Lesser y Castellanos, situados en la órbita de las Yungas, son dos villas de casas bajas rodeadas de arboledas de verdes brillantes, de ríos y arroyos de montaña, de exóticos pájaros bellos y de pacíficos vecinos.
Sus tierras y sus bosques albergan especies animales y vegetales que, por su calidad y diversidad, toda sociedad humana que se precie de tal está obligada a preservar.
Aunque uno pertenece al municipio de Vaqueros y otro al de San Lorenzo, ambos territorios reciben de las autoridades comunales un trato desdeñoso y distante, seguramente a causa de su escaso peso electoral.
Pues bien, según la información disponible, alguien decidió que este hermoso lugar es el sitio más apropiado para elevar un hotel de 40 habitaciones, 3 plantas, extensas playas de estacionamiento y toneladas de hormigón.
Planificó tal desmesura sin reparar en los límites que impone el Código de Edificación de San Lorenzo. Lo hizo imaginando quizá poder burlar o modificar las normas, como burló y modificó la línea de rivera que separa su heredad del Río Castellanos.
Para erigirlo, derribará arboles añosos, agotará el agua que consumen los vecinos, expulsará a aves y animales nativos, dañará el precario camino, contaminará las napas subterráneas. Todo en nombre del falso “progresismo”, que tantas simpatías despierta en los círculos del poder provincial y nacional.
¿Se atreverán las autoridades municipales a legalizar un proyecto incivil y contrario a los equilibrios medioambientales y urbanísticos básicos?
¿Podrá más la prepotencia cortesana del poder o la serena resistencia de los vecinos?
Sus tierras y sus bosques albergan especies animales y vegetales que, por su calidad y diversidad, toda sociedad humana que se precie de tal está obligada a preservar.
Aunque uno pertenece al municipio de Vaqueros y otro al de San Lorenzo, ambos territorios reciben de las autoridades comunales un trato desdeñoso y distante, seguramente a causa de su escaso peso electoral.
Pues bien, según la información disponible, alguien decidió que este hermoso lugar es el sitio más apropiado para elevar un hotel de 40 habitaciones, 3 plantas, extensas playas de estacionamiento y toneladas de hormigón.
Planificó tal desmesura sin reparar en los límites que impone el Código de Edificación de San Lorenzo. Lo hizo imaginando quizá poder burlar o modificar las normas, como burló y modificó la línea de rivera que separa su heredad del Río Castellanos.
Para erigirlo, derribará arboles añosos, agotará el agua que consumen los vecinos, expulsará a aves y animales nativos, dañará el precario camino, contaminará las napas subterráneas. Todo en nombre del falso “progresismo”, que tantas simpatías despierta en los círculos del poder provincial y nacional.
¿Se atreverán las autoridades municipales a legalizar un proyecto incivil y contrario a los equilibrios medioambientales y urbanísticos básicos?
¿Podrá más la prepotencia cortesana del poder o la serena resistencia de los vecinos?
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