La muerte, esta vez, nos ha privado de una persona de relevante calidad humana. Porque eso, además de un demócrata, fue el doctor Raúl Alfonsín, a quién conocí y traté en largos y difíciles momentos de nuestra vida política.
La muerte del hombre que lideró nuestra transición apostando por la vida, la paz cívica y el consenso, provocó infrecuentes emociones colectivas y nos invitó a reflexionar sobre el pasado y el futuro de la República.
En un sano ejercicio de autocrítica, muchos de quienes trabaron su accionar y desoyeron sus apelaciones al diálogo, han vuelto sigilosamente sobre sus pasos sumándose al coro de elogios.
Raúl Alfonsín procuró democratizar la vida sindical y reformar las relaciones laborales.
Impulsó el juzgamiento de los altos responsables de la última dictadura militar, buscó reinstalar a las Fuerzas Armadas dentro del concierto institucional, y dio los primeros pasos para cerrar las heridas abiertas en los años setenta.
Logró que un país habituado a pensar la región en términos de conflicto, sellara acuerdos limítrofes y de cooperación, mostrándonos las ventajas de vivir en paz e integrados al mundo.
Tropezó con la incomprensión y la cicatería de buena parte del peronismo político y sindical de entonces, que sólo lo acompañó durante el levantamiento militar de aquella Semana Santa de los años 80.
Más allá de estos apuntes generales, quisiera reseñar aquí mis relaciones con el doctor Alfonsín a quién conocí merced a la intermediación de Felipe González.
En 1985, para escándalo del peronismo tradicional, decidí incorporarme a su equipo con el encargo de contribuir a la modernización laboral primero, y de diseñar políticas de desarrollo regional después.
Mas adelante y a través del Partido Tres Banderas, me sumé a la propuesta de Convergencia y a su frente electoral.
En 2001, año de extrema gravedad institucional, hablé con él intentando acercar a líderes separados por ideologías y desconfianzas.
Alfonsín, trabajando o dialogando, generaba un clima de calidez humana. Sus modos reposados y elegantes aproximaban. Estuvo a mi lado en dolorosos momentos familiares y confortó a mis pequeños hijos. En resumen, saludo y evoco desde aquí a Raúl Alfonsín, un caballero y un hombre de bien.
(Para FM Aries)
La muerte del hombre que lideró nuestra transición apostando por la vida, la paz cívica y el consenso, provocó infrecuentes emociones colectivas y nos invitó a reflexionar sobre el pasado y el futuro de la República.
En un sano ejercicio de autocrítica, muchos de quienes trabaron su accionar y desoyeron sus apelaciones al diálogo, han vuelto sigilosamente sobre sus pasos sumándose al coro de elogios.
Raúl Alfonsín procuró democratizar la vida sindical y reformar las relaciones laborales.
Impulsó el juzgamiento de los altos responsables de la última dictadura militar, buscó reinstalar a las Fuerzas Armadas dentro del concierto institucional, y dio los primeros pasos para cerrar las heridas abiertas en los años setenta.
Logró que un país habituado a pensar la región en términos de conflicto, sellara acuerdos limítrofes y de cooperación, mostrándonos las ventajas de vivir en paz e integrados al mundo.
Tropezó con la incomprensión y la cicatería de buena parte del peronismo político y sindical de entonces, que sólo lo acompañó durante el levantamiento militar de aquella Semana Santa de los años 80.
Más allá de estos apuntes generales, quisiera reseñar aquí mis relaciones con el doctor Alfonsín a quién conocí merced a la intermediación de Felipe González.
En 1985, para escándalo del peronismo tradicional, decidí incorporarme a su equipo con el encargo de contribuir a la modernización laboral primero, y de diseñar políticas de desarrollo regional después.
Mas adelante y a través del Partido Tres Banderas, me sumé a la propuesta de Convergencia y a su frente electoral.
En 2001, año de extrema gravedad institucional, hablé con él intentando acercar a líderes separados por ideologías y desconfianzas.
Alfonsín, trabajando o dialogando, generaba un clima de calidez humana. Sus modos reposados y elegantes aproximaban. Estuvo a mi lado en dolorosos momentos familiares y confortó a mis pequeños hijos. En resumen, saludo y evoco desde aquí a Raúl Alfonsín, un caballero y un hombre de bien.
(Para FM Aries)
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