Puesto a
buscar la antítesis de un estadista, me inclino por la figura del Jerarca empecinado
en el día a día, en los asuntos menores. Este alto burócrata vive obsesionado
por perpetuarse en el poder, cae fácilmente en la demagogia y tiende a actuar
sin sujeción a los principios republicanos.
En la
generalidad de los casos, cuando se habla de un estadista se piensa en alguien
llamado a dirigir las naciones o suficientemente preparado para ello.
Sin embargo,
me asiste la convicción de que también las ciudades, grandes o pequeñas,
debieran ser dirigidas no por jerarcas sino por estadistas. Vale decir, por
ciudadanos altamente cualificados e imbuidos de esa especial capacidad que se
requiere para elevarse por sobre lo cotidiano, para mostrar a la ciudadanía un
rumbo ilusionante que organice el urbanismo y la convivencia actual y futura.
Desde este punto
de vista, un buen Intendente Municipal sería entonces aquel líder en
condiciones de dirigir los asuntos públicos preservando los recursos escasos (espacio,
agua, energía, ambiente) y velando por el crecimiento armónico de la ciudad. Un
concepto, este último, que incluye la integración social y cívica de todos los
habitantes del municipio, el respeto a la particular identidad de la ciudad que
le haya elegido para gobernarla, la promoción de la cultura y la participación.
Por
supuesto, este imaginario Intendente-Estadista será también capaz de organizar
la red de servicios esenciales teniendo presente la necesidad tanto de
universalizarlos como de garantizar estándares suficientes de calidad.
Desafortunadamente las principales ciudades salteñas están dirigidas por
jerarcas y no por estadistas, una situación que el cuerpo electoral y el
(destruido) sistema de partidos políticos deberían tratar de superar en las
próximas convocatorias.
Muchos de
los Intendentes del Valle de Lerma, incluido el de la ciudad capital, están
destruyendo silenciosamente nuestros centros urbanos y nuestra cultura cívica.
Lo hacen, por acción u omisión.
Así sucede
cuando se revelan incapaces de integrar la demografía a sus decisiones y se
muestran impávidos frente a las migraciones. Cuando se asocian con los
especuladores inmobiliarios convalidando barrios sin espacios verdes o nuevas
construcciones sin acceso al agua. También cuando dejan contaminar los ríos o
destruir los bosques circundantes. O, cuando ponen todos los medios de la
Municipalidad al servicio del clientelismo y del proyecto del mandamás de
turno.
Estos
jerarcas, por definición, huyen de los controles democráticos, se recuestan
sobre la propaganda, enfiestan a los incautos y duermen tranquilos sabiendo de
que cuando los frutos de su ineptitud se hagan patentes, ellos estarán a salvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario