El actual secretario general de la CGT ganó fama por sus frecuentes exhibiciones de poder que empequeñecen a los liderazgos sindicales que le precedieron.
La historia sindical argentina no recuerda la presencia de una familia capaz de bloquear rutas, sitiar empresas, arrebatar afiliados, paralizar la recogida de basura, desabastecer a fábricas y poblaciones, controlar el paso de las autopistas, influir en el comercio de medicamentos, tutearse con el poder político, y como si esto fuera poco, dirigir el partido peronista de la provincia de Buenos Aires.
El señor Moyano parece disponer, además, de creciente influencia en el Congreso de la Nación. Una influencia que ha usado hasta aquí para frenar determinadas iniciativas, tanto como para impulsar otras que apuntan a reforzar los cimientos del modelo laboral vigente.
El caso es que el líder de la CGT acaba de anunciar un proyecto que ha generado alarma entre la cúpula empresarial. Me refiero a la propuesta de obligar a las compañías a distribuir ganancias entre los trabajadores propios y ajenos.
La patronal argentina, dando por rota la alianza que le uniera con este sector del movimiento sindical a lo largo del ciclo inaugurado en diciembre de 2001, expresa ahora su desagrado con las ideas y los métodos de tan poderoso interlocutor a quién acusa de querer cubanizar a la Argentina y sovietizar las empresas.
Sin embargo, estas frases alarmistas no alcanzan para descalificar la iniciativa. En realidad, expresan la condición esencialmente reaccionaria que, de vez en cuando, aflora en el sector más representativo de nuestro patronato industrial.
Tiene razón el señor Moyano cuando les recuerda que la participación en las utilidades forma parte del incumplido programa que enuncia el artículo 14 bis de la Constitución Nacional.
Esta y otra modalidades de participación obrera son realidad en muchos de los países más desarrollados. Y funcionan sin haber erosionado nunca los cimientos del capitalismo.
Desde mi punto de vista, distante del de la UIA, el proyecto peca de incongruencia en tanto esgrime un párrafo del artículo 14 bis, al mismo tiempo que la CGT oficial usufructúa las ventajas de un modelo que niega la libertad sindical consagrada en idéntico artículo.
Para imponer la participación en las ganancias habría que disolver el monopolio sindical, garantizar la libertad y la democracia sindicales, descentralizar la negociación colectiva y colocar a la productividad como eje de los convenios colectivos de trabajo.
Se trata, precisa y lamentablemente, de reformas que rechazan a coro la patronal y los sindicatos oficiales.
(Para FM Aries)
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