En una columna anterior, escrita a propósito de un encuentro de amigos peronistas que en 1983 formaron parte de la Lista Amarilla, me referí a la vocación de los salteños por las recordaciones y los aniversarios.
Mientras la escribía caí en cuenta de que rondamos otro aniversario político que nadie, al menos hasta ahora, ha recordado: Me refiero a la fundación de la Agrupación Reconquista, un acontecimiento ocurrido hace ahora 40 años. Todo comenzó entonces con la iniciativa de varios amigos, en su mayoría abogados, de adquirir acciones en el diario El Intransigente, que atravesaba una delicada situación económica, asociándonos a un grupo de empresarios locales e invitando a representantes de la CGT de Salta.
El experimento, que comenzó rebautizando al diario con el nombre de Democracia, estuvo marcado por nuestro doble enfrentamiento con la dictadura de Onganía y con nuestro competidor periodístico, así como por la orientación inequívocamente peronista de su línea editorial.
Lo cierto es que aquella fascinante experiencia duró poco (creo que no llegamos a editar más de 180 números de Democracia), y el núcleo peronista fue desplazado de la dirección del diario. Esta circunstancia nos movió a formar una Agrupación política que giraría bajo el nombre de Reconquista, en alusión al nombre del periódico que dirigía don Raúl SCALABRINI ORTIZ.
Aquella Agrupación Reconquista despertó filias y fobias. Y quizá sigue despertándolas en círculos recalcitrantes. Fue tachada de grupúsculo comunista, de organización sectaria y fascista y, como no, de célula subversiva. Pese a que, entre dirigentes y simpatizantes, nunca llegamos a contar con más de 30 adherentes, adquirimos pronto una cierta presencia en el escenario político salteño y, a través de una elaborada política de alianzas, un peso significativo dentro del peronismo local de los años 70.
Pensábamos que en la ortodoxia peronista estaban todas las verdades y todas las herramientas para transformar a la Argentina y construir la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria. Actuábamos guiados por una lealtad severa a las directivas de Perón, a quién considerábamos infalible. Cometimos todos los errores imaginables, menos uno: Jamás ejercimos la violencia, aunque la sufrimos.
La originaria solidez de la Agrupación fue lentamente desapareciendo. Primero, por las divergencias internas que surgieron tras la muerte del General Perón y las posiciones a asumir respecto del Gobierno de Isabel Perón. Luego por el demoledor golpe militar de 1976 que obligó al exilio (interior o exterior) a buena parte de sus miembros, permaneciendo el resto, mientras duró la dictadura de Videla, en la penosa condición de malditos y sospechosos.
En fin, una experiencia polémica que, como otras, está abierta a la reflexión, pendiente de estudio.
(Para FM Aries)
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