En columnas anteriores me referí a la necesidad de definir un nuevo modelo productivo que reemplace al que sobrellevamos desde 1930.
La idea consiste, en lo esencial, en aprovechar las nuevas oportunidades que el mundo ofrece a las regiones productoras de alimentos y de energía. Este nuevo modelo nos instalaría como un inmenso supermercado capaz de alimentar a millones de seres humanos, y nos permitiría abolir la pobreza local y re-equilibrar demográfica y políticamente a nuestra república.
Avanzar en esta ambiciosa dirección requiere consagrar en 2011 a un Gobierno muy distinto del actual. Un equipo capaz de instalarnos ventajosamente en el mundo así como de gobernar; vale decir, de fijar un rumbo superando los estrechos limites implícitos en la resignada administración de las crisis, los conflictos y la pobreza.
Pero precisa también y desde ahora, la apertura de un elevado debate donde nuestros pensadores y expertos llenen de contenido a este nuevo modelo que alumbrará, además, un nuevo orden de convivencia y de organización territorial.
Conviene recordar que en aquel año fundacional (me refiero a 1930) la Argentina padeció la Gran Crisis Mundial, experimentó una drástica caída de su riqueza agropecuaria, fundó industrias al margen de la lógica de la productividad, instaló la cultura estatista y consolidó a Buenos Aires como la cabeza de Goliat.
Imagino un modelo productivo impulsado por un nuevo Estado y liderado por un gobierno de unidad nacional que cuente con la participación activa de las fuerzas económicas y sociales.
Su construcción depende de conceptos relativamente sencillos, tales como Federalismo, Productividad, Equidad. Tanto como de la definición de incentivos eficaces que nos conduzcan a los objetivos.
Dedicaré la próxima columna a presentar ideas acerca de los incentivos salariales.
(Para FM Aries)
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