Desempleo,
inseguridad, violencia, pobreza, bajos salarios, trabajo en negro, baja calidad
educativa, exclusión social, deficientes servicios esenciales, y los abusos del
poder, son problemas de primera magnitud en la Salta contemporánea. La solución
a tamaños desafíos requiere un enfoque integral. Nada cambiará sino abordamos
simultáneamente la reforma política y social, la restauración del federalismo y
el cambio del modelo económico.
Se equivocan
quienes, remedando a los dictadores sesentistas, plantean que una misma persona
ha de perdurar en el poder para abordar primero la economía, luego los asuntos
sociales y por último el retorno a la democracia.
El ejército
de excluidos y sufrientes, tantas veces invocado por la demagogia, reclama un
sinceramiento y un Plan de Gobierno que en cuatro años concrete las reformas
imprescindibles. La campaña electoral
debería servir para identificar propuestas. No basta con inventariar
dificultades ni con lanzar promesas genéricas, vacías o impracticables.
Cambiar la política
Nuestro
régimen político colapsó. Produce monarcas absolutistas, megalomanía y
mesianismos. Debemos pues echar los cimientos de una democracia republicana,
transparente, descentralizada, vertebrada por los partidos políticos y las
organizaciones sociales, y en donde las mayorías gobiernan y las minorías
controlan y construyen alternativas de recambio.
Los que
quieren perpetuarse en el poder estafan a los ciudadanos. Hay que decir basta a
un régimen que intenta canjear votos por ayudas; que financia sus campañas con
el dinero público; y que se recuesta sobre un conservadurismo ineficaz
maquillado de progresismo.
El nuevo
Gobierno deberá cancelar las reelecciones, independizar a jueces y fiscales,
reconstruir los controles (Auditoria, Sindicatura, Acceso a la Información
Pública, Ley de Ética), e instaurar el principio de igualdad del voto. Sin
nuevas instituciones y manteniendo el vetusto modelo productivo-asistencial,
miles y miles de salteños desperdiciarán sus vidas (Z. BAUMANN, “Vidas Desperdiciadas. La modernidad y sus
parias”, Editorial PAIDÓS, España - 2013), sus talentos y sus ilusiones.
Completar las ayudas sociales
Integrar a
los pobres y otros excluidos requiere de un Estado diferente. Un Estado que
diseñe y brinde nuevas prestaciones y coordine los esfuerzos de voluntarios y
organizaciones sociales. Necesitamos reformular el modelo inaugurado por las Cajas del Programa Alimentario Nacional
(PAN, 1983) y el Plan Trabajar
(1993). Para sumar a las ayudas materiales, servicios de asistencia
personalizada a cargo de trabajadores sociales.
Las madres
del paco no rescataran a sus hijos, ni cesará la violencia de género sin
asistencia espiritual y cultural a cargo de especialistas. Ni los desocupados
ni los alumnos con dificultades de aprendizaje se insertarán en el mundo del
trabajo sin planes que apunten a la calidad y al tratamiento
personalizado.
Mientras los
nuevos servicios sociales entran en funcionamiento, hay que mantener, extender
y mejorar los actuales planes sociales. Donde hay una necesidad tiene que haber
un derecho, no una relación clientelar.
Salta agroindustrial, minera y turística
El próximo
Gobierno deberá Planificar, en ejercicio de las facultades que le concede el
artículo 77 de la Constitución Provincial) un modelo de producción que libere
nuestro potencial agropecuario, minero, hidrocarburífero y turístico,
poniéndolo al servicio del empleo y del bienestar general. Nada de esto
sucederá sin la enérgica e inteligente participación del Estado, las organizaciones
sociales y nuestros mejores expertos.
El
centralismo unitario convirtió a Salta en un territorio dependiente y
subdesarrollado. Ha pasado el tiempo de la sumisión política y cultural de
Salta a los dictados pampeanos. El Gobernador de la Provincia tendrá que
abandonar el rol delegado de la Casa Rosada y exigir inversión en
infraestructuras estratégicas (ferrocarriles, caminos, embalses, vertederos, y
tutela ambiental), reparaciones históricas, y un régimen de promoción
industrial. Salta deberá recuperar competencias de autogobierno para diseñar
incentivos a la producción y al empleo.
