En este
escenario protagonizado por las invocaciones al miedo y por la enérgica respuesta
cívica, ¿cuál es el rol de la plural oposición política? y ¿cuáles las causas de
su desarticulación, insignificancia e incapacidad para ofrecer al país una
alternativa en condiciones de asumir en 2015 la conducción de una república
extenuada y enfrentada?.
Hay quienes
piensan que esta lamentable irrelevancia es fruto de la ineptitud, cicatería o
cortedad de miras de los dirigentes que discrepan del curso kirchnerista.
Si bien a
buena parte del arco opositor le caben tales críticas, pienso que la situación
por la que atraviesa es fruto de tres factores: Errores en el diseño de las
instituciones; abrumadora utilización partidista de los recursos del Estado; y,
por último, ausencia de un Programa alternativo que, superando querellas
ideológicas (seguramente legítimas), ofrezca al país un rumbo de cambio hacia
una democracia constitucional, consensual
e integradora.
Las instituciones y la construcción de alternativas
En una
democracia auténtica las instituciones ayudan a la construcción de alternativas
de gobierno. No sucede así en la Argentina en donde, pese a la previsión
constitucional que los tutela, nuestros partidos políticos están arrinconados
por el cesarismo, por la impostura y por operaciones hegemónicas con títulos falaces
(transversalidad, en el orden nacional; frente-populismo, en Salta).
Mientras que
en aquellas democracias la utilización de las tribunas está regida por el
principio de proporcionalidad, en la Argentina la Presidenta monologa abusando de
la cadena nacional, rehúsa las ruedas de prensa, y evita cualquier debate cara
a cara con la oposición. El monólogo y el ninguneo son, en este caso, armas
eficaces para ahogar la construcción de liderazgos alternativos.
Las leyes
electorales y el “borocotismo” que deforman la voluntad ciudadana son también responsables
de la anemia que padecen las fuerzas opositoras. En este sentido, el caso de
Salta es paradigmático, como lo ha puesto de manifiesto un reciente estudio de
Ricardo Gómez Diez: El 57% de los votos otorga el 80% de las bancas
legislativas, el 100% de los órganos de control y traslada la hegemonía
política al campo del Poder Judicial.
A su vez, la
destrucción del federalismo (por el manejo discrecional de los fondos públicos,
el oportunismo o pusilanimidad de los líderes oficialistas locales) contribuye
a bloquear la construcción de alternativas democráticas al Régimen.
El Estado como propiedad privada del grupo hegemónico
El actual Gobierno,
conocedor de los intersticios del poder y carente de vocación republicana, pone
todos los recursos del devenido poderoso Estado argentino al servicio de sus
planes. Si las prestaciones sociales se gestionan con el oscuro designio de
controlar voluntades, el Régimen tampoco escatima recursos para intentar domesticar
medios de comunicación, sindicatos, empresas, corporaciones y asociaciones no
gubernamentales.
¿Es posible un Programa al servicio de la construcción de la
deseada alternativa?
Los restos
de lo que fuera un vigoroso sistema de partidos políticos no logran salir de la
trampa ideológica fabricada por el
Gobierno apelando a la manipulación de símbolos y la impostura. Cuando el
Régimen se presenta como la encarnación de las aspiraciones de un Estado
regulador y compensador de desigualdades, de Soberanía política, y de vigencia
efectiva de los derechos fundamentales, se disfraza de progresista y arrincona
a quienes pretenden conciliar libertad con igualdad, Estado con mercado,
capital con trabajo, en el incómodo desván de la derecha ultra liberal,
conservadora o incluso fascista.
Urge salir
de esta encerrona, desnudando la naturaleza del Régimen y, sin perjuicio de
asumir sus aciertos, mostrar al país la existencia de una Alternativa nacional,
integradora y dispuesta a resolver los problemas que a cada argentino plantean la
ausencia de libertades y de oportunidades, la inseguridad, la corrupción y la
inflación, sin olvidar flagelos como la drogadicción, la violencia familiar, la
agresión al ambiente, y el relato histórico sesgado. Una Alternativa que
muestre el camino para que, entre todos, construyamos un futuro mejor; un
futuro que, por cierto, no consiste en retornar a ninguna década pasada y
presuntamente edénica.
Por lo
pronto, como lo ha puesto de manifiesto la marcha del 13-S, la Constitución y
su efectiva vigencia, la república y el rechazo a la eternización en el poder,
son banderas capaces de fundar un Proyecto de cambio que cierre el paso al
absolutismo e inaugure un nuevo ciclo de democracia
constitucional singularizado por la vigencia de las instituciones, la
garantía efectiva de los derechos fundamentales y la cohesión territorial y
social.
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