Algo deberíamos hacer para frenar el poder contaminante de los plásticos. Un poder que avanza de la mano del comportamiento irresponsable de los ciudadanos y de la pasividad de las autoridades.
Calles, caminos, cunetas, ríos, playas, veredas están infectados de este horrible material que resiste el paso del tiempo y las adversidades climáticas.
Nuestros paisajes urbanos y rurales sufren las heridas de botellas, recipientes, láminas y embalajes de plástico, a los que se suman pañales descartables, cartones, papeles y ciertos viles accesorios higiénicos usados por desaprensivos.
Los nuevos envases de bebidas (me refiero a las cajas de cartón plastificado que acogen vinos de baja calidad y al vidrio de las botellas de ferné), y de alimentos populares como papas fritas o chisitos, añaden agresiones al medioambiente y a su belleza.
Además de daños estéticos, estos residuos provocan contaminación, taponan desagües, facilitan la propagación de insectos asesinos, e impiden el buen uso de los espacios públicos.
Piénsese sino en los amantes bucólicos que buscan intimidad y solaz en las playas de nuestros ríos, cuando no en los acogedores yuyos, a los que condenamos a tropezar con la agresiva presencia de botellas vacías, forzándolos a concurrir a hoteles por hora.
¿Qué hacer frente a este desagradable panorama de nuestro suelo regado de plásticos?
Una primera solución apunta a exigir a nuestros Intendentes mayor dedicación y prolijidad en las tareas de recolección de basura. Pero ya sabemos que es muy poco lo que se obtiene de este tipo de reclamos.
Una segunda vía consiste en proponer a los ciudadanos un comportamiento más responsable, sugiriéndoles no abandonar en sitios públicos residuos contaminantes. Vale decir: a los bebedores de fin de semana, que se lleven los tetabrik a sus casas; a los domingueros, que carguen en sus motos y coches los envases de gaseosas; a las mamás, que guarden en sus bolsos los pañales usados por sus bebés. Y cosas por el estilo.
Es probable que por esta vía obtengamos mejores resultados que por la primera, dada la conocida negligencia de nuestras autoridades municipales.
Pero hay una tercera vía: Obligar a los fabricantes de objetos contaminantes, a que generen incentivos para conservar el medioambiente. Por ejemplo: insertar leyendas conservacionistas o pagar por el reintegro de envases.
(Para FM Aries)
Calles, caminos, cunetas, ríos, playas, veredas están infectados de este horrible material que resiste el paso del tiempo y las adversidades climáticas.
Nuestros paisajes urbanos y rurales sufren las heridas de botellas, recipientes, láminas y embalajes de plástico, a los que se suman pañales descartables, cartones, papeles y ciertos viles accesorios higiénicos usados por desaprensivos.
Los nuevos envases de bebidas (me refiero a las cajas de cartón plastificado que acogen vinos de baja calidad y al vidrio de las botellas de ferné), y de alimentos populares como papas fritas o chisitos, añaden agresiones al medioambiente y a su belleza.
Además de daños estéticos, estos residuos provocan contaminación, taponan desagües, facilitan la propagación de insectos asesinos, e impiden el buen uso de los espacios públicos.
Piénsese sino en los amantes bucólicos que buscan intimidad y solaz en las playas de nuestros ríos, cuando no en los acogedores yuyos, a los que condenamos a tropezar con la agresiva presencia de botellas vacías, forzándolos a concurrir a hoteles por hora.
¿Qué hacer frente a este desagradable panorama de nuestro suelo regado de plásticos?
Una primera solución apunta a exigir a nuestros Intendentes mayor dedicación y prolijidad en las tareas de recolección de basura. Pero ya sabemos que es muy poco lo que se obtiene de este tipo de reclamos.
Una segunda vía consiste en proponer a los ciudadanos un comportamiento más responsable, sugiriéndoles no abandonar en sitios públicos residuos contaminantes. Vale decir: a los bebedores de fin de semana, que se lleven los tetabrik a sus casas; a los domingueros, que carguen en sus motos y coches los envases de gaseosas; a las mamás, que guarden en sus bolsos los pañales usados por sus bebés. Y cosas por el estilo.
Es probable que por esta vía obtengamos mejores resultados que por la primera, dada la conocida negligencia de nuestras autoridades municipales.
Pero hay una tercera vía: Obligar a los fabricantes de objetos contaminantes, a que generen incentivos para conservar el medioambiente. Por ejemplo: insertar leyendas conservacionistas o pagar por el reintegro de envases.
(Para FM Aries)
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