En el mundo, los términos Estado, Mercado y Sociedad, centran los debates. En cada país intelectuales, políticos y ciudadanos analizan cuál sea la combinación que mejor contribuya a los objetivos de libertad, prosperidad y justicia.
Si bien los argentinos estamos también preocupados por estos asuntos, nuestros debates carecen de profundidad y serenidad. Aquí, las ideologías, las descalificaciones y los lugares comunes son, lamentablemente, moneda corriente.
En los años 90, el súbito enamoramiento de las mayorías con el Mercado, fue una reacción ante la decadencia y corrupción de un Estado incapaz de prestar los servicios básicos a su cargo.
En los primeros años de esta década, esas mismas mayorías regresaron al estatismo como respuesta a los abusos de muchas empresas privadas, amparados en malas regulaciones.
La grave crisis sanitaria que vivimos, ilumina los términos del debate y muestra nuestras carencias individuales y colectivas.
Asistimos, alarmados, al estrepitoso fracaso del Estado como responsable de la Política de Salud y articulador de los recursos ante la emergencia;
Comprobamos la incapacidad de la industria de proveer los insumos básicos, y la irrupción de precios abusivos;
Y ocultamos piadosamente las dificultades que tenemos como ciudadanos para ajustar nuestras conductas públicas a las reglas elementales de prevención. (Acabo de ver a un paisano estornudar al aire, como siempre, aparatosa y guarangamente).
El tremendo desafío que afrontamos debería servirnos para generar un amplio consenso acerca de la construcción de un Estado realmente capaz de atender las necesidades básicas en materia de salud, seguridad, integración, justicia, educación y control. Un consenso que debería, además, promover comportamientos socialmente responsables de empresas e individuos.
(Para FM Aries)
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