Mariano Ferreira, joven asesinado en el contexto de un conflicto ferroviario, es otra víctima de la violencia que empaña la actividad de los tutores y beneficiarios del modelo sindical argentino.
Un esquema legal y político que concede a la burocracia sindical ventajas que le permiten excluir a competidores, cerrar a cal y canto los caminos de la libertad sindical, transformar a las organizaciones obreras en tapaderas de negocios innobles, y consolidar conducciones dinásticas.
Añado que ese comportamiento violento, de larga trayectoria en la historia argentina, viene alentado por los profetas del odio que, desde las alturas del poder, se empeñan en dividir a los argentinos entre los beatíficos “nosotros” y “ellos”, los perversos.
Esta violencia verbal y física es uno de los hilos que enlazan a los personeros del monopolio sindical, más allá de sus reales o fingidas discrepancias; más allá de la irrelevante distinción entre un sindicalismo oficialista y complaciente (hoy encarnado por el señor Hugo Moyano), y un sindicalismo también oficialista pero contestatario.
El otro hilo conductor es su vocación para pactar con la patronal, en las mesas y por debajo de ellas. Pactar, antes que nada, aquello que garantiza la supervivencia de este modelo envejecido y viciado.
El argumento que permite esta sintonía es el rechazo visceral a las izquierdas que no se someten a los cánones oficiales. En este sentido, el empresariado argentino y los agentes del monopolio sindical pretenden excluir a las izquierdas de los derechos fundamentales.
La negativa del Ministerio de Trabajo a inscribir sindicatos alternativos y a reconocer personería sindical a la Central de los Trabajadores de la Argentina (CTA), es la forma a través de la cual el actual Gobierno acompaña y convalida aquel contubernio, que pervive en abierto desafío a la Constitución y a los fallos de nuestra Suprema Corte de Justicia.
La Argentina precisa avanzar, de forma urgente, hacia un nuevo modelo sindical que incorpore las expresiones plurales de representación obrera, que garantice la democracia interna y que aliente una amplia y autónoma reelaboración de las estrategias y plataformas sindicales. Incluidas las que defiende el emergente sindicalismo de izquierda que, entiendo, debería reforzar su compromiso con el Estado democrático de derecho.
Permítanme una breve alusión al pacto sellado entre el gobierno (este y varios anteriores) y el sindicato ferroviario, para recordar que este mismo pacto, que permite la explotación de trabajadores bajo el pretexto de la tercerización, perjudica a los salteños condenándolos a soportar la decadencia del ferrocarril Belgrano.
Termino rindiendo un personal homenaje a Mariano Ferreira y a todos los trabajadores víctimas de la violencia, y haciendo votos por la pronta recomposición de la paz social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario