Este buen
funcionamiento requiere, además, que los actores políticos acepten lealmente la
regla de la alternancia que, a mi
entender, veda las relecciones sucesivas y pone sobre las minorías la
responsabilidad de mostrar, de manera convincente, el rumbo político del
futuro; en ambos casos, sin cerrar la puerta a los consensos cuando resulten
imprescindibles para hacer frente a situaciones de emergencia.
En la
Argentina contemporánea, en donde son muchos los que comienzan a advertir la
inminencia del fin del largo ciclo que homogeneizó el tercer peronismo, aquellas minorías
de control y ese espacio donde debiera residir la alternancia brillan por su ausencia o extremada debilidad.
Las refundaciones peronistas
A lo largo
de los casi 70 años transcurridos desde su fundación multitudinaria, el
peronismo ha demostrado una capacidad de supervivencia mundialmente inédita.
Su éxito
tiene mucho que ver con una doctrina suficientemente ambigua, que sintoniza con
los grandes ejes de la cultura política argentina tradicional (híper-nacionalismo,
democracia plebiscitaria y delegada, estatismo económico y social, preminencia
de las corporaciones que controlan la comunidad
organizada). Pero también con su singular capacidad para reinventarse
adaptándose a los nuevos desafíos.
Los
historiadores, sobre todo extranjeros, encuentran dificultades para comprender cómo
las políticas puestas en marcha en 1945 (expansión justicialista), 1952 (ajuste
y fomento de la inversión extranjera), 1973 (pacto social), 1975 (rodrigazo),
1991 (híper-mercado y convertibilidad), y 2002 (mega devaluación y dirigismo), han
sido obra de una misma fuerza política.
El tercer peronismo (o sea, el kirchnerismo)
no es sino una manifestación más de aquella infinita capacidad de adaptarse a
los tiempos, reforzando algunos elementos que integran la identidad peronista y soslayando otros. Así por ejemplo, la
obtención del 54% de los votos ha consolidado su vocación hegemónica (que
incluye el ninguneo de la oposición, la manipulación de la historia, y los
esfuerzos por gobernar la prensa y someter al movimiento obrero) y su aversión
al control democrático.
Nada, o casi
nada, hay en el panorama nacional actual (menos en el horizonte político
salteño) que permita suponer que la
oposición está en condiciones o se prepara para presentarse como alternativa de
gobierno. En este sentido, el caso de Salta, en donde el Gobierno fagocitó a la
oposición histórica, incorporando a dirigentes radicales en roles subordinados y
gobernando con ideas, estilos y funcionarios conservadores, es paradigmático.
La nueva agenda política y sus portadores
Sin embargo,
a estas alturas, pudiera pensarse que la ciudadanía ha comenzado a construir
una nueva agenda política. Una tarea lenta
y de gran calado que, lamentablemente, no parece encontrar eco en la dirigencia
tradicional.
Esta nueva agenda política no solamente recoge
demandas contra la inflación, la exclusión social, la inseguridad, la
corrupción, el centralismo y los desbordes palaciegos, sino que incorpora también
asuntos tales como el respeto a todas las diferencias sociales y personales
(pluralismo), garantías de justicia independiente, eficaz y accesible, defensa
del ambiente, del paisaje y de la identidad de las ciudades (desarrollo
sustentable), y la sobriedad republicana.
El próximo
turno político deberá entonces plantearse, necesariamente, reformar incluso la
democracia, para reducir delegaciones y centralismos, fomentar la participación
cívica en la gestión y en el control y, sobre todo, para garantizar la
inmediata operatividad de los derechos fundamentales sociales y de libertad.
Vale decir, para avanzar hacia una democracia
constitucional, federal y con vocación cosmopolita.
Una
reflexión de cara al futuro político, plantea grandes interrogantes: ¿Existen
dentro del peronismo actual los factores de cambio que permitirían la fundación
del cuarto peronismo? O, por el
contrario: ¿Las ideas y los liderazgos en condiciones de formular la nueva agenda, construir la
imprescindible mayoría, y gestionar el programa transformador, residen fuera de
lo que se conoce con el nombre genérico de movimiento peronista?
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