La antipatía que un señor mexicano, designado como jefe de operaciones, despierta en pilotos y mecánicos de Aerolíneas Argentinas, perjudicó la semana pasada a miles de pasajeros. Ante la lamentable pasividad de las autoridades y la loable mansedumbre del público, los sindicatos oficiales resolvieron, sin previo aviso, alterar la normalidad de los vuelos de cabotaje.
Para encontrar este tipo de huelgas sorpresivas en el mundo desarrollado y civilizado, hay que remontarse a varias décadas atrás, pues -como se sabe- los sindicatos más representativos de estos países han aprobado códigos de auto-regulación o aceptado las normas estatales que regulan el ejercicio del derecho de huelga.
Los trabajadores de aquel mundo y sus sindicatos procuran armonizar la legítima defensa de sus intereses con los igualmente legítimos intereses de consumidores, usuarios o simples ciudadanos ajenos a las pujas obrero-patronales. Lo hacen por convicciones democráticas y también atendiendo a la necesidad de buscar la comprensión o el apoyo de la opinión pública.
Naturalmente, las restricciones que pesan sobre el derecho de huelga son, más severas cuando se trata de servicios esenciales, como es el caso indudable del transporte aéreo.
Pero quienes vivimos en este que es nuestro país, estamos condenados a sufrir los desplantes de quienes a sabiendas nos toman por rehenes al servicio de sus estrategias de lucha económica o de poder. A este respecto una ideología seudo progresista premia o tolera las huelgas imprevistas, que no respetan los servicios mínimos, que no son aprobadas democráticamente, que se eternizan, o que incluyen tomas de caminos, puentes o centros de trabajo.
Bastaría con revisar los documentos producidos por los sindicatos italianos de izquierda (paradigmas de la fuerza reivindicativa) para descalificar a esa ideología en realidad antidemocrática.
El vuelo Buenos Aires – Salta del pasado martes 27 de abril, junto a otros, sufrió las consecuencias de una huelga salvaje tolerada por las autoridades. Con el agravante de que el personal que se ubica en el hall central del Aeroparque con el encargo de informar a los pasajeros, hizo mutis por el foro en las horas donde se producían las demoras y cancelaciones.
Para colmo de males, las pantallas de la empresa Aeropuertos 2000 emitían informaciones contradictorias sobre la eventual partida de este vuelo.
En cualquier caso, los casi 200 pasajeros del vuelo a Salta hicieron gala de una santa paciencia y no emitieron la más leve muestra de desagrado. Resignados quizá. O esperanzados en que, una vez en el avión, el comandante nos daría explicaciones y, siguiendo reglas no escritas de buena educación, nos pediría disculpas por las molestias ocasionadas por él y sus colegas. Pero nuestra espera fue en vano. El comandante guardó el mismo silencio que guardan los pastores cuando conducen al ganado.
(Para FM Aries)
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