En 1961 acababa yo de ingresar a la Universidad Nacional de Tucumán, más precisamente a su Facultad de Derecho. Como todos recordarán, eran tiempos con un escenario mundial políticamente tormentoso, marcado por la “guerra fría” y por la irrupción de Fidel Castro y de Ernesto Che Guevara.
El desembarco de fuerzas anticastristas en Bahía de los Cochinos, producido en Abril de ese año, movilizó al estudiantado argentino, seguramente incentivado por la fuerte presencia que en los claustros tenían la Federación Juvenil Comunista y los partidos de izquierda.
En un acto clásico de corte antiimperialista celebrado en el patio de la Facultad, tuve la oportunidad de conocer y admirar desde entonces a Guillermo Garmendia, el líder de los estudiantes reformistas, que nos arengó -con inusual brillo oratorio- contra la invasión a la isla.
En ese tiempo, la incipiente revolución cubana provocaba reacciones encontradas en el conjunto de la sociedad argentina, pero concitaba el apoyo era mayoritario en los ámbitos juveniles y universitarios. La inicial aureola romántica que rodeó a los guerrilleros confundió incluso a una de nuestras mejores poetisas que, pese a su conservadurismo, escribió bellas palabras en honor del Comandante barbado.
Más adelante, sobre todo en el seno del peronismo diríamos “oficial”, ese entusiasmo fue atenuándose hasta desaparecer, pese el empeño de John William COOKE, castrista convencido, quién fuera el primer delegado del Perón exiliado.
Me atrevería a decir que, entre otros ensayos y crónicas, fue un artículo de Mario Vargas Llosa alertando sobre la existencia de un fascismo rojo, corporizado en las dictaduras comunistas, el que dio fundamentos racionales y políticos a muchos jóvenes para alejarse de esta izquierda totalitaria y volver su mirada y sus esperanzas a los principios y a las formas democráticas.
En la Argentina contemporánea sobrevive una izquierda castrista que complementa su ideario con los exaltados discursos del comandante Hugo Chávez. Una fuerza política, ciertamente minoritaria, que convive con otros entusiasmos más discretos pero igualmente admiradores de ambas dictaduras.
En el hemisferio norte, vale decir en Europa y en EEUU, los defensores de este tipo de dictaduras ejercen hoy una ínfima influencia en el panorama político.
Pero han sido las recientes manifestaciones de la resistencia democrática cubana que reside en el interior de la isla y la brutal represión ordenada por el régimen, lo que ha movido a intelectuales y artistas, no precisamente de derechas, a expresarse abiertamente contra la dictadura cubana y sus personeros.
Quiero, desde esta modesta columna, sumarme a las voces que piden el restablecimiento de las libertades en favor de los cubanos y el inicio de una urgente, limpia y pacífica transición que consagre la democracia en este país hermano.
(Para FM Aries)
No hay comentarios:
Publicar un comentario