domingo, 31 de agosto de 2014

DE LA AUTOCRACIA SALTEÑA SE SALE POR CONSENSO

¿Porqué, pese a que votamos cada cuatro años las instituciones del Estado salteño padecen inclinaciones monárquicas irresistibles?

Al amparo de reelecciones y de tramposas reglas que expulsan o castigan a las minorías, en Salta una sola persona concita la obediencia de legisladores, magistrados e instituciones de control. Pese a su demostrada incapacidad, el Régimen avanza por más y pretende perpetuarse en el poder.

La pervivencia de lacras como el nepotismo, el desprecio, el clientelismo y los privilegios discernidos desde el vértice del poder, identifican al Régimen autocrático.

Su desarticulación interesa a toda la ciudadanía, pues para salir de la parálisis económica, derrotar la pobreza, la exclusión, la sub-educación y las violencias, hace falta construir una democracia republicana, federal y eficiente.

El restaurante “Nino” y el Palacio de la Moncloa

Permítanme recordar dos momentos históricos en donde la ciudadanía abordó la desarticulación de sendos regímenes antidemocráticos apelando al consenso.

En 1970 los argentinos que luchaban contra la dictadura militar crearon - inspirados por Juan Domingo Perón y Ricardo Balbín-, una mesa multipartidaria que alumbró el documento “La Hora del Pueblo”.

Hacia 1977, los españoles, decididos a acabar con el franquismo, celebraron los “Pactos de la Moncloa”, para instalar una democracia pluralista y cambiar de raíz el modo de selección de los gobernantes.

Ambos consensos fueron posibles porque sus actores tomaron conciencia de la magnitud de los problemas. Y porque las mayorías acordaron mirar al futuro y dejar atrás (o de lado) discrepancias y enconos.

Perón, pese a los bombardeos a la Plaza de Mayo (1955), las persecuciones y proscripciones, privilegió la reconciliación. Balbín perdonó encarcelamientos (1949) y exilios. Vicente Solano Lima no aludió a la quema del Jockey Club ni de las iglesias (1955).

En España, el conservador Manuel Fraga obvió acusaciones contra el comunista Santiago Carrillo, y este dejó de lado la condición de Ministros del dictador de varios de sus interlocutores. A nadie se le ocurrió decir: “No pacto con agentes del franquismo”, o “Usted fusiló monjas y curas”.

En los dos casos todos y cada uno de los representantes de demandas sociales de cambios pacíficos dejaron de exhibir convicciones antagónicas y es esforzaron por buscar comunes denominadores.

Dos modelos de consenso

Más allá de similitudes, sobresale una diferencia: Mientras los “Pactos de la Moncloa” incluyeron a representantes del Régimen gobernante, “La Hora del Pueblo” los excluyó; entre otras razones porque Lanusse procuraba un consenso continuista (GAN) y Suarez aceptaba una democracia competitiva.

En este sentido, el reciente “Consenso de Cambios para el Progreso de Salta” se asemeja más a “La Hora del Pueblo”. Muy probablemente porque el Régimen autocrático local no ha dado muestras de que acepta reformarse para dar paso a una democracia republicana.

El señor Urtubey no parece atraído por el papel de Adolfo Suárez; antes bien, manda descalificar al “Consenso Salteño”, se empeña en perseguir disidentes, completa el cuadro de magistrados amigables, mantiene designios reeleccionistas, y prefiere continuar disfrutando de las ventajas de un régimen electoral distorsivo.

Consenso Salteño

Afortunadamente, Salta cuenta con fuerzas que luchan por los principios republicanos y plantan cara al Régimen.

La novedad es que algunas de estas fuerzas, dejando atrás desavenencias, enconos y personalismos, han logrado elaborar un diagnóstico, definir una agenda, y construir un amplio consenso, sin pronunciarse sobre candidaturas ni insinuar un frente electoral.

El Documento “Consenso de Cambios para el Progreso de Salta”, constata que Salta tiene un enorme potencial en condiciones de transformarnos en una sociedad libre y justa. Identifica los motores del nuevo desarrollo, así como los obstáculos que nos condenan al atraso y a las inequidades. Señala que la destrucción de los partidos políticos, la decadencia de las instituciones del Estado, así como las reglas de selección de gobernantes, legisladores y jueces, alimentan la deriva autocrática.

El Documento es un enorme paso adelante. Inmune a insultos y agresiones. El patriotismo constitucional compartido y la prédica del consenso, son más fuertes que las descalificaciones (ese viejo fantasma de la Salta pequeña) que matan el diálogo, que rehúyen el debate de ideas.

Se trata, ciertamente, de un Consenso parcial (en tanto no niega enfoques diferentes) y abierto (pues no se proclama depositario de la verdad).

Habrá que enfatizar en la necesidad de acabar con el capitalismo de amigos, y  definir un modelo de crecimiento con eje en la creación de buenos empleos y respetuoso del ambiente. Un nuevo orden de cosas en donde el ingreso a los cargos públicos se base en la idoneidad, y en donde el acceso a la vivienda y la protección de la familia sean derechos de todos.

A partir de ahora el desafió es ampliar el debate, dar entrada a nuevos actores, difundir contenidos, desarrollar propuestas. Y, sobre todo, generar confianza en que los Pactos serán respetados. Para que miles de salteños se conviertan en artífices de su propio destino y ninguno sea instrumento de la ambición de nadie.     

   

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