Hay dos
puntos de referencia interesantes para organizar nuestra estrategia federal.
Uno exitoso, la industrialización de Córdoba (MIGNON, Carlos “Córdoba Obrera. El sindicato en la fábrica,
1968-1973”, Editorial IMAGO MUNDI, Buenos Aires - 2014). Otro azaroso, el
subdesarrollo Boliviano (MACHACA, Rosendo, en Revista PUKARA, Bolivia - 2014).
En 1927 Marcelo
T. de Alvear sentó las bases de la Córdoba industrial, con la fábrica de
aviones que pronto construyó aeroplanos y planeadores. Luego los Presidentes Perón
(IAME[1]),
Frondizi (Ley 14.781/58) e Illía definieron normas e incentivos (subsidios a la
energía[2],
capacitación obrera); armonizaron Estado y Mercado; mantuvieron continuidad en
el empeño y respetaron el federalismo.
Muchos
salteños y norteños emigraron a Córdoba poniendo brazos y mentes al servicio
del desarrollo industrial. El autonomismo sindical cumplió un papel complejo, chocó
con el verticalismo, hasta eclosionar con las experiencias de SITRAC y SITRAM. Aviones,
tractores, motores, material ferroviario y automóviles cambiaron el destino de la
Provincia.
El proyecto
cordobés fue metalmecánico. El proyecto salteño tendrá como meta no excluyente
la agroindustria y la minería. Contamos con materia prima, trabajadores en
condiciones de ser formados en las tareas industriales y abundancia de energía
y recursos naturales. Nos falta pensar, desarrollar proyectos e identificar las
personas y las organizaciones en condiciones de ejecutarlos. Capacitar a los
trabajadores. Federalizar la acción sindical y descentralizar la negociación
colectiva. Reconstruir caminos y vías férreas. Y concretar nuestro sueño
bioceánico.
Nuestras
frustraciones están a la vista. Mientras los salteños nos empobrecíamos o
emigrábamos, nuestro gas, energía e impuestos financiaban el consumo y la
industria pampeana. El centralismo pretendió compensarnos girando bolsones de
alimentos y zapatillas.
El caso
histórico de Bolivia nace con los desaciertos de la revolución de 1952 y ha
sido crudamente relatado, desde una perspectiva de izquierda, por MACHACA en un
artículo de imprescindible lectura en clave salteña: “Porqué Bolivia jamás llegará a ser una nación industrializada”, en
donde el autor somete a feroz crítica el papel de los sindicatos bolivianos
tradicionales agrupados en la Central Obrera Boliviana (COB).
Si acertamos
en nuestras próximas decisiones políticas,
Salta, a diferencia de Bolivia, llegará a ser una provincia
agroindustrial.
[1] Luego trasformada en DINFIA. Ambas estructuras estatales suscribieron
contratos con la FIAT (tractores, grandes motores diésel y material ferroviario,
1954) y con KAISER WILLIS (automóviles). La “Rastrojera”, el automóvil
“Justicialista”, la moto “Puma”, IKA, Tractor “Pampa”, los aviones “Pulqui”,
fueron algunos de los productos estrella del nuevo complejo automotriz,
aeronáutico y metalmecánico cordobés.
[2] “La
energía eléctrica demostró ser la partera de la industrialización cordobesa en
la posguerra” (BRENNAN, James “El
cordobazo. Las guerras obreras en Córdoba”, Editorial SUDAMERICANA, Buenos
Aires – 1966). El caso cordobés contrasta en este punto con el de Salta:
Mientras Córdoba contó con energía eléctrica subsidiada para su propio
desarrollo industrial, la producción energética e hidrocarburífera de Salta se
entrega subsidiada a los industriales pampeanos.
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