Si bien hay
que atribuir a Néstor Kirchner la condición de Fundador, es imprescindible
recordar el papel jugado por Eduardo Duhalde en tanto adoptó decisiones que
están en la raíz de la trayectoria argentina de los últimos diez años: La mega-devaluación
de nuestra moneda, la pesificación de los contratos y la entronización del reiterado Gobernador de Santa Cruz en la
cima del poder.
Por lo que
se refiere al peronismo, creo que -aun cuando dentro de él caben las más
diversas y hasta antagónicas versiones de políticas públicas-, para el actual
régimen gobernante el peronismo funciona como un pretexto, como una marca
exitosa utilizada para legitimar un producto diferente, por ejemplo, al
sugerido por el último Perón en su documento: “Modelo argentino para el Proyecto Nacional” (1974).
Señas de identidad del “modelo”
En lo que
aquí interesa, el “modelo” reconoce una columna vertebral: la soja y su precio,
frutos tanto de factores externos como del talento del capitalismo agrario
local y sus agentes. Mientras que en tiempos del peronismo su columna vertebral
(la clase trabajadora) participaba con roles protagónicos, el kirchnerismo
desprecia a los productores agropecuarios aunque no a sus dólares.
Un repaso a
los elementos políticos del “modelo”, identifica a la manipulación de la
historia (para dividir a los argentinos en buenos y malos), la destrucción del
sistema de partidos (apelando a la transversalidad, el ninguneo o el
caudillismo), el desapego a las formas y valores republicanos, la exacerbación
de las consignas y gestos nacionalistas, el centralismo vertical (que somete a
gobernadores, intendentes y a otros actores políticos y sociales), las alianzas
de intereses con determinadas corporaciones, y el tendido de puentes simbólicos
con sectores de izquierda y con movimientos sociales de protesta.
A su vez,
los elementos económicos del “modelo” son, centralmente, una moneda devaluable,
la inflación, los superávits gemelos (balanza comercial y cuentas públicas), la
creciente intervención del Estado en la economía, la existencia de segmentos
altamente lucrativos (capitalismo para pocos y también para los amigos), y el control y subsidios a determinadas
tarifas y precios.
Por último,
en lo social, destacan la ampliación de la cobertura asistencial en beneficio
de sectores excluidos o desfavorecidos, aunque manteniendo las aristas
clientelares.
El Gobierno acelera los ajustes económicos
Los
sucesivos gobiernos Kirchner introdujeron, desde siempre, retoques orientados a
profundizar su modelo. Tal fue el caso de la apropiación de los ahorros
previsionales de los trabajadores, el aumento de la presión impositiva (que no
eludió potenciar impuestos regresivos), la expropiación de YPF-REPSOL, el
control de cambios y de las importaciones, o la modificación de la Carta
Orgánica del Banco Central.
Hay que
añadir que estos ajustes no siempre contaron con el apoyo de todos los miembros
de la coalición que sostiene al Gobierno. En este sentido, si bien el temor o el
oportunismo disimularon o postergaron protestas, es evidente que las medidas
erosionaron distintos componentes de aquella coalición.
Pero la
marcha de la economía global, regional y local está obligando a imponer ajustes
que, de una u otra forma, se apartan de las líneas maestras del “modelo”. Me
refiero, por ejemplo, a la buscada caída del poder adquisitivo de los salarios,
de las jubilaciones y de las ayudas sociales. En el campo de las relaciones
laborales, la ratificación del régimen de accidentes de trabajo, expresa el giro
contrario al discurso fundacional, como lo puso de manifiesto la contundente
huelga general del 20-N.
Síntomas de crisis
La
proyectada reforma de la Constitución Nacional, la destrucción del sistema de
partidos políticos, el avasallamiento del federalismo, los intentos por someter
a la prensa y controlar a los jueces, comienzan a ocasionar protestas y
movilizaciones defensivas de la ciudadanía y de los poderes amenazados.
En la misma
dirección, la ruptura de la alianza, trabajosamente tejida por el Fundador, con
el sector del movimiento obrero más afín a su ideario original, es un factor en
condiciones potenciales de tumbar las bases del modelo. A lo que se suma la
ruptura del “cristinismo” con el peronismo histórico remplazado por fieles que
abrevan en el antiperonismo teórico y en el seudo peronismo setentista.
Existen
también agudos problemas económicos. Es el caso de la desaparición de los
superávits gemelos, el descontrol de la inflación, las presiones de los
trabajadores sindicalizados sobre los salarios, la pérdida de competitividad de
la producción local, la inminente crisis de la deuda externa y, señaladamente,
la cuestión energética.
Pese a la evidente
importancia de estos asuntos, los actos contrarios a la Constitución de la
República, la Voz infalible (acompañada de pedantería, contumacia y soberbia)
que hace imposible el diálogo político, la desarticulación de la oposición y la
ruptura de la coalición fundacional son los factores críticos hoy determinantes.
Como enseña la historia, nuestros problemas adquiriran la condición de graves cuando a la crisis política abierta y trepidante, se sume el escalamiento de la crisis económica en ciernes.
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