Retomaré una idea esbozada el pasado lunes: La necesidad de que Salta lidere las demandas por un nuevo modelo productivo nacional.
Una idea que quizá parezca excesiva a quienes piensan que Salta (y por extensión al Norte argentino) es un espacio condenado a vivir de las dádivas del centro, y en donde la mayoría tiene que optar entra la pobreza o la emigración.
Tal escepticismo es expresión ideológica de un modelo productivo que nació en los años 30, impuesto por la gran crisis y la Segunda Guerra mundial. Un modelo que el primer peronismo consolidó con su alianza entre militares nacionalistas, industriales protegidos y sindicatos oficiales. Y que en Salta se tradujo, hasta hoy, en dependencia, subdesarrollo, inequidad social y atraso político.
Sin embargo, el orden mundial que está edificándose tras la crisis global, desafía a los argentinos a diseñar un nuevo modelo productivo que induzca cambios territoriales, políticos y sociales.
Si entre 1880 y 1930 la Argentina se pensó como “granero del mundo”, tiene ahora la oportunidad de ser el “Supermercado” que alimente a miles de millones de seres humanos.
Avanzar en esta dirección requiere liberar las energías productivas de la Nación, cambiar la matriz impositiva y los incentivos, erigir un Estado potente capaz de orientar, regular, equilibrar y asistir.
En tal escenario, nuestra región debería pensarse como un polo agropecuario, energético y minero; con parques científico-tecnológicos, talleres ferroviarios y de maquinarias; con fábricas de alimentos, caminos y depósitos suficientes; con nuevas represas para el riego y la energía. Un espacio capaz de triplicar los servicios de educación, salud, seguridad y seguridad.
El funcionamiento de este nuevo modelo, en el medio plazo, eliminaría la pobreza y demandaría el retorno de los norteños emigrados y de sus hijos, con el rédito añadido de abatir la cabeza de Goliat y restaurar el perdido equilibrio demográfico y electoral.
(Para FM Aries)
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