Al amparo de reelecciones y de tramposas reglas que expulsan o castigan a las minorías, en Salta una sola persona concita la obediencia de legisladores, magistrados e instituciones de control. Pese a su demostrada incapacidad, el Régimen avanza por más y pretende perpetuarse en el poder.
La pervivencia de lacras como el nepotismo, el
desprecio, el clientelismo y los privilegios discernidos desde el vértice del
poder, identifican al Régimen autocrático.
Su desarticulación interesa a toda la ciudadanía, pues
para salir de la parálisis económica, derrotar la pobreza, la exclusión, la
sub-educación y las violencias, hace falta construir una democracia republicana,
federal y eficiente.
El
restaurante “Nino” y el Palacio de la Moncloa
Permítanme
recordar dos momentos históricos en donde la ciudadanía abordó la
desarticulación de sendos regímenes antidemocráticos apelando al consenso.
En 1970 los argentinos que luchaban contra la
dictadura militar crearon - inspirados por Juan Domingo Perón y Ricardo
Balbín-, una mesa multipartidaria que alumbró el documento “La Hora del Pueblo”.
Hacia 1977, los españoles, decididos a acabar con el
franquismo, celebraron los “Pactos de la
Moncloa”, para instalar una democracia pluralista y cambiar de raíz el modo
de selección de los gobernantes.
Ambos consensos fueron posibles porque sus actores tomaron
conciencia de la magnitud de los problemas. Y porque las mayorías acordaron
mirar al futuro y dejar atrás (o de lado) discrepancias y enconos.
Perón, pese a los bombardeos a la Plaza de Mayo (1955),
las persecuciones y proscripciones, privilegió la reconciliación. Balbín
perdonó encarcelamientos (1949) y exilios. Vicente Solano Lima no aludió a la
quema del Jockey Club ni de las iglesias (1955).
En España, el conservador Manuel Fraga obvió
acusaciones contra el comunista Santiago Carrillo, y este dejó de lado la
condición de Ministros del dictador de varios de sus interlocutores. A nadie se
le ocurrió decir: “No pacto con agentes del franquismo”, o “Usted fusiló monjas
y curas”.
En los dos casos todos y cada uno de los
representantes de demandas sociales de cambios pacíficos dejaron de exhibir
convicciones antagónicas y es esforzaron por buscar comunes denominadores.
Dos modelos
de consenso
Más allá de similitudes, sobresale una diferencia:
Mientras los “Pactos de la Moncloa”
incluyeron a representantes del Régimen gobernante, “La Hora del Pueblo” los excluyó; entre otras razones porque Lanusse
procuraba un consenso continuista (GAN) y Suarez aceptaba una democracia
competitiva.
En
este sentido, el reciente “Consenso de
Cambios para el Progreso de Salta” se asemeja más a “La Hora del Pueblo”. Muy probablemente porque el Régimen
autocrático local no ha dado muestras de que acepta reformarse para dar paso a
una democracia republicana.
El
señor Urtubey no parece atraído por el papel de Adolfo Suárez; antes bien, manda
descalificar al “Consenso Salteño”, se
empeña en perseguir disidentes, completa el cuadro de magistrados amigables,
mantiene designios reeleccionistas, y prefiere continuar disfrutando de las
ventajas de un régimen electoral distorsivo.
Consenso Salteño
Afortunadamente, Salta cuenta con fuerzas que luchan
por los principios republicanos y plantan cara al Régimen.
La novedad es que algunas de estas fuerzas, dejando
atrás desavenencias, enconos y personalismos, han logrado elaborar un
diagnóstico, definir una agenda, y construir un amplio consenso, sin
pronunciarse sobre candidaturas ni insinuar un frente electoral.
El Documento “Consenso
de Cambios para el Progreso de Salta”, constata que Salta tiene un enorme
potencial en condiciones de transformarnos en una sociedad libre y justa. Identifica
los motores del nuevo desarrollo, así como los obstáculos que nos condenan al
atraso y a las inequidades. Señala que la destrucción de los partidos
políticos, la decadencia de las instituciones del Estado, así como las reglas
de selección de gobernantes, legisladores y jueces, alimentan la deriva
autocrática.
El Documento es un enorme paso adelante. Inmune a insultos
y agresiones. El patriotismo constitucional compartido y la prédica del
consenso, son más fuertes que las descalificaciones (ese viejo fantasma de la
Salta pequeña) que matan el diálogo, que rehúyen el debate de ideas.
Se trata, ciertamente, de un Consenso parcial (en
tanto no niega enfoques diferentes) y abierto (pues no se proclama depositario
de la verdad).
Habrá que enfatizar en la necesidad de acabar con el
capitalismo de amigos, y definir un
modelo de crecimiento con eje en la creación de buenos empleos y respetuoso del
ambiente. Un nuevo orden de cosas en donde el ingreso a los cargos públicos se
base en la idoneidad, y en donde el acceso a la vivienda y la protección de la
familia sean derechos de todos.
A partir de ahora el desafió es ampliar el debate, dar
entrada a nuevos actores, difundir contenidos, desarrollar propuestas. Y, sobre
todo, generar confianza en que los Pactos serán respetados. Para que miles de
salteños se conviertan en artífices de su propio destino y ninguno sea instrumento
de la ambición de nadie.
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