Como en todas las latitudes, hay en Salta gente egoísta y gente solidaria. Personas que se abusan y otras que prefieren impecables comportamientos cívicos. Como hay funcionarios eficientes y que atienden a todos por igual, que comparten tareas con vagos irredentos que sólo atienden a amigos o favorecedores.
Me detendré en dos anécdotas que muestran las virtudes de muchos de nuestros comprovincianos. Virtudes que, entre otros factores, están en la raíz del auge del turismo pues, como se sabe, nuestros visitantes valoran la calidad humana del salteño, la paz provinciana y la generalizada buena fe que todavía marca las relaciones entre las personas.
La semana pasada se rompió la rueda de mi auto en medio de una ruta provincial. Había oscurecido y comenzaba a llover. Después de varios intentos de cambiar la rueda decidí llamar al auxilio que me anunció una demora de dos horas. Mientras esperaba, decenas de coches lujosos con cristales polarizados pasaron raudos sin respetar los límites de velocidad, muchos de ellos con signos evidentes de ir hablando por teléfono mientras conducían.
Hasta que de pronto un vehículo de los años 80, de andar cansino, se paró a mi lado y el conductor y su esposa se ofrecieron para ayudarme. El caso es que estos vecinos solidarios tuvieron más pericia que yo y lograron en minutos reemplazar la cubierta pinchada.
Agradecí tamaño gesto que, de alguna forma, me evocó a la Salta de otros tiempos, cuando no había auxilios ni remolques y en los caminos todo dependía de la solidaridad y la buena vecindad. Y valoré el gesto de un matrimonio que, dejando de lado temores y comodidades se arremangaron para ayudar a un desconocido en dificultades.
La segunda anécdota se refiere también a caminos y destaca la eficacia de la Dirección Provincial de Vialidad que atendió con inusual rapidez el pedido de unos vecinos preocupados por el estado de un puente y por la señalización de una ruta secundaria por la que ciertos desaprensivos circulan a alta velocidad. Había pasado ya el tiempo electoral y el Director, luego de recibir a la Asociación de Vecinos, adoptó las medidas del caso, atendiendo solo a sus deberes de funcionario y al interés público.
Como vengo insistiendo en varias de estas columnas, las organizaciones no gubernamentales están llamadas a cumplir nuevos e importantes papeles en Salta. Su actividad mejora la calidad de vida, defiende derechos colectivos, limita al poder.
Sobre todo, en el ámbito municipal. Y hablando de municipios, permítanme felicitar
al nuevo Intendente de Vaqueros que llega al cargo con el voto mayoritario, en una lista opositora al actual Gobernador de Salta, y rodeado de la lógica expectativa ciudadana ante un cambio que deseamos positivo.
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