La realidad ha estallado en mil pedazos. Ya no es lo que era.
Está, por supuesto, la realidad de siempre, simple, cotidiana, con esporádicos sobresaltos: muchos bailan los sábados por la noche, luego abarrotan los hoteles por hora, algunos son felices, otros pecan; unos viven frugalmente, otros corren detrás de vicios y lujos; uno descubre la dieta mediterránea, otro ingiere grasas placenteras.
La gente conversa, sueña y despotrica en los cafés de siempre. Hay estudiantes que estudian, obreros que trabajan, diplomáticos que se atiborran de sanguchitos de miga, señoras que tejen. Algunos cuidan su jardín otros juegan al futbol. Los chismosos inventan y reproducen cuentos.
En una dimensión poco conocida reside también la realidad virtual. La de internet y sus redes sociales donde surgen encuentros, unos compran y otros venden, se forman parejas estables y ocasionales, algunos suplantan personalidades para delinquir, y otros descubren modos de aprender y de enseñar.
Y está luego la realidad mediática. Es decir, aquello que sucede en la televisión, en las radios y en la prensa en general. La fuerza irresistible de los medios de comunicación tiende a imponer esta realidad, generalmente espectacular, como la única verdadera.
En esta realidad omnipresente, los protagonistas no son ya el almacenero de la esquina, la señora pícara del barrio o el don juan del cabaret, sino ricos y famosos, gente generalmente linda de piel bronceada y pelo sin caspa.
El escándalo alrededor del dinero, del poder o del sexo es la fuerza motora de esta realidad manipulada. Mucho de lo que llega a los medios masivos es producto de astutos guionistas que crean personajes nacidos simpáticos y programados para morir como villanos.
Pero, si bien hay casos de creación cinematográfica, la mayoría es fruto de la selección que esos hacedores de la realidad televisiva realizan del mundo real.
Todas las noches (en Buenos Aires y en miles de capitales nacionales y provinciales) selectos grupos de analistas y comunicadores deciden de qué y de quién hablará todo el país la mañana siguiente. Arman titulares, ponen los focos sobre personas y hechos, o desechan aquello que entienden vulgar o nimio.
Son los llamados formadores de opinión que tratan de convencernos y modelar nuestras preferencias alimentarias, culturales o políticas. La importancia electoral de estos profesionales de la opinión pública los convierte en buenos amigos o temibles adversarios de los poderosos.
La información digitada y publicada genera adictos y autómatas. Como aquel amigo que, orgulloso, me decía: “Me paso todo el día leyendo” Y cuando, esperando un inventario de literatura y ensayos, le pregunté qué leía me citó a todos los diarios y revistas nacionales, más los de Salta y Tucumán. Leía y bajaba al café de siempre a deslumbrar a los tertulianos.
Si bien no queda más remedio que informarse de lo que sucede en esta realidad mediática, sigo prefiriendo a los pensadores, a los peluqueros ilustrados, a las señoras maduras en trance de confesión y a los vecinos conversadores.
1 comentario:
Armando ¿Que hace un joven liberal, si los partidos liberales de San Luis no estan en actividad? ¿ Puede un Liberal, participar en el Peronismo?... Me han invitado a una agrupacion peronista. En San Luis, los maximos dirigentes peronistas (R.Saa)comparten mucho de las ideas liberales. Saludos Juan
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