En la pasada edición del programa CARA a CARA (que conduce por televisión el periodista Mario Peña) los contertulios analizamos el excesivo recurso a la cadena nacional de radios y televisión en el que incurren algunos presidentes de la república.
Pienso que la apelación reiterada a la red nacional en tiempos como los actuales no se justifica moral ni políticamente. Sobre todo cuando las altas autoridades la usan para actos de propaganda, para satisfacer su vanidad o para emitir comentarios frívolos.
Lo que mandan los cánones republicanos es respetar la libertad de expresión y no obligar a las emisoras a encadenarse para satisfacer órdenes oficiales en tiempos de paz.
Un canon ampliamente violado en épocas de dictaduras (aunque a los últimos dictadores argentinos poco les importaba la opinión pública), y también el "tiempos peronistas" donde el Mago Alejandro APOLD utilizó la radio para una fenomenal operación de propaganda masiva.
En el caso de la actual señora Presidenta de la Nación, soy de los que piensan que ha incurrido en excesos a la hora de utilizar la red nacional de radio y televisión.
Pero más allá de los reproches a la cantidad de mensajes, creo que es criticable la preferencia que Cristina Fernández de Kirchner por el monólogo. Siendo una buena parlamentaria, resulta lamentable que no dialogue con la oposición o que rehúya las ruedas de prensa. Su atril distante es más propio de un monarca que de un jefe de gobierno republicano.
Por lo que se refiere a los contenidos de los mensajes presidenciales, hay cuatro recientes que me han parecido muy atinados.
A mi entender, la señora Cristina Fernández de Kirchner acertó al desautorizar a sus fieles que pretendían impedir la presencia del Premio Nobel de Literatura.
Volvió a acertar cuando pidió moderación a los sindicatos y responsabilidad a los empresarios encargados de negociar colectivamente los salarios.
Su tercer acierto (empañado por la apropiación forzosa del ahorro de los trabajadores) consistió en la defensa de la participación de representantes estatales en los directorios de las empresas privadas donde la ANSES es accionista.
En los años setenta, un viejo amigo mío, en su entusiasmo militante, sostenía que la señora Isabel Martínez de Perón, detenida por la dictadura en un lugar de la Patagonia, conducía a la grey peronista con su forzado silencio. Claro, este amigo creía haber desarrollado un método infalible para traducir esos silencios en consignas.
Traigo a colación este recuerdo para señalar que, como en el caso del común de los mortales, las autoridades a veces hablan con su silencio o con sus gestos.
Y creo que el cuarto acierto de la señora Presidenta fue no concurrir al acto del primero de Mayo montado para mayor gloria y honra del señor Hugo Moyano que, además de abusar del monopolio sindical, viene proponiendo formas corporativas de conducción de los asuntos públicos.
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