¿Es posible tomar decisiones acertadas en dos segundos? Al parecer pueden lograrlo quienes poseen un alto nivel de inteligencia intuitiva, como lo explica Malcolm GLADWELL en el interesante libro que acabo de leer.
Es seguro que todos los seres humanos disponemos, en mayor o menor grado, de esta potente herramienta que nos ayuda a prevenir, a seleccionar (amistades o amores por ejemplo), a resolver problemas, a identificar itinerarios o, llegado el caso, a enfrentar con éxito situaciones de conflicto.
A sabiendas de que esta capacidad humana, como todas las otras, esta desigualmente repartida y conduce a resultados desparejos, algunos científicos están desarrollando técnicas para su mejor ejecutoria y aplicación provechosa.
Los problemas que plantea la “administración” de nuestra inteligencia intuitiva son arduos. ¿Cómo eliminar los prejuicios que la nublan? ¿Cómo prevenir apresuramientos malsanos? ¿Cómo distinguir la intuición inteligente de la rudimentaria especulación de los chantas?
En fin, no me propongo entrar aquí en honduras para las que no estoy preparado. Quisiera, si, hacer dos breves referencias al tema de la inteligencia intuitiva.
La primera tiene que ver con dos queridas tías mías que solían afirmar que los miembros de su etnia eran seres privilegiados por la posesión de lo que ellas llamaban un sexto sentido, que les permitía moverse en un mundo no por pequeño menos cargado de amenazas. Aquellas nobles tías eran capaces de determinar, en segundo, quién formaba del lado de los buenos, quién tenía la fea costumbre de la deslealtad o de la mentira.
La segunda incursiona en el terreno de la política. Como resulta evidente, los responsables gubernamentales de cualquier parte del mundo están obligados a adoptar decisiones rápidas, tras seleccionar los datos que estiman relevantes.
Lo hacen, desde luego, los líderes que hoy ejercen el poder desde Las Costas o desde Olivos. Con una particularidad: sus probabilidades de acertar vienen reducidas, muchas veces, por las anteojeras ideológicas que deforman la realidad. Es el caso, por ejemplo, de las decisiones adoptadas respecto de las actividades agrícolas, ganaderas y agroindustriales.
En otras oportunidades, el desacierto proviene de haber adoptado la decisión con retraso o partiendo de un notorio desconocimiento de los términos globales de cada asunto. Es el caso de las decisiones que toma la Presidente en temas de política exterior (Malvinas o Uruguay) o de los desaciertos que poblaron su reciente visita a España.
Pienso que nuestra república precisa de una nueva generación de líderes intuitivos y cultos, con mirada cosmopolita y local, que actúen guidados por valores y no por prejuicios ideológicos ni por la mera búsqueda del poder.
(Para FM Aries)
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