidad, en la homogeneidad de la oferta, y en la satisfacción del cliente.

Como una excepción al estado general de nuestras artesanías alimenticias y sin conocer esas normas, mis proveedoras de bollos y de choripanes, mantienen desde hace al menos un lustro la excelente calidad de sus productos.

En cualquier caso, nuestros emprendedores deberían reflexionar sobre la conveniencia de dejar atrás viejos malos hábitos.

(Para FM Aries)

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