Si omito los bailes de carnaval y otros convites por el estilo, hay en mi barrio pocos eventos que reúnan a los vecinos. Por eso, decidí asistir a la inauguración del monumento al Quirquincho.
Pocos paisanos y muchos funcionarios acompañaron al Primer Magistrado, en un acto monótono y obvio: Gauchos engalanados, subsecretarios y directores, buscas, personal de la secreta, banda de música, himno, banderas y alocuciones.
Algunas damas bronceadas, luciendo modelos de peatonal Florida, peinados de peluquería y cuerpos de gimnasio, compartían el escenario con vecinas de a pié vestidas de entre-casa.
Los altos dignatarios, tras descender, cumplieron el ritual de saludar a la primera fila de curiosos que murmuraban: “con los problemas que tienen se dan tiempo para venir”.
El autor de la bella obra, un joven escultor afincado, recogía las merecidas felicitaciones de los pocos extrovertidos presentes.
Sin embargo, no todo estaba en orden. A escasos metros del lugar, dos enormes basurales ponían de manifiesto la irresponsabilidad ciudadana y la negligencia municipal.
Para colmo de males, cómo si alguien a propósito hubiera decidido sabotear el acto, centenares de botellas, pañales y bolsas de plástico afeaban el camino a Castellanos.
Conociendo del celo de ciertos funcionarios por agradar a las altas magistraturas, me llamó la atención de que los Intendentes no hubieran mandado sus cuadrillas a higienizar y adornar la zona.
Tomaron la precaución de que el señor Gobernador transitara por otro camino. Pero no pudieron impedir que la sensible nariz del más atildado de los funcionarios, detectara a distancia el basural.
Pocos advirtieron las justificadas muecas de desagrado de este elegante sesentón que sobresale por su pulcritud desde los 5 años, cuando compartíamos el Jardín de Infantes.
(Para FM Aries)
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