Dedicaré mi primera columna de la semana a tratar dos asuntos políticos con traducción jurídica: El adelanto de las elecciones nacionales y la precariedad del derecho municipal salteño.
1. Casi todo se ha dicho respecto de la decisión del matrimonio presidencial de adelantar las elecciones a legisladores nacionales. Estamos, a mi entender, ante un quebrantamiento más del orden institucional republicano, perpetrado apelando a argumentos inconsistentes y sin medir bien las consecuencias.
Es cierto que, en determinadas coyunturas, los gobiernos de las democracias parlamentarias deciden adelantar, para reconstruir su fuerza política y promover pronunciamientos del electorado que pongan en sintonía la mayoría ciudadana con la mayoría parlamentaria.
Pero esa misma medida, buena y constitucional en regímenes parlamentarios, se vuelve perniciosa e inconstitucional en regímenes presidencialistas. Entre otras razones porque aún cuando el electorado argentino construya en junio una nueva mayoría, la república seguirá gobernada hasta diciembre por un cuadro político ya anacrónico.
Por esto resulta llamativo que algunos líderes que ven en las listas sábanas una rémora política, hayan apoyado la unificación y nacionalización de las elecciones que permiten a más de un candidato prenderse de carros, pantalones y polleras.
Agrego que es muy sana la decisión del Gobernador de la Provincia de mantener la convocatoria a elecciones locales; por su apego a la legalidad, pero sobre todo por la oportunidad que brindará a los salteños de aprovechar el debate electoral para hablar de temas provinciales y municipales.
La reciente emergencia en Salta de varios partidos departamentales o vecinales bien pudiera expresar la incapacidad de los grandes partidos de representar adecuadamente las inquietudes más lacerantes e inmediatas de los vecinos electores.
2. El segundo tema al que quiero referirme con idéntica brevedad, es a la las lagunas y debilidades del derecho municipal salteño.
Si usted es vecino de la ciudad de Salta, pues sufrirá las consecuencias de la maraña legislativa y de la escasa vigencia de las ordenanzas. Pero si es vecino de municipios pequeños, tropezará con la ausencia de normas locales que convierten la convivencia en lo más parecido a la jungla.
Si un vecino arroja la basura en la calle, y deja suelto a perros peligrosos, y tala árboles o prende fuego, si se emborracha de forma ruidosa, si hace aguas mayores o menores en la vía pública, no intente quejarse. Le dirán que no hay una ordenanza que lo prohíba. Muchas gracias, y hasta el próximo miércoles.
(Para FM Aries)
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