Mas de un tercio de los Presidentes Argentinos nació en la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, los tres Presidentes nacidos en Salta colocan a nuestra Provincia en un puesto importante.
Dos de ellos accedieron a la primera magistratura por el voto ciudadano y tras la renuncia del Presidente (José Evaristo Uriburu) o del fallecimiento de su compañero de fórmula (Victorio de la Plaza).
El tercero (José Félix Uriburu) lo hizo a través del primer golpe militar de la República. En materia de candidaturas presidenciales sobresale la de Robustiano Patrón Costas frustrada por la revolución de 1943 que abrió las puertas al largo ciclo peronista.
Otros comprovincianos llegaron a postularse como vicepresidentes, pero alcanzaron muy pocos votos. En los últimos años los candidatos fueron Armando Jaime (acompañando a Agustín Tosco), Ricardo Gómez Diez (que compartió formula con Ricardo López Murphy), Juan Carlos Romero (compañero de Carlos Menem) y yo mismo que integré la fórmula de Acción por la República con Domingo Cavallo.
Salta fue también una importante proveedora de ministros nacionales. Alrededor de 20 comprovincianos ejercieron altas responsabilidades en los gabinetes nacionales de diferente orientación, siendo probablemente Indalecio Gómez el que alcanzó mayor relieve gracias a su intervención de la Ley Sáenz Peña.
Este repaso muestra uno de los indicadores de la influencia salteña en la escena política nacional. A partir de estos datos, me atrevería a concluir que el peso político de Salta viene experimentando una apreciable caída. Una caída que quizá podría revertir la eventual candidatura presidencial del señor Urtubey, aunque es muy pronto para hablar de ello.
Otra forma de medir nuestra influencia es repasar las transferencias no automáticas de fondos nacionales. En este sentido, como lo acaba de mostrar el diario La Nación, Salta ha caído en la irrelevancia en materia de recursos para las políticas sociales.
Pese a soportar una de las tasas de desocupación más altas, nuestra Provincia no recibe ni un solo peso para el programa de empleo más importante: me refiero al Programa Argentina Trabaja.
Esta lamentable omisión puede obedecer a dos circunstancias: O se trata de una represalia nacional o, lo que me parece más probable, las autoridades locales se han dormido en presuntos laureles.
En realidad, el Programa Argentina Trabaja no es un simple subsidio a los pobres, sino un sistema muy articulado de prestaciones que de verdad fomentan el empleo. Su puesta en marcha requiere de una especial capacidad de las autoridades provinciales y municipales.
Y, por mucho que nos pese, estas suelen preferir cosas más simples, que no les exijan mucho esfuerzo y que brinden réditos electorales fáciles.
El señor Gobernador debería aclarar esto y, si acaso, tomar cartas en el asunto para lograr que Argentina Trabaja beneficie a miles de saleños.
Dos de ellos accedieron a la primera magistratura por el voto ciudadano y tras la renuncia del Presidente (José Evaristo Uriburu) o del fallecimiento de su compañero de fórmula (Victorio de la Plaza).
El tercero (José Félix Uriburu) lo hizo a través del primer golpe militar de la República. En materia de candidaturas presidenciales sobresale la de Robustiano Patrón Costas frustrada por la revolución de 1943 que abrió las puertas al largo ciclo peronista.
Otros comprovincianos llegaron a postularse como vicepresidentes, pero alcanzaron muy pocos votos. En los últimos años los candidatos fueron Armando Jaime (acompañando a Agustín Tosco), Ricardo Gómez Diez (que compartió formula con Ricardo López Murphy), Juan Carlos Romero (compañero de Carlos Menem) y yo mismo que integré la fórmula de Acción por la República con Domingo Cavallo.
Salta fue también una importante proveedora de ministros nacionales. Alrededor de 20 comprovincianos ejercieron altas responsabilidades en los gabinetes nacionales de diferente orientación, siendo probablemente Indalecio Gómez el que alcanzó mayor relieve gracias a su intervención de la Ley Sáenz Peña.
Este repaso muestra uno de los indicadores de la influencia salteña en la escena política nacional. A partir de estos datos, me atrevería a concluir que el peso político de Salta viene experimentando una apreciable caída. Una caída que quizá podría revertir la eventual candidatura presidencial del señor Urtubey, aunque es muy pronto para hablar de ello.
Otra forma de medir nuestra influencia es repasar las transferencias no automáticas de fondos nacionales. En este sentido, como lo acaba de mostrar el diario La Nación, Salta ha caído en la irrelevancia en materia de recursos para las políticas sociales.
Pese a soportar una de las tasas de desocupación más altas, nuestra Provincia no recibe ni un solo peso para el programa de empleo más importante: me refiero al Programa Argentina Trabaja.
Esta lamentable omisión puede obedecer a dos circunstancias: O se trata de una represalia nacional o, lo que me parece más probable, las autoridades locales se han dormido en presuntos laureles.
En realidad, el Programa Argentina Trabaja no es un simple subsidio a los pobres, sino un sistema muy articulado de prestaciones que de verdad fomentan el empleo. Su puesta en marcha requiere de una especial capacidad de las autoridades provinciales y municipales.
Y, por mucho que nos pese, estas suelen preferir cosas más simples, que no les exijan mucho esfuerzo y que brinden réditos electorales fáciles.
El señor Gobernador debería aclarar esto y, si acaso, tomar cartas en el asunto para lograr que Argentina Trabaja beneficie a miles de saleños.
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