Vaqueros es, por definición, un pueblo de vacas y pastores. Pero en nuestro Vaqueros, departamento La Caldera, hay además bellos ríos de montañas, formaciones selváticas, humedades perpetuas, chuñas y chiflones, boîtes a la antigua usanza, recoletos restaurantes, misa-chicos fervientes, gente laboriosa y un Intendente que se ocupa preferentemente de las fiestas.
Vaqueros, aprovechando su proximidad con nuestra capital, está poblándose a ritmo acelerado. Bien es verdad que la ausencia de un plan maestro que guie su desarrollo urbano, origina agresiones incontroladas al medioambiente y un crecimiento que carece de las infraestructuras que son requisito del bienestar.
Afortunadamente hay muchos vaquereños con vocación autonomista; de esos que no se sientan a esperar resignadamente a que el Intendente de turno resuelva los problemas comunitarios. Que se asocian para progresar, para abordar problemas como los que plantean la recogida de los residuos domésticos, la extensión de la red de gas, la iluminación de las calles o el uso de las aguas comunes. Gente inquieta que sabe de controles republicanos, de derechos y deberes. Paisanos de esos que suelen incomodar a quienes detentan ocasionalmente los poderes públicos.
En materia de música, Vaqueros vive una realidad que sorprende. Sin desplazar a los viejos folkloristas ni a los bombos legüeros, han comenzado a sonar otros instrumentos y otros estilos. Asistimos a una irrupción de musical no tradicional para la zona, de la mano de varios maestros de nuestra orquesta sinfónica, que han decidido radicarse en Vaqueros atraídos por su paz y sus paisajes.
La novedad radica en que estos nuevos músicos no solamente viven en Vaqueros, sino que practican allí su arte. Unas veces ensayando en la intimidad, y otras compartiendo su quehacer musical en espléndidas y sobrias veladas vecinales.
Sin ir más lejos, la semana pasada Rita CORCES, con flauta traversa, y Eugenia PACHECO AREVALO, al piano, deleitaron a los vecinos con un singular concierto centrado en la obra de Astor PIAZZOLA. Los acostumbrados a escuchar Adiós Nonino a través del bandoneón quedamos sorprendidos, diría que deslumbrados, por las posibilidades que al tango abre la flauta traversa en dúo con el piano. Una experiencia que, como recordó Rita CORCES, conecta con el pasado del tango que, en sus orígenes, solía ser interpretado por flautas arrabaleras.
Aquella noche, nuestras vecinas, ocasionales intérpretes del tango y consumadas cultoras de la música clásica, deleitaron a la audiencia presentado arreglos que exploraron caminos poco transitados dentro de la estética del gran PIAZZOLA.
Por aquello de que no sólo de arte vive el hombre, la velada terminó con las delicadas creaciones que presentó Juan Blas, un joven chef representante de la nueva cocina salteña.
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