Que nuestra profesora de música del secundario vuelva, cincuenta años después, a dirigirnos mientras cantamos el Himno Nacional es ciertamente un hecho inusual, pero de enorme significación emotiva. Tanto como asistir al ingreso de la bandera argentina portada con singular gallardía por el doctor José Vicente Solá, egresado en 1949.
Tuve, días atrás, la fortuna de vivir ambos acontecimientos cuando el ilustre Colegio Nacional de Salta convoco a profesores en actividad y retirados (Pastora Alderete de Torino y Miguel Korsatz, entre otros) así como a alumnos actuales y antiguos, con el propósito de celebrar el bicentenario de la nación argentina.
Se respiraba en el ambiente, y así lo expresaron los oradores, un reconocimiento unánime a la labor educativa e integradora del Colegio a lo largo de su más de 140 años de vida. Es que, por encima de los avatares políticos (que dividieron y dividen a los argentinos en bandos irreconciliados), y más allá de situaciones anecdóticas, el Colegio supo mantener su identidad pluralista y tolerante.
Si bien no tengo a mano datos que me permitan medir los estándares de calidad de la educación que se imparte hoy en sus aulas, creo firmemente que la enseñanza recibida por quienes cursamos el Secundario en los años 60 y 70, fue de alta calidad. Y lo fue tanto en los asuntos puramente académicos como en aquellos vinculados con la formación cívica, los valores y con el objetivo de la integración social.
Centrándome en el tiempo que viví como alumno, diré que por sus queridas aulas pasaron profesores que conocían a fondo sus materias y el arte de enseñar, y alumnos que sobresalieron luego en su trayectoria como hombres de bien o como profesionales de alto rendimiento.
Y añadiré que los clubes colegiales fueron, mientras existieron, escuela de participación democrática, de convivencia en la diversidad y, como no, de activismo cívico. A su vez, las actividades sociales (pienso en las célebres Veladas o en las procesiones de antorchas, recordadas por Fernando Saravia Toledo) y deportivas (recuerdo a nuestro invicto equipo de voleibol femenino) contribuyeron al desarrollo de las personalidades de los alumnos, y al florecimiento de aquellos añorados y fantásticos amores de estudiantes.
Como nadie tuvo ocasión de acordarse de ellas, permítanme ustedes un cálido homenaje a mis bellas compañeras elegidas reinas de los estudiantes y cuyos nombres omito (deslizo sólo el de Violeta) para no sobresaltar a sus nietos, aunque los recuerdo al igual que sus rostros y andares. Bellezas irrepetibles y que muchos de nosotros llevamos en triunfales carrozas por el centro de la ciudad.
En síntesis, una jornada emotiva, vivida alrededor de una de nuestras patrias más unificadoras, el colegio secundario y, en este caso, el Colegio Nacional de Salta.
(Para FM Aries)
1 comentario:
Mi padre (Josè Fernàndez Molina) en 1964, bajo un seudònimo que desconozco, se presentò con un poema en los Juegos Florales que organizara el Colegio Nacional de Salta con motivo de su centenario. Fue, entonces, laureado con la Flor Natural. Eran tiempos prolijamente bellos en todo... El acto se consumò en el renombrado cine-teatro Victoria. La reina- elegida entre las alumnas por un cuerpo de directivos y profesores, entre los que estaba incluìdo el laureado como protagonista principal, puesto que deberìa ser el autor del poema que le ofrendarìa una vez recibida la orquìdea- en una coincidencia poco usual se apellidaba "Reina"... Tambièn, recuerdo con nitidez, que finalizado el suntuoso acto nos desencontramos largo rato mi madre y nosotras tres con mi padre. A pesar de la hora se habìa llegado hasta el ùnico cementerio existente en la època, un buen cuidador le permitiò el acceso para que dejara en la tumba de su madre aquella flor que nunca pudimos apreciar de cerca... Transcribo algo de aquel largo romance...
Yo llego ahora hasta tu patio abierto,
plenilunio de voces y campanas,
a cobrarte un recuerdo ya lejano
y a dejar esta flor sobre tus lajas.
.................................
Yo vengo a recobrarte y te recobro,
transparente de azules como el agua,
en el yeso dormido de la esfera
y en la noche tenaz de la pizarra.
.................................
Ya he perdido del todo mis apuntes
fatigosos de sumas algebraicas, los tiempos relativos de los verbos
y mi carpeta de ejercicios blanca.
Y hasta el nombre de aquella celadora
que equivocò mi nùmero de faltas
y aùn me mira risueña desde el fondo
desteñido de todas las distancias.
.................................
Hoy traspongo tu umbral ya centenario,
como en las horas de esa edad lejana,
y te siento tan cerca de la vida,
que hoy ya sì, te pareces a mi casa.
.................................
..................................
E. Fernàndez Molina
Publicar un comentario