jueves, 21 de agosto de 2014

EL FUTURO DE SALTA EXIGE UNA ARGENTINA FEDERAL

El mundo contemporáneo muestra multitud de ejemplos en donde los pueblos reclaman gobiernos más próximos, más representativos de la diversidad, más transparentes, y suficientemente controlados por los ciudadanos.

Aunque en Salta estas demandas no han alcanzado aún un peso determinante, hay indicios de que el régimen que nos gobierna desde Olivos y Las Costas no sintoniza con las nuevas exigencias cívicas.

Aumentan los salteños que reclaman reformas institucionales profundas. Cambios que terminen con los abusos; que arramblen delirios monárquicos; que garanticen una justicia independiente, eficaz y al alcance de todos; que pongan fin al centralismo que concentra el poder y lo aleja de las personas; que federalicen las estadísticas; que liquiden un régimen electoral tramposo que fabrica mayorías artificiales y condena a la insignificancia a las minorías.

La responsabilidad del unitarismo
Pero aun cuando los salteños, tras la cita electoral de 2015, comenzáramos las reformas democratizadoras, nuestro anhelo colectivo de una Salta justa y próspera en la que todos convivamos en paz y libertad, seguiría lejano.

Por una razón muy simple: Nuestro actual descontento -generado por altos niveles de pobreza, violencia y desgobierno, por carencias en materia de educación, urbanismo, salud, ambiente y seguridad-, guarda estrecha relación con el proceso que, violando la Constitución y los Pactos, convirtió a la Argentina en una república unitaria.

Salta no es dueña de su riqueza
Nuestra producción y nuestro trabajo resultan lastrados por una fiscalidad que desalienta el empleo decente, paraliza el desarrollo y articula un país que acumula poderes y riquezas en el centro donde radican, industrias, infraestructuras y oportunidades.

Cuando me refiero a la fiscalidad pienso no solo en los impuestos coparticipables sino en todas las vías a través de las cuales la Nación expropia a las Provincias. Tal es el caso del impuesto a las transacciones bancarias, o de las retenciones a las exportaciones de alimentos y combustibles. Pienso también en el impuesto inflacionario que ahoga a nuestros hogares y somete a las instituciones locales, y -como no- en el unitarismo que preside la política monetaria.

A su vez, las reglas que organizan tanto la explotación de gas y petróleo en suelo salteño, como la producción de biocombustibles y de energías alternativas, no satisfacen nuestros intereses, y están amenazadas de reformas unitarias que avanzan ante la inexplicada pasividad del Gobernador Urtubey.

La centralización del comercio exterior perjudica señaladamente a una provincia como Salta que, pese a su estratégica ubicación internacional, encuentra dificultades para colocar su producción en el exterior y para abastecerse de insumos importados. Desde Buenos Aires se protege o se abren fronteras mirando los intereses del centro, no los del norte argentino. Precisamos abatir este proteccionismo asimétrico, y desplegar una política comercial exterior activa y autónoma.

Empleo y relaciones laborales
El empleo en Salta tiene las limitaciones que ha revelado Jorge Paz. Superarlas, exige medidas de ámbito local y recuperar el control de los impuestos que retiene la Nación. Sin embargo, la decisión más importante radica en la construcción de una red de formación profesional en sintonía con la producción de alimentos, combustibles, minerales y servicios, y en la necesidad de preservar y mejorar las singularidades de nuestro modelo de familia.

Las relaciones colectivas de trabajo están presididas por la misma dinámica unitaria. Una lógica que ha convertido a los sindicatos locales en meras sucursales de los vértices porteños, y a los empleadores en convidados de piedra en la fijación de las condiciones de trabajo. Por tanto, federalizar la negociación colectiva y la acción sindical es también una exigencia de futuro.

La grave crisis de la educación salteña
Entender el pobre desempeño de nuestra educación requiere cuestionar el doble centralismo que, desde el Palacio Pizzurno y desde el Gran Bourg, priva a la escuela de espacios de autogestión, empobrece contenidos, impide promover cambios culturales, permanece impávido ante la violencia y la ruptura del pacto entre la escuela y la familia, impone itinerarios alejados de la realidad regional, y ha destruido la carrera docente. Aquí, como en casi todos los problemas que arrastramos, las soluciones pasan por recuperar para la Provincia competencias políticas y de gestión.

Producir y distribuir
¿Por qué razón Salta debe soportar en silencio la política agropecuaria e industrial impuesta por el Poder Ejecutivo Nacional? Se impone rechazar esta deriva unitaria y reivindicar para la Provincia el poder de regular la producción de alimentos y combustibles.

Corresponde a los salteños decidir qué, cómo y cuánto producir en función de los mercados internacionalizados. Somos nosotros quienes habremos de aprobar incentivos, gravámenes, salvaguardas ambientales, y vías de distribución de la riqueza producida. Apelando, cuando proceda, a la planificación prevista en la Constitución Provincial.

Para eliminar la pobreza y fomentar la inversión y el empleo, así como para compensar impactos sobre el ambiente y las futuras generaciones, los gravámenes a la producción de alimentos y combustibles han de ser decididos y percibidos por las provincias productoras.

Federalismo político
La reforma constitucional de 1994, más allá de notables avances federalistas, contiene un sesgo unitario: El remplazo del Colegio Electoral como ámbito de elección del Presidente de la Nación, por el voto directo en régimen de distrito único. De aquí, y de otros factores, provienen el protagonismo de los Intendentes del cono-urbano bonaerense y la simétrica pérdida de peso político de las provincias históricas.

El giro federalista de Salta incluye exigencias para que la Nación resguarde nuestras fronteras y cierre caminos al narcotráfico. Y, por supuesto, comprende la descentralización provincial que ponga fin al unitarismo con eje en la ciudad capital.      

Es cierto que nuestra historia registra ciclos de justificada tolerancia a la deriva unitaria. Ocurrió durante las guerras por la independencia y otras emergencias que imponían sacrificios a las provincias en beneficio de la Nación. En otros momentos era difícil hablar de federalismo cuando dependíamos de la ayuda nacional para subsistir.

Pero las cosas han cambiado de raíz. Salta tiene una enorme riqueza potencial, y está cultural, intelectual y políticamente madura para asumir responsabilidades de autogobierno. Por consiguiente, sin razones para continuar tolerando el centralismo que nos ahoga y expropia, ha llegado la hora de remplazar al caudillo unitario por un Programa Democrático y Federalista.

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