Los festejos del bicentenario argentino han sido ocasión propicia para hablar y reflexionar acerca de la patria, su existencia, su estado y su futuro.
Ahora bien si, como opinan algunos, patria es la tierra donde se ha nacido los lazos del patriotismo son más sólidos con y dentro de la llamada patria chica. En este caso, con Salta antes o más que con la Argentina. A la misma audaz conclusión llegan quienes piensan que la patria es el lugar donde residen los recuerdos y los muertos queridos.
Desde este punto de vista, habría que buscar en otro lado aquello que une a los habitantes de una nación determinada. Sería entonces lícito preguntarse, por ejemplo, qué une a un salteño con un chubutense o un pampeano, y qué lo separa de un tarijeño, por poner un caso expresivo.
Las repuestas que reenvían a la historia, a la lengua, a los límites geográficos o a las creencias o a los demonios comunes no parecen resolver definitivamente el problema. Es esta insuficiencia de los conceptos tradicionales la que ha llevado a algunos pensadores a hablar del patriotismo constitucional. Según esta nueva mirada, la patria sería aquel lugar donde todos sus habitantes están regidos y protegidos por una Constitución política construida alrededor de un consenso amplio, sustantivo y de larga vigencia.
Dicho en otros términos: lo que une de verdad a salteños, santiagueños, sanjuaninos y rionegrinos es, en lo fundamental, la común referencia a la Constitución Nacional cuando se trata de definir derechos y obligaciones y de fijar las reglas para la convivencia pacífica.
Sin embargo, cuando las cosas se analizan desde esta óptica, no es difícil pensar que nuestra patria atraviesa su bicentenario dividida, enfrentada, crispada y, si acaso, desorientada.
Esta suerte de crisis de identidad estaría originada, entonces, en la debilidad que entre nosotros tiene el consenso constitucional. Una debilidad que es fruto a su vez de la manipulación de la Carta Magna, de la falta de correspondencia entre nuestras instituciones realmente existentes y las pautas aprobadas en 1853, entre el programa económico y social inspirado en Alberdi y lo cotidiano.
Las diferentes segmentaciones que fuimos inventando, creyendo entendernos, no hicieron sino agregar divisiones. Me refiero a las patrias peronista, socialista, metalúrgica, contratista, financiera u otras de igual estirpe. También a la patria kirchnerista que, por su carácter excluyente, está, como las otras, incapacitada para albergarnos a todos.
No puede haber patria en su sentido más abarcador allí donde impera, por ejemplo, un derecho penal de los vencedores, diferente al derecho penal para los vencidos.
La reconstrucción de la Nación Argentina pasa, entonces, por la reunión de los argentinos alrededor de nuestra Constitución y de su efectiva vigencia.
(Para FM Aries)
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