La
insignificancia nacional del primer mandatario (o su ideología) colocó a Salta
en las últimas posiciones en materia de programas nacionales, incluidas las
obras de infraestructura. Su actuación convalidó el centralismo regulatorio e impositivo
en materia petrolera, minera y agropecuaria.
Una penosa
combinación entre el enorme potencial económico de Salta y nuestra precaria
cultura política, amenaza con perpetuar este modelo arrastrándonos a un ciclo de
larga y lenta decadencia. Sin embargo, los salteños tenemos a nuestro alcance
lo necesario para cambiar el rumbo y construir una sociedad más justa y libre.
Más de lo mismo
No menos de
cinco son las vías y los instrumentos en condiciones de promover la continuidad
del modelo:
a)
Permanencia de las reglas institucionales que deforman la voluntad del
electorado, potenciando la concentración del poder y el clientelismo; b)
Continuidad del esquema territorial y urbanístico que, de la mano de la
especulación, incrementa los desequilibrios y cuyo producto notorio sería una
ciudad de Salta con más de un millón de habitantes, la mitad de los cuales
malviviría en guetos; c) Ampliación de la frontera agropecuaria a costa de
destruir un par de millones más de hectáreas de bosques nativos; d) Promoción
de la minería contaminante y agua-intensiva; y, e) Incorporación del norte salteño
al circuito de explotación de los hidrocarburos por medios no tradicionales,
desdeñando los graves daños ambientales que producen las nuevas tecnologías de
extracción.
Conviene
insistir en que la sumisión del primer mandatario a los dictados del Poder
Ejecutivo Nacional, su pretensión de fundar una dinastía siguiendo una
estrategia centrada en la perpetuación en el poder, son las condiciones y el
marco que nos condenan a transitar aquellos cinco peligrosos senderos.
Otra Salta es posible
Por
supuesto, existen otros recorridos que nos reconcilian con la democracia y nos
integran a la región y al mundo. Sería provechoso abrir sobre ellos un
intercambio de ideas que involucre a ciudadanos y dirigentes con vocación
transformadora y voluntad de liquidar experimentos cuasi monárquicos en donde
el Supremo disfruta otorgando ventajas y privilegios a los menos, mientras
simula sensibilidades sociales y democráticas.
En mi
opinión, todos esos caminos parten de un punto en común que muestra dos caras
convergentes: Federalismo y democracia constitucional; vale decir, la elección
de un Gobernador dispuesto a honrar la Carta Magna y poner los intereses
generales de los salteños por encima de cualquier otra consideración. Los
Interventores Federales y demás investiduras sometidas a los dictados del poder
central son cosas de nuestro más triste pasado. Un pasado propio de una Salta mendicante,
sin horizonte, resignada al atraso y a las inequidades.
El actual
Delegado que ocupa la mansión de Las Costas y viste pulcramente de gaucho cada 17
de junio ha permitido, entre otras cosas, que la producción local de
hidrocarburos caiga a sus mínimos históricos y que las regalías se liquiden sobre
precios ficticios fijados para subsidiar el consumo industrial y doméstico del
sur unitario, insaciable, egoísta y ensimismado.
La
entronización, en 2015, de un mandatario que repita ideología y perfil
colocaría pronto a Salta en el lamentable papel de Neuquén cuyo Gobierno, por
estos días, canjea federalismo y ambiente por prebendas para unos pocos.
¿Cuáles
serían entonces los nuevos ejes del desarrollo productivo de Salta capaces de insertarnos
en el mundo y de promover el pleno empleo terminando con el atraso, la
exclusión y el dualismo social?
El primero
de ellos apunta a lo que RIFKIN llama la “tercera revolución industrial”, para
aludir al fin de la economía basada en los combustibles fósiles y el simultáneo
ingreso de Salta a la era de las energías alternativas y de las nuevas
tecnologías de la información. Sin perjuicio de definir autónomamente programas
para explotar gas y petróleo por métodos convencionales, nuestra Provincia debe
aprovechar su enorme potencial de energía solar y eólica.
En conexión
con este cambio en la matriz energética, debemos definir incentivos a la agroindustria:
Energía sana y barata, un modelo autónomo de relaciones laborales, Escuelas de
Formación Profesional, ferrocarril y política de fletes, nuevo diseño
territorial y urbanístico, son algunos incentivos orientados a convertirnos en
un supermercado del mundo.
En este
marco, la federalización de las retenciones a la exportación financiará la
transición, las obras de infraestructura, y los programas de integración
social. Por tanto, en 2015 estamos citados no para elegir un eslogan o una
“facha”, sino para decidir nuestro futuro.
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