Mezclar a los niños en las luchas políticas, como sucede cuando gobernantes y candidatos hacen de Papá Noel en barrios o escuelas, es una práctica antidemocrática.
Pero lo es aún mas la pretensión de manipular, desde el Estado, sus conciencias con la propaganda o digitando los contenidos educativos.
Lo han hecho y lo hacen todos los totalitarismos del mundo.
En los años 50, mi incipiente e infantil peronismo disfrutaba y se consolidaba con la lectura semanal de la “Razón de mi Vida”, aquel libro que recoge sentimientos y consignas de doña María Eva Duarte de Perón, y que era distribuido gratuitamente en escuelas, talleres y oficinas.
Sin embargo, aquel goce tribal se sorprendía y ensombrecía con los padecimientos de mis condiscípulos de familia antiperonista.
Pero abandono el pasado para trasladarme al azaroso presente.
El actual gobierno tuvo, como se sabe, un comienzo desafortunado a raíz de los famosos kits escolares que beatíficos funcionarios entregaban a santos inocentes, y del no menos famoso libro que reconocía la soberanía inglesa sobre las Islas Malvinas.
Pues bien, el Gobierno que preside don Juan Manuel Urtubey ha decidido reincidir la idea, dictando el Decreto 4472 que intenta mejorar lo inmejorable.
Antes de ir al fondo del asunto, advierto en el preámbulo del Decreto una idea casi mayestática. Me refiero a la frase “El Gobierno instituye como política de Estado”. Una frase inexacta en tanto se aplica a una medida unilateral adoptada sin el consenso de otros actores.
Pero mi preocupación está centrada en la decisión de seleccionar libros escolares que, por encima de intenciones, implica la selección de contenidos. Vale decir, de las ideas, los relatos, los valores y las opciones ideológicas que, por la vía de la donación de textos, terminarán imponiéndose a los alumnos.
Por aséptico que fuera el accionar del “Consejo Asesor Honorario para la Selección de libros de texto del sistema educativo provincial”, la selección de libros incluirá y excluirá, aceptará y rechazará, construirá listas blancas y negras.
Listas que muchos autores y editores tendrán en cuenta a la hora de producir libros procurando que resulten elegibles y gratos al Consejo Asesor y a sus superiores.
Quiérase o no, este Consejo -de nombre pomposo y orweliano- controlará ideas.
Si el Gobierno no desea hacerlo y pretende simplemente otorgar un ayuda económica a los niños, bastará con un vale canjeable en las librerías por el texto que el maestro o la maestra, siguiendo normas pedagógicas y respetando el pluralismo, sugiera.
(Para FM Aries)
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