lunes, 26 de agosto de 2013

Petróleo y alimentos: Salta necesita un Gobernador, no un delegado del PEN

Desde el comienzo de su primer mandato don Juan Manuel Urtubey aceptó ser un agente del Gobierno de la Nación, renunciando a cualquier pretensión federalista. En paralelo, el modelo que gerencia desnudó sus límites: Degradación institucional, esquema productivo que fabrica algunos ricos y multiplica el número de pobres, trabajo escaso y de mala calidad, escuálidas prestaciones sociales, crecientes desequilibrios territoriales.

La insignificancia nacional del primer mandatario (o su ideología) colocó a Salta en las últimas posiciones en materia de programas nacionales, incluidas las obras de infraestructura. Su actuación convalidó el centralismo regulatorio e impositivo en materia petrolera, minera y agropecuaria.

Una penosa combinación entre el enorme potencial económico de Salta y nuestra precaria cultura política, amenaza con perpetuar este modelo arrastrándonos a un ciclo de larga y lenta decadencia. Sin embargo, los salteños tenemos a nuestro alcance lo necesario para cambiar el rumbo y construir una sociedad más justa y libre.

Más de lo mismo
No menos de cinco son las vías y los instrumentos en condiciones de promover la continuidad del modelo:

a) Permanencia de las reglas institucionales que deforman la voluntad del electorado, potenciando la concentración del poder y el clientelismo; b) Continuidad del esquema territorial y urbanístico que, de la mano de la especulación, incrementa los desequilibrios y cuyo producto notorio sería una ciudad de Salta con más de un millón de habitantes, la mitad de los cuales malviviría en guetos; c) Ampliación de la frontera agropecuaria a costa de destruir un par de millones más de hectáreas de bosques nativos; d) Promoción de la minería contaminante y agua-intensiva; y, e) Incorporación del norte salteño al circuito de explotación de los hidrocarburos por medios no tradicionales, desdeñando los graves daños ambientales que producen las nuevas tecnologías de extracción. 

Conviene insistir en que la sumisión del primer mandatario a los dictados del Poder Ejecutivo Nacional, su pretensión de fundar una dinastía siguiendo una estrategia centrada en la perpetuación en el poder, son las condiciones y el marco que nos condenan a transitar aquellos cinco peligrosos senderos.

Otra Salta es posible
Por supuesto, existen otros recorridos que nos reconcilian con la democracia y nos integran a la región y al mundo. Sería provechoso abrir sobre ellos un intercambio de ideas que involucre a ciudadanos y dirigentes con vocación transformadora y voluntad de liquidar experimentos cuasi monárquicos en donde el Supremo disfruta otorgando ventajas y privilegios a los menos, mientras simula sensibilidades sociales y democráticas.

En mi opinión, todos esos caminos parten de un punto en común que muestra dos caras convergentes: Federalismo y democracia constitucional; vale decir, la elección de un Gobernador dispuesto a honrar la Carta Magna y poner los intereses generales de los salteños por encima de cualquier otra consideración. Los Interventores Federales y demás investiduras sometidas a los dictados del poder central son cosas de nuestro más triste pasado. Un pasado propio de una Salta mendicante, sin horizonte, resignada al atraso y a las inequidades.

El actual Delegado que ocupa la mansión de Las Costas y viste pulcramente de gaucho cada 17 de junio ha permitido, entre otras cosas, que la producción local de hidrocarburos caiga a sus mínimos históricos y que las regalías se liquiden sobre precios ficticios fijados para subsidiar el consumo industrial y doméstico del sur unitario, insaciable, egoísta y ensimismado.

La entronización, en 2015, de un mandatario que repita ideología y perfil colocaría pronto a Salta en el lamentable papel de Neuquén cuyo Gobierno, por estos días, canjea federalismo y ambiente por prebendas para unos pocos.

¿Cuáles serían entonces los nuevos ejes del desarrollo productivo de Salta capaces de insertarnos en el mundo y de promover el pleno empleo terminando con el atraso, la exclusión y el dualismo social?

El primero de ellos apunta a lo que RIFKIN llama la “tercera revolución industrial”, para aludir al fin de la economía basada en los combustibles fósiles y el simultáneo ingreso de Salta a la era de las energías alternativas y de las nuevas tecnologías de la información. Sin perjuicio de definir autónomamente programas para explotar gas y petróleo por métodos convencionales, nuestra Provincia debe aprovechar su enorme potencial de energía solar y eólica.

En conexión con este cambio en la matriz energética, debemos definir incentivos a la agroindustria: Energía sana y barata, un modelo autónomo de relaciones laborales, Escuelas de Formación Profesional, ferrocarril y política de fletes, nuevo diseño territorial y urbanístico, son algunos incentivos orientados a convertirnos en un supermercado del mundo.

En este marco, la federalización de las retenciones a la exportación financiará la transición, las obras de infraestructura, y los programas de integración social. Por tanto, en 2015 estamos citados no para elegir un eslogan o una “facha”, sino para decidir nuestro futuro.

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