Mientras las naciones del mundo adoptan las medidas para superar la crisis, la Argentina aparece prisionera de querellas, tan enconadas como pequeñas, que nos impiden pensar en el futuro.
La campaña electoral, lejos de clarificar posiciones y abrir un gran debate nacional sobre nuestros desafíos y oportunidades, es el pobre escenario donde se dirime la distribución del poder, con la promesa incierta de que mas tarde vendrán a decirnos cómo hacer de la Argentina un espacio libre, próspero, integrado y seguro.
Las ideologías (en su acepción más negativa) son utilizadas para crear falsas percepciones de la realidad. La propaganda fabrica imágenes y prestigios sin sustento. Los fantasmas del pasado, ayudados por el Odio, nos dividen de manera irreconciliable.
Así como nuestra trágica historia desprestigió el concepto de “revolución” (usado para encubrir crímenes), el presente banalizó el concepto de “reforma”, oscureciéndolo y privándole de contenido.
Mientras unos convocan a defender un modelo que se presenta como un conjunto de ideas y medidas que anidan en la cabeza de un Jefe, otros proponen un cambio abstracto e indefinido.
Quienes piensan que, al fin y al cabo, es esto lo que sucede en el mundo, se equivocan y pecan de aldeanismo.
En realidad, la mayoría de las naciones y de sus fuerzas políticas y sociales, han alcanzado ya conclusiones operativas acerca de cómo superar la crisis, evitar su reiteración y reconquistar la senda de progreso.
En este sentido, los discursos y las políticas del Presidente OBAMA muestran un modo inteligente de avanzar en el debate acerca de los roles del Estado y del mercado.
Un debate crucial también para los argentinos y que hoy aparece prisionero de consignas subalternas.
(Para FM Aries)
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